20 años de ciencia en la UNNOBA
Por Ana L. Sagastume
Uno de los indicadores de calidad de las universidades se vincula con la capacidad de producción científica. “La investigación es la locomotora de las actividades universitarias”, definía el rector Guillermo Tamarit en su asunción como rector en 2019 y agregaba, taxativo: “Las universidades que no investigan no son verdaderas universidades”. Este planteo ha sido recurrente en sus distintas intervenciones públicas.
La importancia que tiene la investigación en las universidades se relaciona, en principio, con la generación de nuevos conocimientos, los cuales, en el tiempo y sumados a otros saberes producidos en el campo científico, pueden colaborar en la resolución de problemas de la sociedad. Pero también, la investigación influye en la calidad académica de quienes enseñan y, por tanto, en la calidad de la enseñanza que reciben quienes estudian. Esto es por una simple causa: docentes que investigan, no solamente están actualizados en los últimos avances, sino que también poseen mayores conocimientos de cómo se genera o produce el saber científico y, por tanto, pueden transmitir ese proceso a sus estudiantes. Están, además, en lo que se denomina la “frontera del conocimiento”, es decir, el límite entre todo lo que ya se sabe y lo que se está por descubrir. Por este motivo enriquecen en todo sentido la enseñanza impartida.
A veinte años de la creación de la UNNOBA, puede advertirse un desarrollo sustantivo en el campo científico, a partir de más de 200 docentes que se dedican a la investigación en la región en sus nueve laboratorios, cuatro institutos y tres centros en las ciudades de Junín y Pergamino, además de los diversos grupos dedicados a temas específicos. A esto se agrega el logro de contar con unidades de dependencia compartida con el Conicet (CITNOBA) y la asociación con la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). Pero, ¿cómo se logró este crecimiento en tan solo dos décadas? ¿Cuáles eran los desafíos que en los inicios se tenían y cuáles se presentan hoy, de cara al futuro?
Silvina Sansarricq fue la primera secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia que tuvo la UNNOBA (2004-2007), durante la etapa de organización, a cargo del ingeniero Luis Lima. “El desafío en aquellos inicios era comenzar a organizar las actividades específicas del área de investigación. En ese momento, desde la Secretaría planeamos dos grandes estrategias. La primera fue la identificación de líneas de investigación consolidadas en la región, para participar en grupos ya existentes y de probada excelencia. La segunda, la creación de nuevas líneas que generen conocimientos pertinentes para el desarrollo de la región y para el bienestar de su gente”, evoca Sansarricq, quien se desempeña actualmente como vicerrectora de la Universidad Nacional de San Antonio de Areco (UNSAdA).
Sansarricq resalta que la presencia en la región de instituciones públicas, como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui” (INEVH), además de las entidades vinculadas con la agroindustria (como Rizobacter), implicaron contar de antemano con un importante acervo científico y tecnológico en la región. “Ya había una masa crítica en el territorio. Sin dudas, eso constituyó una fortaleza”, subraya. El otro desafío que se planteó la Secretaría fue el de establecer líneas nuevas y grupos propios de la UNNOBA, a partir de la radicación de investigadores e investigadoras que estuvieran trabajando en otras Universidades y de la formación de graduadas y graduados.
Fue durante la gestión de Rolando Rivera (2007-2010), en la cual Sansarricq continuó como prosecretaria del área, que se logró radicar a investigadores que trabajaban, en ese momento, en distintas instituciones del país y estaban residiendo en otras ciudades. El doctor Rivera ejemplifica: “Se logró radicar a Virginia Pasquinelli (actual directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales) y a Carolina Cristina (actual secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia) quien solicitó apoyo para armar el laboratorio que luego se convirtió en el Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA). En esa época, también se establecieron Mariano Merino y Gabriela Fernández (quienes investigan, en la actualidad, desde el Centro de Bioinvestigaciones), entre otras personas que se incorporaron y residen hoy en la zona de influencia. En definitiva, se buscaron distintos perfiles dedicados a la investigación científica, que tuvieran intenciones de trabajar y vivir en la región. Estos espacios científicos comenzaron siendo muy incipientes y hoy nos cuesta imaginar esos inicios, por la envergadura que actualmente poseen”.
La radicación de investigadores en la región y el programa de capacitación de recursos humanos fueron acciones que se dieron en el marco de la definición de las líneas prioritarias de investigación para la UNNOBA. Rivera valora, especialmente, que la Universidad pudo, primero, establecer y, luego, mantener una política científica a lo largo de sus dos décadas de vida: “En aquel momento, pudimos definir qué tipo de ciencia queríamos para la UNNOBA”. “Creo que en todo este tiempo se ha continuado con la estrategia que ha marcado Tamarit desde el inicio de su gestión, que es darle importancia a la ciencia, a la tecnología y a la innovación. Me parece destacable que la UNNOBA ha mantenido un mismo rumbo”, subraya Rivera, investigador principal del Conicet.
De su gestión como secretario, Rivera valora la constitución de la Unidad Integrada INTA-UNNOBA. “Hoy es una realidad cotidiana que el INTA y la UNNOBA trabajen en conjunto, pero esto llevó mucho tiempo. Un porcentaje importante de mi gestión lo constituyeron conversaciones para establecer esta unidad integrada. Tuvimos que llegar a puntos de entendimiento comunes”, plantea el científico. En ese sentido, Sansarricq considera que la creación de la Unidad Integrada con el INTA, en 2009, fue “un hito” significativo del desarrollo de la investigación en la Universidad. “Junto con la constitución del Centro de Investigación y Transferencia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (CITNOBA), unidad de doble dependencia con el Conicet, fue posible el desarrollo de proyectos de vinculación tecnológica (público-privada), financiados a través de distintos instrumentos”, agrega Sansarricq, quien continuó siendo prosecretaria de Investigación hasta 2015, durante toda la gestión de Jerónimo Ainchil.
Precisamente, para Ainchil, secretario de Investigación de la UNNOBA desde 2010 a 2015, uno de los acontecimientos más importantes de su gestión fue cuando se logró constituir el CITNOBA, en 2014. “Fue un arduo trabajo. Pero este logro fue posible, gracias a la labor previa realizada durante las gestiones anteriores (de Rivera y Sansarricq)”, aclara el exsecretario de Investigación y actual rector de la UNSAdA.
“Los CIT (Centros de Investigación y Transferencia) implican una suerte de 'paraguas' de distintas disciplinas de conocimiento, de las cuales se espera que, en un número de años razonable, puedan constituirse en unidades ejecutoras en sí —comenta Ainchil—. De hecho, ya se presentó en el Conicet la propuesta de constituir una unidad ejecutora, a partir de la experiencia del CIBA”.
Pero antes de lograr crear esa unidad de doble dependencia con el Conicet (CITNOBA), la gestión de Ainchil mostró otros logros: “En el período en que fui secretario de Investigación, se pudieron crear los primeros cuatro institutos y centros de la Universidad: el Instituto de Diseño e Investigación (IDI, 2011), el Instituto de Investigación y Transferencia de Tecnología (ITT, 2011), el Instituto de Políticas y Gobierno (IPG, 2012) y el Centro de Bioinvestigaciones (CeBio, 2011). Esto fue posible porque primero habíamos ordenado toda la reglamentación de cuáles eran los núcleos de actividades científicas y tecnológicas para la UNNOBA. Habíamos definido qué requisitos debían tener los grupos, laboratorios, centros e institutos”.
Este ordenamiento y la creación de estos espacios de investigación posibilitó su asociación con la Comisión de la Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). “Esto, a su vez, nos brindó algunas ventajas a la hora de conseguir subsidios para investigación o incorporar a becarios”, señala Ainchil.
La gestión del actual rector de UNSAdA fue un período floreciente para la investigación en la universidad y un momento de oportunidades para quienes decidieran dedicarse a la tarea científica, a partir de distintas convocatorias: “Formalizamos un programa de recursos humanos, armamos un programa de becas de posgrado para quienes habían terminado sus carreras en la UNNOBA. Además, el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) presentó un programa de becas de Estímulo a las Vocaciones Científicas, dirigido a estudiantes de los últimos años. La CIC, por su parte, comenzó a realizar Jornadas Científicas donde los Jóvenes Investigadores que se iniciaban podían presentar sus avances. Era toda una movida”.
Otro de los objetivos de su gestión apuntó a enriquecer el vínculo con el sector privado: “Hicimos un programa de proyectos de innovación tecnológica y transferencia, donde buscábamos que la investigación sea aplicada y hubiera una empresa que fuera la adoptante del producto del proyecto”. Entre estas iniciativas pueden mencionarse: el Sistema Soporte de Decisión para la Cuenca Alta del Río Salado, Microencapsulación de bioproductos y agentes agroquímicos de aplicación a semillas (con Rizobacter), entre otros. “En todos estos casos había un grupo de la Universidad y una empresa, contando con financiamientos importantes para su ejecución”, explica Ainchil.
Además, se creó un Centro de Desarrollo Tecnológico (CENTEC), que tenía por objetivo brindar servicios de biotecnología de reproducción bovina en las provincias de Buenos Aires y Corrientes. “La verdad que en esos años tuvimos todas esas oportunidades, nos organizamos internamente, nos vinculamos con los organismos de ciencia y tecnología y nos presentamos a muchos financiamientos importantes”, resume el doctor Ainchil al referirse a su gestión, que culminó en 2015.
La actualidad y el futuro de la investigación de la UNNOBA
Aunque Carolina Cristina es secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia desde 2017, se siente parte de los inicios de la investigación de la UNNOBA ya que —como recordaba Rivera— se inició con un proyecto de investigación que luego, con el correr del tiempo, se convirtió en un espacio científico de relevancia para la región, el Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA, en 2015), el que, en la actualidad integran unas 25 personas y que estudia tumores, infecciones, enfermedad de Alzheimer, entre otros temas significativos para la salud humana. Por su recorrido como científica de la UNNOBA y del Conicet, su mirada abarca las dos décadas de vida de la Universidad.
“En materia de investigación el crecimiento de la UNNOBA ha sido exponencial”, señala la doctora Cristina y luego matiza: “Esto es, básicamente, porque partimos de muy poco. De cero a lo que hoy tenemos, es lógico que ese crecimiento pueda verse con una pendiente positiva grande. Sin embargo, yo creo que ese proceso que, en general, en otras Universidades es lento, en nuestra institución se dio bastante rápido”.
Como Rivera, Cristina valora que las políticas científicas de la UNNOBA mantuvieron la misma orientación desde los inicios y que la planificación fue fundamental a la hora de lograr un crecimiento que tuviera pertinencia para la sociedad: “Todos estos logros fueron posibles por la 'hoja de ruta' que se marcó en los primeros tiempos, tanto en el Proyecto Institucional de 2004, como en el Plan Estratégico 2013-2019. Desde los inicios, se apuntó a la consolidación de recursos humanos y centros de investigación, así como a la generación y fortalecimiento de la vinculación y la transferencia tecnológica hacia el medio”.
De acuerdo a su perspectiva, los logros han sido resultado tanto del esfuerzo de la gestión como de los equipos de investigación. “En un principio, nos basamos en los esfuerzos personales de los investigadores que se quisieron radicar, y en las instituciones de ciencia y técnica ya presentes en Junín y Pergamino (INTA, Instituto Maiztegui), y en la provincia (CIC). Una cosa nos iba dando pie a la otra: más investigadores teníamos, mayor capacidad teníamos de contar con becas y de presentarnos a convocatorias para subsidios. El CITNOBA promovió la llegada de investigadores y becarios de los que por su parte se nutrió. Hoy, parte del CITNOBA va a ser una unidad ejecutora del Conicet”, reflexiona la doctora Cristina y resalta sobre esto último: “Este logro es importantísimo para la Universidad y para la federalización de la ciencia”.
Uno de los aspectos a los que la UNNOBA dirigió sus esfuerzos desde los comienzos fue la vinculación con el medio: “A medida que íbamos produciendo conocimientos, se iba buscando el modo de transferirlos. A su vez, también íbamos teniendo la demanda del entorno hacia las capacidades de la UNNOBA para resolver problemas”. En ese sentido, Cristina asegura: “Hoy la Universidad tiene una capacidad de vinculación tecnológica que antes no tenía y que muestra su consolidación. Estamos bien relacionados con el territorio”.
Su evaluación de la actualidad de la UNNOBA es altamente positiva: “Contamos con una buena masa crítica de investigadores, becarios, técnicos. Tenemos financiamiento interno para proyectos de investigación de manera continua. Y contamos con la capacidad de aplicar a financiamiento externo por los grupos de investigación, algo que se tuvo que desarrollar en el tiempo y que ya tenemos afianzado. A su vez, también tenemos la capacidad de transferir los productos de investigación al entorno”.
En cuanto a los desafíos a futuro, Cristina considera que los grupos de investigación consolidados “deben ampliar sus capacidades”, mientras que los incipientes deben lograr "establecerse y desarrollarse". "¿Cómo se mide eso? Por la producción científica o publicaciones científicas de calidad, lo cual impacta en el ambiente científico y posiciona a la UNNOBA en el país y en el mundo. Además, por la capacidad de transferencia tecnológica que tenemos al territorio”, puntualiza.
Para lograr ese crecimiento, según la secretaria de Investigación actual, la Universidad debe seguir brindando apoyo a la ciencia, con recursos financieros, y promoviendo las estrategias de cooperación interinstitucionales. “El desafío también es fortalecer los centros —añade Cristina— en cuanto a la infraestructura y el mantenimiento de equipamiento. Además, tenemos que fortalecer la vinculación tecnológica. Es decir, toda esta interacción ya generada con empresas privadas y organismos públicos, hay que potenciarla”.
Sin embargo, aclara: “La Universidad tiene que seguir acompañando, pero cada investigador e investigadora tiene que poner mucho de sí para que sigamos creciendo, porque eso no va a suceder por sí solo”. En este punto, Cristina coincide con el rector Tamarit, quien planteó en un discurso reciente: “Hicimos una inversión fuera de escala en materia de investigación. De eso recogemos una experiencia virtuosa, porque hoy tenemos equipos de investigación, con becarios, doctorandos, posdoctorandos. El crecimiento depende ahora, en gran medida, de los integrantes de los equipos. Por eso, tenemos que redoblar el esfuerzo”.
Fotos de portada: Lautaro Chiesa
Diseño: Laura Caturla
El trabajo infantil viola los derechos humanos
Por Paula Judurcha*
Profesora Adjunta del Área Derecho Social en la Cátedra de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social de la carrera de Abogacía de la UNNOBA
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el trabajo infantil es una violación de los derechos humanos fundamentales, habiéndose comprobado que entorpece el desarrollo de las niñeces y que, potencialmente les produce daños físicos y psicológicos para toda la vida.
Yukiko Arai, directora de OIT Argentina, manifestó que en el mundo hay más de 160 millones de niños, niñas y adolescentes (NNyA) entre 5 y 17 años, de los cuales 79 millones realizan trabajos peligrosos. Esa cifra podría aumentar en 8,9 millones para fines de 2022 como consecuencia de la crisis actual. En esa misma línea, en la Quinta Conferencia Mundial sobre la Erradicación del Trabajo Infantil celebrada este año en África se ha informado que las cifras están aumentando y la pandemia amenaza con revertir años de progreso.
En tanto, en nuestro país —según el mismo informe— 1 de cada 10 NNyA que viven en áreas urbanas realiza al menos una actividad productiva, cifra que se duplica en el sector rural. Esta situación se profundizó a causa de la pandemia ya que, a finales de 2021, entre adolescentes que realizaban alguna actividad laboral orientada al mercado, 7 de cada 10 habían comenzado a realizarla desde el inicio de la cuarentena, según un relevamiento de UNICEF.
Entonces, ¿cómo hablar de una “infancia universal” tal como lo pregona la Convención de los Derechos del Niño? O tal vez, ¿deberíamos de hablar de una “infancia sesgada”, teniendo en cuenta que no todos los niños ni niñas ven cubiertas sus necesidades básicas, respetados sus derechos a la educación, recreación, acceso a la salud y tantos otros reconocidos en normativa nacional e internacional?
No es lo mismo definir una niñez cuyo desarrollo lo es en la plantación de yerbales, en los tabacales, en las minas, en la plantación de uvas, en las algodoneras, en la cosecha de nogales, cuidado de animales, en el servicio doméstico, en la vía pública, en la recuperación de materiales reciclables, en turismo sexual en la Triple Frontera, que una niñez desarrollada en una zona urbana con acceso y cobertura de necesidades básicas como salud, alimentación, vivienda y educación.
Es por ello que resulta interesante el vínculo que se puede entretejer entre el trabajo infantil y la definición de pobreza infantil que hacen Alberto Minujín y Enrique Delamónica en los siguientes términos:
La pobreza infantil abarca tres dominios interrelacionados: la privación, es decir la falta de condiciones y servicios materiales esenciales para el desarrollo; la exclusión, entendida como el resultado de procesos de desajuste, a través de los cuales la dignidad, la voz y los derechos de los niños son negados o sus existencias amenazadas, y la vulnerabilidad, que es definida como la ineficiencia de la sociedad de poder controlar amenazas existentes en sus entornos que atentan contra los niños.
Estas tres dimensiones generan el ingreso precoz de las infancias al mercado laboral.
Estamos atravesando una situación social muy compleja en las que las niñeces ven afectadas, no solo su presente, sino su futuro. Una situación de crisis estructural que nos interpela y requiere de la adopción de políticas públicas profundas y urgentes, sin dudas, a partir del punto nodal de la educación. Pero, como dijimos al comienzo, esta es una crisis multidimensional y relacional de manera que se requiere de una integralidad desde las aristas de salud, la economía, la seguridad social, cuidados, el desempleo y la situación de trabajo precario de sus entornos y, todo ello, con perspectiva de género que permita asegurar la igualdad de oportunidades.
¿O simplemente será una utopía creer que el trabajo infantil se va a acabar y no seguirá siendo uno de los pilares necesarios para la rentabilidad y el sostenimiento del sistema?
*Paula Judurcha es magíster en Derecho del Trabajo.
Foto de portada: Lautaro Chiesa
Bibliografía
LLobet, V. (2015). Infancia y Desigualdades Sociales. Reseña de Unequal Childhoods. Class, Race, and Family Life. Revista Horizontes Sociológicos, 3, 141-145.
Minujin, A., Capuano, A., & Llobet, V. S. (2013). El desafío de la pobreza infantil: hacia una reconceptualización y medición multidimensional.
20 años de la UNNOBA
Por Ana Sagastume
Casi una década antes de la gesta, Junín era testigo de la cancelación del mayor proyecto del siglo XX. Con el cierre de los Talleres Ferroviarios, en 1993, se derrumbaba un sueño colectivo y se hacía añicos una identidad construida a partir del orgullo de ser propietario de saberes valiosos y de haber pertenecido a uno de los centros ferroviarios más importantes que tuvo el país.
En 2002, con la creación de la Universidad Nacional del Noroeste, emergía un nuevo sueño colectivo capaz de vehiculizar las esperanzas, aglutinar a la sociedad, y como diría B. Baczcko, “encauzar las energías individuales, conduciendo hacia acciones comunes”. Esto puede llevar a preguntarnos: ¿qué hubiera sido de la ciudad Junín, y también de Pergamino, sin la UNNOBA, sin la potencia que tuvo y tiene ese símbolo para la vida de estas sociedades? ¿Qué sería hoy de la vida de otras localidades del noroeste sin la esperanza que propone la Universidad a través de la educación y el desarrollo científico? ¿Habrían encontrado otro “núcleo de sentido”, otro modo de orientar sus esperanzas colectivas? Se trata de preguntas contrafácticas, de imposible respuesta, que, sin embargo, no anulan el hecho de que la UNNOBA no emergió de la nada. Fue, quizás, un hecho fortuito (porque podría haberse dado, o no) aunque posible a partir la construcción colectiva de la sociedad, a través de los Centros Universitarios fundados en Junín y Pergamino en la década de 1990.
Que la sociedad se haya apropiado del proyecto, no obstante, no se explica por ese momento inicial en que fueron canalizados viejos anhelos colectivos. La Universidad se construye todos los días, se crea todos los días por medio de acciones y decisiones que conforman (o, bien, nacen de) la política universitaria. Esto nos lleva a plantearnos otros interrogantes que, ahora sí, podremos responder a través de protagonistas del pasado y el presente de la UNNOBA: ¿cómo fue el desarrollo de la Universidad en estos 20 años?, ¿cuáles eran los desafíos en aquel momento y cómo fueron resueltos?, ¿qué retos se plantea de cara al futuro?
Primeras clases, primeras carreras
Lilian Lértora fue una de las primeras funcionarias que tomó el desafío de organizar la enseñanza y transmisión de conocimientos de la UNNOBA. La exsecretaria Académica resalta que su paso por la Universidad le demandó, personalmente, el despliegue de toda su creatividad: “Yo venía de ser directora de Capacitación de la UNLP, donde todo estaba organizado. En cambio, desde la Secretaría Académica de la UNNOBA pude innovar en las propuestas y ser parte del desafío que estaba gestándose. Por eso mi paso por allí fue muy creativo, aprendí muchísimo”.
“Fue una tarea muy ardua porque eran muchos los desafíos que teníamos por delante, no solo desde el punto de vista académico o por la búsqueda de profesores, sino que había que organizar todas las actividades administrativas”, evoca Lértora, quien califica aquel momento inicial como “ferviente” y lo compara con “una olla hirviendo, en ebullición permanente”. “Eran una oleada de actividades increíble”, ilustra.
Que hoy la UNNOBA sea una institución relevante en la región y en el país, se debe, según Lértora, a que desde aquellos comienzos estaba claro el horizonte: “La estructura del equipo era muy compacta. Sabíamos perfectamente qué tipo de Universidad queríamos y trabajábamos para lograrlo. O sea, no partíamos de cero, sino que sabíamos cuáles eran los objetivos. Por eso trabajábamos codo a codo docentes, no docentes y funcionarios”.
Lértora, quien fue secretaria Académica entre 2006 y 2008, recuerda que desde sus comienzos la UNNOBA “hizo mucho hincapié en la relación con la comunidad, local, regional, se fueron creando muchas redes y eso fue muy interesante, la comunidad participaba muchísimo”. En ese sentido, la exfuncionaria opina: “La Universidad ha calado mucho en las dos localidades, teniendo como punto de llegada el hacerse fuerte en la región. Apuntábamos a que haya especialidades que tengan que ver con las necesidades locales, evitando que así migre la población joven, una de las preocupaciones más importantes que había en ese momento”.
Una de las cuestiones que Lértora rescata es la importancia que le daba la UNNOBA, desde sus orígenes, al rol de las nuevas tecnologías en la educación: “Durante la pandemia recordé que la UNNOBA, allá por aquellos tiempos, le dio mucha relevancia a la no presencialidad en la educación. Había, en aquellos años, un germen, con los cursos de moodle y toda una movida que... ¡Fijate que los docentes estuvimos después casi dos años dando clase virtuales, algo que la UNNOBA ya había contemplado en sus inicios! En aquel momento, los alumnos tenían la posibilidad de cursar algunas materias no presenciales. Era algo muy novedoso, te estoy hablando de 2006...”.
Otro de los puntos que Lértora valora de la UNNOBA es la importancia que se le dio a la articulación entre la escuela y la universidad. “La idea a futuro era crear una escuela secundaria que perteneciera a la UNNOBA, pero todo empezó con esas acciones de articulación”, comenta Lértora, quien actualmente está a cargo de la coordinación del Departamento de Ciencias Sociales y Filosofía en el Colegio Nacional que depende de la Universidad Nacional de La Plata. Sobre ese punto, la actual secretaria Académica, Pilar Traverso, interpreta que uno de los logros que la gestión académica tuvo a lo largo de estos 20 años fue, precisamente, la creación de la Escuela Presidente Domingo F. Sarmiento en 2017: “El colegio secundario de la UNNOBA hace innovación, investigación y, sin dudas, contribuye a mejorar las ofertas de educación secundaria de la región”.
La búsqueda de la pertinencia y la calidad
Florencia Castro, secretaria Académica entre 2009 y 2017, valora las orientaciones del Proyecto Institucional original, publicado en 2004: “El proyecto era muy bueno y yo creo que sus principios siguen vigentes aún hoy”. Si bien en aquel documento se sentaban las bases del tipo de Universidad al que se apuntaba: “¡Había que implementarlo, teníamos que pasar todo eso a la práctica! En definitiva, lograr que todas las carreras sean pertinentes y tengan calidad”.
“Hasta ese momento se habían logrado dictar clases, poner a docentes frente a alumnos. Cuando yo ingreso a la Secretaría, era necesario desarrollar todos los instrumentos para el funcionamiento del área académica, es decir, organizar la estructura de la Secretaría”, sintetiza la exsecretaria y actual vicerrectora de la Universidad Provincial de Ezeiza. Esos instrumentos implicaban programas de becas, reglamentos de alumnos y de la institución en general, organización de los servicios estudiantiles, entre otros. “Había que actualizar los planes de estudio y, por ejemplo, lograr que los títulos tuvieran validez nacional, realizando los trámites para ello. También precisábamos implementar las prácticas laborales supervisadas, que eran un requisito de graduación de algunas carreras que ya se dictaban. La institución recién comenzaba”, añade Castro.
Una vez que se habían establecido las reglamentaciones correspondientes y creado los instrumentos necesarios, el segundo desafío de su gestión estuvo enfocado en la calidad: “Los distintos procesos de acreditaciones que realizamos ante la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria) tuvieron como objetivo garantizar la calidad de las carreras que se dictaban en la Universidad”.
Así, las primeras acreditaciones de las carreras del área de Ingeniería fueron por tres años: “Nos marcaron las recomendaciones y déficit a mejorar. Pero en muy poco tiempo, la Universidad pasó de tener diez o quince recomendaciones por carrera, a tener unos pocos compromisos para la mejora de la calidad. Esto sucede porque desde la institución se trabajó para la mejora de las carreras, creando, por ejemplo, laboratorios, mejorando la infraestructura y la calidad de los equipos docentes”, subraya la exsecretaria. “Las carreras de Contador Público y Licenciatura en Genética se acreditaron, posteriormente, por seis años directamente. Esto evidencia la mejora”, ejemplifica.
Otro de los logros de la gestión de Florencia Castro fue el proceso de evaluación internacional al que se sometió la UNNOBA (RIEV-UDUAL), también en pos de la mejora, pero, en este caso, de carácter institucional. De los resultados de esta evaluación y en relación a su área específica, Castro rescata que les “permitió poner el foco en los graduados”, determinando qué competencias necesitaban para insertarse al mundo del trabajo. “En función de ello, se pudieron plantear reformas en los planes de estudio, a partir de lo que se detectó que faltaba en la formación”, comenta Castro, docente actual de la UNNOBA, y agrega: “Esto es algo que yo veo que se sigue trabajando fuertemente desde Secretaría Académica y los resultados están a la vista. Si uno analiza las últimas encuestas, la inserción laboral tiene lugar entre los cinco y seis meses luego de la graduación. Es muy bueno”.
Más allá de la contribución que implica una “mirada externa” sobre la propia institución, la exsecretaria Académica valora que permite “poner orden y revisar cada una de las acciones”. “Hoy la Universidad tiene series de información gracias a estos procesos, los cuales resultan un aporte para la toma de decisión”, reflexiona Castro, quien fue designada en el mes de abril para dirigir la formulación del Segundo Plan Estratégico de la UNNOBA, el cual involucra distintos procesos de evaluación (interna y externa).
Otro de los puntos hacia los que la gestión de Castro se orientó fue la mejora de la enseñanza, a partir de una búsqueda de calidad en el plantel docente. “Se modificó varias veces el reglamento de concursos docentes porque se buscaba que el docente que está a cargo de los alumnos tenga mayor formación, por ejemplo, que sea doctor. Queríamos que aquel que está en la 'frontera del conocimiento', es decir, que hizo un aporte original a su disciplina porque se doctoró y sigue investigando, sea quien esté frente a los alumnos”.
De acuerdo a su análisis, la UNNOBA ha logrado formar recursos humanos capacitados, cumpliendo sus metas originales: “Hoy parte de la planta de la Universidad la constituyen graduados nuestros, muchos de ellos son doctores y dan clases en la UNNOBA”, remarca. En tanto, Pilar Traverso, la máxima funcionaria actual del área Académica, coincide con Castro: “A lo largo de estos veinte años, se apuntó a tener más y mejores docentes de la región, así como a incorporar a los propios graduados a la planta docente. Incluso, muchos de los graduados están investigando. Entonces, puede observarse allí un círculo virtuoso”.
La mejora en la calidad de la planta docente estuvo dada también por la creación de una carrera destinada, principalmente, a docentes de la UNNOBA: Especialización en Docencia Universitaria. Mientras las carreras de Doctorado que la UNNOBA estimuló que realicen les brindaron a docentes y graduados un conocimiento más amplio de su disciplina específica, esta Especialización aportó herramientas didácticas y pedagógicas que contribuyeron al logro de una mejor enseñanza en la Universidad.
Claridad de metas y flexibilidad: dos rasgos distintivos de la UNNOBA
Pilar Traverso es secretaria Académica desde 2019, pero hace años que trabaja en el UNNOBA en el ámbito de la Secretaría: desde 2011 hasta 2017 fue directora de Lenguas Extranjeras, y desde 2017 a 2019 fue prosecretaria Académica, secundando a Florencia Castro.
La docente y actual funcionaria, coincide, tanto con Lértora como con Castro, en que la clave del desarrollo de la UNNOBA estuvo dada por la claridad de sus políticas en relación al horizonte esperado: “La UNNOBA ha sido fiel a su proyecto institucional (2004), pero con la suficiente flexibilidad como para ir captando y tomando nuevas demandas. En particular considero que la función académica ha tenido un desarrollo sostenido y armónico, porque ha sido coherente con los principios fundantes de la Universidad: se apuntó a construir una oferta académica pertinente, con calidad e inclusión, que eran los principios rectores de los inicios”.
En ese sentido, Traverso destaca que las carreras de la Universidad estuvieron y están centradas en las necesidades de la sociedad en la que se integra. “La UNNOBA ha mantenido su oferta académica inicial y, a la vez, ha ido respondiendo a distintas demandas y necesidades, a través de, por ejemplo, tecnicaturas a cohortes cerradas y ciclos de complementación. Por supuesto, siempre aparecen pedidos de aperturas de carreras y, cuando esto efectivamente, ocurre es el resultado del análisis y la demanda de su territorio”, sostiene la secretaria Académica actual.
En relación a la coyuntura más reciente y a la otra cualidad positiva que Pilar Traverso resalta de la UNNOBA, la flexibilidad, la actual secretaria remarca la capacidad que tuvo para enfrentar la situación inesperada que implicó la pandemia a partir de la solidez del equipo de trabajo: “Esa capacidad de adaptarse se ve reflejada en la rápida migración que la Universidad pudo hacer en 2020, en el contexto del aislamiento más estricto y de la suspensión de actividades presenciales. Esa rápida capacidad de organizar una respuesta adecuada desde sus unidades académicas, da cuenta de la convicción de todos sus actores. Creo que le permitió, ante nuevas situaciones, reaccionar con la velocidad que se requería”.
Uno de los logros que la actual secretaria Académica resalta de su gestión fue la creación del Instituto de Oficios y Competencias Laborales, con la idea de “acercar trayectos, oportunidades universitarias a personas que tradicionalmente no habían tenido acceso a la Universidad”.
Más allá de los éxitos y resultados satisfactorios que la UNNOBA tuvo en estas dos décadas, la perspectiva universitaria siempre se dirige a establecer los déficits y carencias en pos de la mejora continua. Entre los desafíos y “cuentas pendientes”, Traverso advierte que, a pesar de las “buenas condiciones” en que se ejerce la tarea de enseñar y aprender en la Universidad (por la infraestructura y la buena relación docente-alumno), la UNNOBA posee, sin embargo, los mismos niveles de graduación o “duración real” en las carreras que otras universidades del país. “Hay mucho trabajo por hacer: planes de estudio más ágiles, que permitan a los alumnos transitar de mejor manera las carreras, sin bajar la calidad de la formación, por supuesto”, señala. De hecho, una de los iniciativas que la UNNOBA implementó recientemente se llama “Programa de estímulo a la graduación”, dirigido a quienes estén próximos al egreso y no hayan tenido actividad académica en los últimos dos años. En una primera etapa, esta propuesta prevé realizar un diagnóstico para comprender las problemáticas que dificultan la graduación.
Otros de los desafíos que se plantea Traverso a futuro, es que “la articulación con el posgrado sea más directa, flexible e inmediata, en pos de mejorar la calidad de la formación y de la enseñanza".
Para finalizar, la actual secretaria remarca la contribución que implica la evaluación para seguir mejorando la calidad de la enseñanza: “El norte tiene que ser innovar, repensar, evaluar todo lo que se hace en las disciplinas y darle una mirada de mejora y actualización. Necesitamos que esa perspectiva de evaluarnos respecto de nuestros resultados, sea una actitud cotidiana y una responsabilidad que nos tomemos”.
Diseño: Laura Caturla
La Inteligencia Artificial transformará el mundo laboral
Por María Florencia Longarzo
Profesora Adjunta Área Teórica. Carreras de Diseño de la UNNOBA
A principios del 2020, la llegada de la pandemia transformó los sistemas educativos de todo el mundo debido al avance del COVID-19, estableciendo un hecho histórico sin precedentes en la historia de la educación.
Se comenzaron a producir cambios sociales, culturales y tecnológicos frente a los cuales las instituciones de educación superior se vieron en la obligación de adaptarse, para poder acompañarlos. Este es el contexto desafiante dentro del cual nos encontramos aún hoy. El rector de la UNNOBA, Guillermo Tamarit, planteaba en el Primer Workshop de Innovación y Transformación Educativa (WITE): “La convergencia digital es un desafío central que requiere la construcción de espacios comunes para la promoción de la movilidad estudiantil y académica, la complementariedad científico-tecnológica implica una distribución del conocimiento más justa.”
En busca de entender este presente, Carlos Scolari analiza cómo “la hibridez” impacta en el mundo laboral y establece nuevos procesos de construcción de saberes que, ya desde antes, venían transformando las formas de vinculación y organización social, en una constante circulación de mensajes, de información, de interfaces, de consumos culturales digitales y plataformización.
—A más de dos años de iniciado el COVID-19 se empieza a vislumbrar lo que llaman la “nueva normalidad” ¿Cuáles considerás que son las transformaciones de la comunicación, circulación y consumo de contenidos en este nuevo escenario?
—Más allá de nuestra voluntad, la pandemia sigue allí y, según dicen los expertos, no desaparecerá: deberemos aprender a convivir con este virus. Esto implica, entre otras cosas, que debamos vacunarnos periódicamente y, esperemos que no, también deban realizarse cuarentenas puntuales en casos extraordinarios. En este contexto de incertidumbre que va mucho más allá de lo sanitario, resulta imposible visualizar qué aspecto tendrá la ecología mediática de aquí a unos años. Sin embargo, podemos pensar que ciertas prácticas seguirán más allá de la pandemia. En el caso de la universidad, percibo un rechazo a las reuniones presenciales dedicadas a la gestión: la mayoría prefiere que sigan siendo online. En cambio, existe cierto tipo de eventos “de pasaje”, como la defensa de las tesis o los concursos docentes, que sus actores prefieren que se hagan presenciales. La palabra clave parece ser “hibridez”, pero ya veremos qué significado terminará asumiendo en el futuro, pospandémico, esta recombinación entre el pasado, prepandémico, y el presente, pandémico. El mismo tipo de razonamiento se puede extender a otros ámbitos como la comunicación. Durante la pandemia cayó el consumo de publicaciones impresas, se incrementó de manera brutal el consumo de contenidos audiovisuales en las plataformas y se rediseñaron muchas estrategias de promoción, por ejemplo, en el mercado musical, donde ahora los artistas lanzan sus canciones en las redes a través del streaming. Muchos de estos cambios llegaron para quedarse. Pero, conviene recordar que la ecología mediática es un sistema complejo y, por lo tanto, no podemos saber qué forma adoptará en el futuro. Tampoco descartemos que las transformaciones más profundas se terminen dando en ámbitos que hoy no alcanzamos a percibir, en los márgenes del gran ecosistema mediático.
—En el libro Cultura Snack proponés una estructura narrativa innovadora basada en contenidos intersticiales. ¿Cómo impactan estas formas de contar en los procesos de enseñanza-aprendizaje en instituciones educativas y culturales?
—En general, los sistemas educativos, eso que yo denomino “interfaz educativa”, tienden a desvalorar los textos breves o efímeros que se generan en el ecosistema mediático. Se estudian los largometrajes, pero muy poca gente está interesada en los videoclips o en los tráileres. Los textos breves que se generan en la interfaz educativa, desde las redacciones y dictados de la escuela primaria hasta los exámenes e informes universitarios, tienen una función única: evaluar al alumnado. Esos textos después no se recuperan, no se reintegran al proceso de enseñanza-aprendizaje. Son textos “usa y tira”. Y ya que hablamos de formatos breves educativos, quizás el más popular es el “machete”, también conocido como “chuleta”, “acordeón” o “torpedo” en los diferentes países, un contenido "snack" generado por estudiantes. Creo que la escuela debería aprovechar mejor estas textualidades breves, en cierta forma la educación sigue atada al gran texto-libro y margina otras expresiones.
—¿Cuáles son los desafíos que atraviesan los docentes?
—Escuchar menos al Ministerio y más al estudiantado. La educación pública, a medida que se masificó y extendió a todas las clases sociales, se fue progresivamente burocratizando y solidificando. Las experiencias más innovadoras casi nunca provienen de las políticas top-down sino que surgen desde abajo, desde las experiencias bottom-up. La educación es una interfaz compleja, con miles de actores interactuando, muy difícil, si no imposible, de gestionar con modelos altamente centralizados. Habría que dar mayor autonomía a las unidades más pequeñas y al trabajo del docente dentro del aula.
—¿Cómo considerás que están impactando los cambios tecnológicos en el mundo laboral? ¿Cuáles son las ocupaciones laborales que cobran protagonismo y cuáles las lo que pierden?
—En las últimas décadas, todo el mercado de trabajo se ha visto transformado, y no solo por los cambios tecnológicos. Si nos mantenemos dentro del ámbito de la comunicación, figuras clásicas dentro de un diario como el “corrector” o el “archivista” prácticamente han desaparecido. Por otro lado, han emergido nuevos perfiles, desde el “infógrafo” hasta el “community manager” o el responsable de los “content management system”. También el “productor transmedia” es una figura que ha comenzado a aparecer en el staff de las empresas audiovisuales. Por otra parte, los expertos en Big Data son fundamentales para poder interpretar los datos y reformular las estrategias. De todas maneras, quizás la disrupción más grande en el mundo laboral no provenga de los nuevos perfiles sino de la Inteligencia Artificial (IA), una tecnología que avanza sin prisa pero sin pausa y que transformará infinidad de entornos laborales, no solo en la comunicación. Ya hay IA escribiendo breves noticias u optimizando la compra de banners, algo que antes hacían operadores humanos. Y esto es solo el comienzo.
—¿Cuáles son los desafíos de las instituciones universitarias frente a estos cambios?
—Las universidades tardaron casi dos décadas en incorporar la comunicación digital de forma oficial a sus planes de estudio. La pandemia aceleró procesos de digitalización que, si no hubiera sido por el COVID-19, todavía hubieran tardado muchos años en terminar de hacerse efectivos. Pero la realidad de la universidad, y esto quedó claro durante la pandemia, no es muy diferente a la de otras instituciones públicas o empresas. Esperemos que esta trágica pandemia tenga efectos positivos al menos en este frente: necesitamos interfaces ágiles —no solo educativas, sino también políticas, sanitarias y culturales—, que sepan aprovechar las ventajas que brinda la tecnología y capaces de adaptarse a los cambios que se nos vienen encima. La humanidad debe enfrentarse a grandes desafíos, el COVID-19 fue solo un primer aviso.
Agradecimientos
A Álvaro Liuzzi, por su gestión para contactar al entrevistado.
Por Ana Sagastume
Una encuesta sobre intención de voto intenta realizar una especie de “fotografía" simultánea de las conductas probables de la sociedad en el cuarto oscuro, con la meta de predecir los resultados de un escrutinio futuro. Pero ni el tiempo, ni los actores coinciden del todo, entre algunas de las muchas dificultades que pueden mencionarse.
Para empezar, se realiza en un momento previo a la contienda electoral y son tantos los acontecimientos que pueden suceder en apenas unos pocos días y ser capaces de modificar las conductas de la ciudadanía, que ningún resultado de los sondeos puede asegurarse como invariable.
Otro problema atañe a la "muestra", es decir, a la porción de la población a la que efectivamente se encuesta y que, idealmente, debería representar a la totalidad del "universo". La pregunta que constantemente se hacen los profesionales es: ¿la parte representa al todo? ¿Se ajustó la muestra en función de los cambios demográficos que la población global sufrió en los últimos años?
Finalmente, existe otro grupo de problemas: las personas que, por algún motivo, no manifiestan sus verdaderas preferencias, aquellas que deciden no responden al encuestador pero que, sin embargo, van a votar; el denominado “voto vergüenza”, entre algunas de las muchas variables que pueden dar lugar a resultados erróneos.
Tal como sintetizan Roger Jowell, Barry Hedges y otros colaboradores: “En ningún otro campo de la investigación por encuesta los profesionales deben pasar por un examen tan inmediato de exactitud. La mayoría no pasa nunca por ninguna prueba. Si lo hicieran, sin duda muchas encuestas también fallarían. Hay tantas cosas que pueden salir mal con las encuestas que es asombroso que alguna vez salgan bien, y sin embargo lo hacen”. (1)
Una de las elecciones en las que el conjunto de las encuestadoras de Argentina parece haber fallado "al unísono" fueron las presidenciales de 2019. Mientras que en las PASO la mayoría subestimó el triunfo de la fórmula Fernández-Fernández por sobre la de Macri-Pichetto, en las elecciones generales hicieron lo contrario: lo sobrestimaron. Fue tan estrepitoso el fracaso de las consultoras argentinas más importantes que los profesores Ernesto Marcelo Miró (UNNOBA) y José Eduardo Jorge (UNLP) decidieron realizar un trabajo para analizar el porqué de tamaña falla. "Los errores fueron tan evidentes, exagerados y extendidos que nos motivaron a que realizáramos este ensayo", comenta Miró.
El trabajo, titulado “La falla de las encuestas en las elecciones argentinas de 2019. Un análisis en perspectiva comparada internacional”, plantea: "El desempeño de las encuestas electorales en la Argentina alcanzó en 2019 su punto más bajo desde la recuperación de la democracia en 1983. Los errores fueron mucho mayores que los observados en los últimos años en democracias maduras, donde se habla de una crisis de este tipo de sondeos". (2)
En definitiva, el trabajo sirve hoy para indagar en la confiabilidad que tienen las encuestadoras en la Argentina y en las líneas de acción que deben emprenderse para mejorar la calidad de las informaciones que proveen, teniendo en cuenta que, de acuerdo a Miró, “las encuestas políticas tienen una importancia central en el funcionamiento de las democracias modernas”.
Por qué fallaron las encuestas en 2019
Una de las causas centrales de lo que los autores denominaron “yerro generalizado” fue el empleo de muestras no representativas, es decir, que no representaban al conjunto del electorado.
Este problema puede tener su origen en la dificultad de combinar distintas modalidades de acercamiento a la población y construir con ello una muestra que representa la totalidad del universo. Lo que es un hecho es que, en la actualidad, la tradicional encuesta domiciliaria se complementa con la encuesta online y la telefónica (a fijos y móviles).
"El problema que están teniendo muchas encuestadoras es que no pueden acceder a todos los domicilios", justifica Miró y completa: "Te encontrás, por ejemplo, con sectores medios y medios altos que viven en edificios inteligentes, o en barrios cerrados a los que no podés acceder. También existen sectores de recursos bajos que residen en barrios peligrosos a los que, muchas veces, los encuestadores no pueden ingresar. Son tres formas de encuestar, cada una con una metodología diferente".
Además de los errores muestrales, Jorge y Miró consideran que el incremento de la tasa de no respuesta de los últimos años puede haber sido significativo en los yerros de las encuestadoras. Miró se explaya: “La decisión de las personas de no responder a una encuesta puede explicarse de distintas maneras: desconfianza al sistema político, o temor por su compromiso con un actor determinado. Este fenómeno, que siempre estuvo presente, se acrecentó a niveles muy altos en Argentina. Sin embargo, esas personas que no responden a una encuesta, probablemente vayan a votar. Entonces, eso te genera un sesgo importante".
Excusas y explicaciones
Ante la evidencia del yerro de las PASO en 2019, buena parte de las encuestadoras intentaron justificarse. Algunas adujeron que los denominados “indecisos” inclinaron su voto, a último momento, a favor del Frente de Todos. Otras interpretaron que el "voto vergonzante", a favor del Frente de Todos, podría haber llevado a que parte del electorado oculte sus preferencias ante los encuestadores. El trabajo de Jorge y Miró desestima estos planteos, los cuales, de acuerdo a su investigación, no cuentan con evidencia alguna. Pero, además, resultaría una hipótesis improbable, porque en las elecciones generales el yerro de las encuestadoras se dio en la dirección opuesta, por una sobrestimación de la fórmula Fernández-Fernández. Las explicaciones respecto del “voto vergonzante” y del voto de los indecisos caerían, entonces, por su propio peso.
Una hipótesis plausible de por qué las encuestadoras se equivocaron masivamente es la denominada “conducta de manada”, que ocurre cuando las consultoras ajustan sus sondeos u omiten difundirlos si sus resultados no coinciden con el consenso existente. El trabajo sostiene: “Aunque no produce necesariamente un aumento del error, ya que las firmas pueden aglomerarse alrededor del resultado correcto, esta práctica tiende a reducir de modo artificial la variabilidad de las encuestas, creando así una falsa confianza en el desenlace electoral y amplificando la sorpresa si este difiere del esperado”.
“El efecto manada existió”, asegura Miró y remarca: “La mayoría de las encuestadoras se dejaron influir por el contexto y esto es gravísimo”.
En concreto, el trabajo recupera algunos testimonios de firmas que, "al obtener que se desviaban del discurso dominante de paridad entre las dos principales coaliciones, juzgaron que sus datos ser erróneos referencias y, ante el riesgo de quedar expuestas, ajustaron sus resultados".
Hacia una mejora de la calidad
Miró sostiene que los yerros en las encuestas se explican por la ausencia en Argentina de estándares de calidad, así como por la falta de control, ya que “todo el mundo publica encuestas”. “Una encuesta bien hecha es cara, y no todos están dispuestos a hacer la inversión que requiere”, añade.
Para asegurar la calidad de los datos y predicciones, sería preciso, de acuerdo a Miró, lograr una autorregulación de la industria de las encuestas en Argentina: “Esto permitiría establecer parámetros sólidos en relación a la muestra y que haya un control, una auditoría sobre el trabajo de cada encuestadora”, considera.
El trabajo de Miró y Jorge sostiene, además, que la existencia de una asociación profesional podría, a la vez que fijar normas de calidad, establecer un código de ética. Dos ejemplos de este tipo de entidades son: la American Association for Public Opinion Research y la British Polling Council. Estas asociaciones fijan en ambos países (Estados Unidos y Reino Unido) “estándares de calidad y difusión de datos de los sondeos y de las organizaciones que los realizan, para promover la transparencia y confiabilidad de los resultados”.
Miró también pone el ejemplo de consultoras oficiales, como el Centro de Investigaciones Sociológicas en España: “Es un organismo muy prestigioso que indaga, mayormente, sobre la confianza pública hacia las instituciones y dirigentes. Estas cuestiones son muy relevantes, ya que, si estamos en un momento de confianza institucional, la gente va a responder mucho mejor que si estamos en un momento de desconfianza”.
En definitiva, el trabajo subraya que “si las firmas comerciales no se autorregulan por medio de una asociación profesional, el público, la política y otros usuarios tienen razones para dudar de la transparencia y confiabilidad de los datos”.
Otro punto que, desde la perspectiva de Jorge y Miró, podría contribuir a mejorar la calidad de las encuestas en Argentina sería el desarrollo de un campo de investigación en las universidades sobre comportamientos electorales y opinión pública. “Necesitamos equipos que trabajen en la investigación social empírica y que analicen los resultados pasados, por ejemplo, por qué las encuestadoras se equivocaron. También, que puedan acceder a la base de datos de las empresas y les ayuden a mejorar las muestras. Porque las encuestas siguen siendo una herramienta central de la política. Eso es indudable”, asegura.
—¿Por qué el trabajo plantea un vínculo entre encuestas y democracia, sugiriendo que una mejora en la calidad de los sondeos contribuiría en una mejora del sistema democrático? ¿De qué le sirve a la ciudadanía conocer las predicciones en cuanto al voto?
—En tiempos que no son electorales, las encuestas de opinión pública sirven para evaluar la recepción de las políticas públicas por parte de los ciudadanos. En el sistema de comunicación política, la encuesta es la única forma que tienen la dirigencia política, los medios de comunicación y los periodistas de conocer cómo la ciudadanía percibe la aplicación de determinadas políticas a lo largo de una gestión, el grado de consenso, las condiciones de vida, etc. Cuando no hay elecciones, la única forma que tiene la opinión pública de hablar, de contestar, es a través de los sondeos. Por eso, es muy importante que funcionen bien, porque los actores políticos, gremiales, sindicales y empresariales van tomando decisiones en función de lo que dicen. En este círculo de la conversación política, la vuelta de los discursos públicos a la dirigencia son las encuestas: es la única herramienta. Entonces, para el funcionamiento de la democracia es muy importante que las encuestas funcionen bien.
Encuestadores y periodistas
La pérdida de confianza en la industria de las encuestas se debe también, de acuerdo a lo que plantean Jorge y Miró, "a la dificultad que encuentran las encuestadoras, medios y analistas para reconocer y comunicar la incertidumbre asociada a las estimaciones y pronósticos electorales" . "El argumento de que las encuestas están en crisis en todo el mundo no está respaldado por la evidencia empírica", aseguran.
Para mejorar la calidad de la información es necesario, entonces, avanzar en la "alfabetización estadística". Como plantean Cristopher Prosser y Jonathan Mellon: “Encuestadores, pronosticadores y periodistas necesitan lograr un equilibrio comunicando tanto la información real que proveen los sondeos como la incertidumbre que los rodea”.(3)
Los autores del artículo “La falla de las encuestas en las elecciones argentinas de 2019. Un análisis en perspectiva comparada internacional” son docentes universitarios e investigadores. José Eduardo Jorge es profesor en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. En tanto, Ernesto Marcelo Miró es profesor de Comunicación en la carrera de Diseño de la UNNOBA.
Se puede descargar artículo completo de JE Jorge y EM Miró, aquí
Diseño: Laura Caturla
Referencias
(1) Jowell, R., Hedges, B., Lynn, P., Farrant, G. y Heath, A. (1993). Las elecciones británicas de 1992: el fracaso de las urnas. The Public Opinion Quarterly, 57 (2), 238-263.
(2) Jorge, JE y Miró, EM (2021). La Falla de las Encuestas en las Elecciones Argentinas de 2019. Un Análisis en Perspectiva Comparada Internacional (El fracaso de las encuestas en las elecciones argentinas de 2019. Un análisis en perspectiva comparada internacional). Contreras, Claudio (Eds.).
(3) Prosser, C. y Mellon, J. (2018). ¿El crepúsculo de las urnas? Una revisión de las tendencias en la precisión de las encuestas y las causas de los errores en las encuestas. Gobierno y oposición, 53 (4), 757-790.
noviembre de 2021
Arquitectura de la pospandemia
Por Ana Sagastume
Los nuevos conocimientos sobre los modos en que se contagia y prolifera el virus que causa la enfermedad COVID-19 impactan no solamente en las interacciones humanas, sino también en el modo en que concebimos los espacios seguros. De esta forma, la ventilación natural y la posibilidad de interacción con distancia física parecen ser las condiciones básicas que deben ofrecer los lugares compartidos.
Aunque las pautas parecen claras —espacios ventilados y en los que sea posible estar a distancia de otro/a—, los hábitos no siempre se transforman al mismo ritmo que las certezas producidas por la ciencia. Así, mientras que algunas instituciones, comercios, empresas se adaptaron o reacondicionaron sus ámbitos colectivos a partir de nuevas normativas establecidas para el cuidado comunitario, otras no dieron respuesta a los aspectos relevantes del nuevo confort saludable. Quizás lo hacen con la ilusión de que el mundo vuelva a ser el mismo, previo a la pandemia. O bien, porque la inversión necesaria supera las posibilidades o intenciones.
Para el arquitecto Miguel Ángel Vecino, la pandemia no impuso nuevas condiciones a la arquitectura, sino que puso en valor viejas prioridades en el diseño de espacios: "Todos los espacios tienen que tener un aprovechamiento energético, tienen que poder ser ventilados, tienen que tener una conexión con el contexto, por una cuestión de salud y también de relación comunitaria".
Según Vecino, docente en las carreras de Diseño de la UNNOBA, algunas construcciones previas a 2020 fueron guiadas mayormente "por un interés especulativo, regido por lo económico, en detrimento de la flexibilidad y del uso apropiado de los espacios". Ese es el motivo central por el cual esas construcciones poseen dimensiones insuficientes para el desarrollo de necesidades básicas: "Se especula con el manejo de espacios mínimos, de alta prestación en renta inmobiliaria, pero que no agregan valor a la calidad de vida de las personas. Lo que la pandemia nos pone a considerar es la necesidad de espacios para un desarrollo cotidiano saludable. El imaginario de la salud, de aire puro y bienestar vuelven a tener relevancia".
Inversamente, Vecino rescata algunas edificaciones que, aunque fueron concebidas en el pasado, se diseñaron a partir de una "idea menos especulativa y más beneficiosa para la finalidad con la que fueron proyectadas” y que, por lo tanto, resultan más útiles que otras que "insinúan novedades y superficialidades vacías". Entre tantas, ejemplifica la de una clínica de Pergamino, diseñada por el arquitecto Mario Roberto Álvarez, en la década de 1940, con espacios amplios por donde circular y buena ventilación al exterior, reuniendo las condiciones necesarias actuales para el cuidado comunitario. "Posee una planta funcional, adaptable a funciones variadas en el tiempo y en armónica relación de usos y espacios. La intención y el buen uso de los recursos disponibles, junto a un buen proyecto, siempre redundan en una mejor arquitectura para todos", considera.
En cambio, para Vecino, cuando lo que guía el accionar es exclusivamente la dimensión económica, "ocurren problemas": "Sin dudas, forma parte, pero también se tienen que tener en cuenta otras variables: bienestar, sanidad, relación con el otro, cultura, sociedad", plantea el docente de las asignaturas Historia de la Cultura e Historia del Diseño de la UNNOBA
Sin embargo, la dimensión económica no es la única que explica la existencia actual de construcciones inapropiadas para prevenir contagios y mantener interacciones seguras. Existen edificaciones lujosas y, hasta hace poco, modernas, que hoy parecen de un tiempo muy lejano. Se trata de viviendas o edificios para oficinas que poseen amplias aberturas para maximizar el aprovechamiento de luz solar, pero en los que la ventilación tiene poca importancia. En su lugar, conciben la existencia de sistemas de refrigeración para enfrentar el calor durante la época estival. Este conjunto de condiciones pueden, precisamente, acrecentar el riesgo de contagio de enfermedades infecciosas, entre ellas la COVID-19.
Pero, ¿desde qué lugar estos espacios fueron imaginados si, como plantea Vecino, la arquitectura no cambió con la pandemia, sino que puso en vigencia principios que ya existían? Vecino analiza: "Esas arquitecturas, irónicamente, aisladas sobre sí mismas, tienen una relación interior-exterior ficticia en cuanto a intercambio. Son espacios de tendencia, que solo resuelven cuestiones de estética, estandarizadas en su resolución técnica como en su lenguaje arquitectónico, pensadas en función de otras condiciones, no es que no están pensadas". "Son las condiciones que impuso la cultura de la imagen", sintetiza.
Por otra parte, este tipo de edificaciones vidriadas cuya confortabilidad interna depende exclusivamente del empleo de aires acondicionados tienen otra desventaja: al consumir mucha energía eléctrica, contribuyen a acrecentar el efecto invernadero y el calentamiento global. "Hay que entender que el empleo de este tipo de tecnología impacta en el cambio climático", advierte Vecino. No obstante, el docente no apunta a eliminar los equipos de climatización, sino a racionalizar su uso. En ese sentido, la arquitectura juega un rol importante, ya que permite planificar el diseño de espacios que sean eficientes energéticamente.
Sin dudas, son muchos los espacios que deben adaptarse a partir de la evidencia científica. En el mismo sentido, se impone, según Vecino, la necesidad de revisar la reglamentación vigente para la construcción, revalorizar normativas ya existentes, así como controlar que todas ellas se cumplan. "Hay construcciones, por ejemplo, que hoy se producen con alto impacto ambiental o que no tienen ventilación directa al exterior", remarca y añade: "Además, las personas deben comprender que no hay que construir en todo el espacio disponible, ya que el espacio libre cumple un rol fundamental al equilibrar el espacio construido. Es una compensación lógica".
Para Vecino, es necesario repensar colectivamente lo que en la actualidad constituyen los "espacios apropiados" en la búsqueda de producir "mejor vida" y no mayores réditos económicos. "No dejaría librado al mercado o a los poderes hegemónicos este tema tan importante. Yo debo poder decidir sobre el espacio que quiero, en la medida en que todos lo hagamos, que todos podamos definir o discutir sobre lo colectivo y lo individual. Es decir que el espacio sea bueno para mí, pero también para los demás", plantea. En ese sentido, el profesional considera que el abordaje debe ser interdisciplinar: "La arquitectura debe recostarse en otras disciplinas para resolver este problema entre todos los involucrados".
Tendencias en la construcción de viviendas
La dilución de las barreras que separaban "lo público" de "lo privado" parece ser una de las transformaciones más significativas que produjo la pandemia en relación a los espacios. "Los dormitorios dejaron de ser íntimos y se transformaron, por ejemplo, en un espacio áulico, el living en un gimnasio y el patio en un lugar de intercambio, por ser un espacio más seguro. En nuestro imaginario está todavía la idea de lo privado y lo público, pero justamente la COVID hizo repensar y relocalizar esos lugares", explica Vecino.
A la vez, para el arquitecto y docente "hay rincones de la casa que fueron redescubiertos en esta pandemia, o que tienen nuevos usos, a partir de nuevas necesidades". Lo que se impone, entonces, es la concepción de espacios de manera tal que sean flexibles y adaptables a circunstancias cambiantes. "Puedo tener un espacio que sirva para teletrabajar, pero también para concentrarme y leer un libro", ejemplifica. De cualquier forma, hay valores que, para Vecino, deben permanecer en la búsqueda de que los espacios habitables promuevan el bienestar humano, entre ellos, la optimización de la luz solar y la vinculación con la naturaleza.
Esas condiciones que mencionó Vecino no son exclusivas para las viviendas, sino que se amplían a los espacios de trabajo y lugares públicos: "Había una tendencia productiva que se basaba en comprimir, copiar y repetir, y hoy nos volvemos a replantear que los espacios deben ser singulares, pero también adaptables y genéricos".
Flexibilidad y capacidad de adaptación parecen ser las características centrales de la "arquitectura de la pospandemia". Vecino sugiere que estas cualidades que se expresan, materialmente, en las construcciones, dan cuenta de una profunda transformación en nuestros vínculos y en nuestra percepción subjetiva: "Yo creo que esto de reacondicionarnos, de repensarnos, son cuestiones que se van a tornar cada vez más habituales. Me parece que el ver que uno puede cambiar es algo que llegó para quedarse".
Miguel Ángel Vecino es docente en las carreras de Diseño de la UNNOBA y coordinador regional del Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación del Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires.
Diseño: Laura Caturla
Parasitar y enfermar
Por Ana Sagastume
Las enfermedades transmitidas por ectoparásitos —tales como pulgas, garrapatas, piojos y ácaros— están aumentando significativamente en la actualidad, probablemente, como consecuencia de la sostenida intromisión de los seres humanos en ecosistemas naturales.
Desde el Centro de Bioinvestigaciones (CeBio) de la UNNOBA, la doctora Juliana Sánchez se dedica a estudiar a los ectoparásitos, pequeños organismos que residen en otros animales y pueden ser vectores de enfermedades infecciosas. “Es un hecho que las enfermedades transmitidas por ectoparásitos van en aumento. Una hipótesis sobre las causas está relacionada con la continua invasión de humanos en territorios que contienen animales silvestres que son reservorios de virus y bacterias”, sostiene.
Así y todo, los estudios sobre aspectos epidemiológicos de los ectoparásitos son “prácticamente inexistentes en Argentina”, a excepción de las investigaciones sobre garrapatas. De ahí la importancia de abrir líneas de investigaciones específicas, como es el caso del laboratorio que dirige Sánchez, dedicado al estudio de la “biodiversidad, ecología y epidemiología de ectoparásitos de mamíferos”.
Aunque el dato resulte sorprendente, el parasitismo constituye la estrategia más diseminada en el planeta por parte de los organismos para sobrevivir. Mientras muchos parásitos sólo implican un leve perjuicio para sus hospedadores, otros pueden provocarle la muerte. En particular, los ectoparásitos se caracterizan por ser pequeños organismos que se encuentran por fuera de otro animal (en el pelo, plumas o piel) y se benefician de éste.
Algunos parásitos se alimentan de la sangre (hematófagos) del anfitrión en algún momento de su ciclo vital (por ejemplo, las pulgas en la etapa adulta), mientras que otros lo hacen a lo largo de toda su vida (por ejemplo, las garrapatas). Es en ese momento cuando pueden transmitir enfermedades a los animales que los hospedan, incluidos los humanos.
Sánchez estima que a partir de la aparición de la COVID-19, enfermedad que se considera que surgió por la interacción de humanos con especies silvestres, es que los estudios de las zoonosis (enfermedades transmitidas por animales a humanos) comenzarán a cobrar relevancia a nivel mundial. En ese sentido es que considera que “dentro de las ectoparasitoris hay todavía muchas cuestiones para pensar y prestarles atención”.
Ectoparasitosis en establecimientos ganaderos
Una de las líneas de investigación desarrolladas desde el laboratorio del CeBio está dirigida a estudiar las enfermedades transmitidas por ectoparásitos de roedores en establecimientos ganaderos del norte de la provincia de Buenos Aires (tesis doctoral de Melanie Ruiz, becaria del CeBio). Este trabajo es realizado junto al grupo que dirige el doctor Regino Cavia (investigador del CONICET), del Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “Principalmente observamos que predominan las ratas en estos establecimientos, lo cual constituye un problema, porque este roedor es reservorio de un montón de enfermedades”, advierte Sánchez, licenciada en Ciencias Biológicas y doctora en Ciencias Naturales.
El circuito de la rata se inicia cuando acude a los establecimientos ganaderos para alimentarse. “El alimento del ganado les viene bárbaro —comenta la investigadora adjunta del CONICET—. Este tipo de ratas son sinantrópicas, es decir, que están donde está el humano, se benefician con todo lo que las personas puedan dejarle a la vista”.
En ese “paseo” en búsqueda de comida, la rata, que “hospeda” diversos ectoparásitos (pulgas, ácaros y piojos), los “traslada” hacia los establecimientos ganaderos. Allí, estos pequeños organismos aprovechan para “mudarse” a otros animales, como mamíferos domésticos o ganado, de quienes se siguen sirviendo para vivir. Esto no sería un problema mayor, si no fuera porque los ectoparásitos, al succionar la sangre, son capaces de trasmitir enfermedades infecciosas. “Puede ser también que una persona entre a un galpón y sea picada por una pulga que estuvo previamente en la rata, o puede ser que esa pulga que estuvo en la rata pase al gato y el gato esté en contacto con el humano en su casa. Todos esos circuitos se dan en este tipo de establecimientos rurales”, amplía Sánchez.
Entre las bacterias halladas en los vectores y animales se encuentran las especies del género Rickettsia, capaces de causar enfermedades en el humano conocidas como “fiebre manchada” y “tifus”. También hallaron Mycoplasma, que afecta directamente al cerdo, causándole anemia y limitando el crecimiento del animal. “En muchos casos los lechones o los fetos se mueren”, agrega la investigadora de CITNOBA y CeBio.
La bacteria Mycoplasma fue hallada tanto en los piojos que parasitan cerdos, como en la sangre de los cerdos mismos. “Una hipótesis que manejamos es que el piojo sea un vector mecánico de la bacteria. Es decir, el piojo pica a un cerdo y cuando pica a otro cerdo, al haber quedado la bacteria en su tracto bucal, se lo pasa al animal. Es como si fuera por contaminación. Aunque también puede ser que la bacteria cumpla un ciclo dentro del piojo y que ese piojo lo transmita directamente a cerdos. En ese caso actuaría como un vector biológico. Eso aun lo tenemos que determinar”, especifica.
Una de las condiciones que favorecieron la proliferación de ectoparasitosis fueron las transformaciones que hubo en el modo de explotación ganadera, la cual tendió a ser más intensiva. “Ahora hay mucho más hacinamiento, y si hay más hacinamiento hay más posibilidades de contagio entre los animales. A diferencia de los animales que son criados a campo, los que están hacinados tienen más posibilidades de albergar mayor cantidad de ectoparásitos”.
El estudio dirigido por Sánchez involucró un aspecto ecológico, buscando determinar qué factores incidían en la presencia y abundancia de ectoparásitos, entre ellos, la temperatura, el clima y las características de los hospedadores. “Encontramos que, a mayor abundancia de ratas, mayor presencia de ectoparásitos; esto tiene que ver con que hay una mayor posibilidad de contacto entre los roedores. También determinamos que las estaciones cálidas propician mejores condiciones para la proliferación y supervivencia de los ectoparásitos”, comenta.
Los resultados plantean recomendaciones puntuales a los productores: disminuir el número de roedores y desparasitar a los animales, especialmente en las estaciones cálidas y, con mayor frecuencia, en los establecimientos en los que exista mayor hacinamiento. “El objetivo de estos proyectos es aportar información para el bienestar de la población”, resume la investigadora del CONICET.
Perros y fiebre manchada
Otra de las líneas de investigación desarrollada desde el Laboratorio de Ectoparásitos de la UNNOBA apuntó al estudio de los organismos que parasitan animales domésticos. “Con perros y gatos tenemos una relación muy cercana y pueden ser ellos una vía de contagio y circulación de enfermedades. Da la impresión de que no estamos enterados de esto, ni en las conductas que se dan a nivel individual ni en las políticas a nivel municipal”, informó Sánchez.
El estudio estuvo dirigido a determinar la presencia de ectoparásitos (como pulgas y garrapatas) y bacterias patógenas, en perros de Junín y Pergamino que habitan tanto en zonas urbanas, semiurbanas y rurales (tesis de Licenciatura en Genética de Facundo Zanocco, dirigida por Juliana Sánchez y codirigida por Diana Acosta, becaria del CONICET en CeBio). Los resultados fueron inquietantes: hallaron la presencia de bacterias del género Rickettsia, que pueden transmitir una enfermedad conocida como fiebre manchada leve. “El ectoparásito (pulga o garrapata) actúa como vector del patógeno (la bacteria). Mientras al animal hospedador (perro) no se enferma, el humano, sí”, describe la investigadora.
Si bien la fiebre manchada leve, en esta latitud, no es grave, tampoco existen registros fidedignos de su real incidencia en la región. “Son, en general, enfermedades que comienzan con síntomas muy similares a los de la gripe, entonces pasan desapercibidas. Cuando aparecen estas fiebres manchadas leves no terminan en algo complicado, pero existen fiebres manchadas en el norte de nuestro país que llegan a ser letales, lo cual está relacionado con otro tipo de vectores”, señala.
Resulta alentador para el campo de investigación en ectoparasitosis que, en 2019 el Ministerio de Salud de la Nación haya resuelto que las enfermedades provocadas por Rickettsia, tal como las fiebres manchadas, sean “de notificación obligatoria”, lo cual asegura contar, en un futuro, con datos más concretos sobre la incidencia de la enfermedad en la provincia. “Nosotros siempre nos acercamos a los médicos para dar cursos o charlas, e informarles que está circulando este patógeno. Esta resolución del Ministerio colabora con nuestros objetivos, porque antes estas enfermedades no quedaban registradas. Desde ahora vamos a poder hacer un relevamiento y conocer a cuántas personas afectan”, plantea.
Para prevenir la transmisión de las enfermedades a través de los animales domésticos, las recomendaciones son las mismas que con respecto al ganado: “Desparasitar y tener en cuenta que durante el verano es cuando más proliferan los ectoparásitos. Es decir, cuando hace más calor es cuando más hay que desparasitar”.
Diseño: Laura Caturla
La omisión en la Constitución y la institucionalidad
Por Pablo G. Petraglia
Director de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas
Profesor de Derecho Constitucional y Derecho Público (UNNOBA)
El reciente fallo de la Corte Suprema en el caso “Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires c/Estado Nacional (Poder Ejecutivo Nacional)” trajo mucho para decir desde el derecho constitucional. El tema de la presencialidad o no en las escuelas es el que dominó la agenda pública, pero en la doctrina especializada fueron la emergencia y sus límites y la conceptualización de la CABA como “ciudad constitucional federada”.
Sin embargo, existe otra cuestión que no es menor y que debe resaltarse. Toda la polémica y las divergencias fácticas podrían haberse solucionado en un ámbito que la propia Constitución Nacional trae como escenario.
El Decreto de Necesidad y Urgencia N° 125/2021, en el art. 3, detalla y describe qué entidades políticas integran el AMBA, Área Metropolitana de Buenos Aires, conformada por la CABA y partidos de la provincia de Buenos Aires.
En tanto, en el texto constitucional existe una división del poder en territorio estableciendo cuatro figuras: el estado federal, referenciado más fácil como “la Nación” o “el estado nacional”; las provincias, que conservan todo el poder no delegado expresamente al estado nacional; los municipios que son autónomos, conforme el alcance y contenido que les brinda cada Constitución Provincial; y la CABA con la autonomía que le otorga el art. 129.
La reforma de la Constitución en 1994 trajo la incorporación, en el art. 124, a la “región”. Dice: “Las provincias podrán crear regiones para el desarrollo económico y social y establecer órganos con facultades para el cumplimiento de sus fines y podrán también celebrar convenios internacionales en tanto no sean incompatibles con la política exterior de la Nación y no afecten las facultades delegadas al Gobierno federal o el crédito público de la Nación; con conocimiento del Congreso Nacional. La ciudad de Buenos Aires tendrá el régimen que se establezca a tal efecto”. La región no es un nuevo ente político, sino un espacio geográfico, humano, social, económico en donde las entidades políticas puedan coordinar y desarrollar gestiones en común.
Estaba en manos de las provincias y de la CABA, ya que su Estatuto se lo permite, generar dichos ámbitos para crear regiones y articular políticas públicas en conjunto.
No debe haber zona de nuestro país con más necesidad de coordinar políticas públicas comunes que la CABA y todo lo que la circunda: el Gran Buenos Aires. Si hay una “región” bien clara en toda la geografía nacional, esa es el AMBA.
El gran problema es que el AMBA no tiene jerarquía para ser una "región" constitucionalmente hablando. Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda en voto conjunto del fallo citado expresan que no se puede otorgar al “AMBA” trato de “región” como sujeto constitucional del sistema federal argentino y que no puede ser entendido como la constitución de una “región”, en los términos del art. 124 de la Constitución Nacional.
El AMBA es definido por un decreto, cuando del propio texto constitucional plantea que la creación debe ser por el impulso de las provincias (y en el caso de la CABA). Si el AMBA se hubiera constituido como región, se podría haber creado un organismo que regulara coordinadamente, y lograra, en definitiva, poner en práctica el federalismo de concertación, a la luz de los principios de “buena fe” y “lealtad federal”.
La ausencia del uso de esta herramienta de manera eficaz y asidua para resolver cuestiones es otra de las tantas anomalías de nuestra práctica institucional que degradan la calidad de la democracia.
Lamentablemente, no es la única omisión y falencia en el ejercicio de nuestra Carta Magna. Enumeramos algunas:
- Desde el texto primigenio de 1853/1860, en tres artículos de una Constitución de cientos diez, se disponía establecer el juicio por jurados. Son contadas las provincias que lo han regulado, desde hace muy poco tiempo, y solo para casos graves.
- En 1957 se introdujo el derecho a la participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; aún permanece sin reglamentación legal.
- La reforma de 1994 estableció en la Disposición Transitoria Sexta que el nuevo régimen de coparticipación debía sancionarse antes del final de 1996. El plazo se encuentra ampliamente vencido sin que se haya aprobado hasta ahora la nueva ley.
- Desde 2009 no hay Defensor del Pueblo nombrado.
- La Auditoría General de la Nación se rige por una ley previa a su elevación a jerarquía constitucional
- El Consejo de la Magistratura de la Nación funciona con una ley de 2006 ya que su reforma de 2013 fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema
- El Ministerio Público ha sido pobremente regulado en el art. 120 y de allí la problemática que lo aqueja. En este caso es bueno recordar que el dictamen de la minoría en la Convención Constituyente de 1994 traía un texto más preciso y riguroso y que hubiera evitado las actuales polémicas.
- El pacto de 1853/1860 de representación en las Cámaras del Congreso que implicaba igualdad en el Senado y en proporcionalidad a la población en Diputados se haya vulnerado de manera escandalosa. En septiembre y noviembre vamos a ir a las urnas para elegir a nuestros representantes con la foto que se obtuvo en el Censo de 1980 y con la distribución de bancas para la Cámara de Diputados que hizo Bignone.
La Constitución también es un programa de gobierno. Las omisiones hablan mucho de cómo nos llevamos con la institucionalidad y qué han hecho (o dejado de hacer) nuestros dirigentes con el rumbo que marcó el pueblo soberano en ejercicio del poder constituyente.
Conforme la teoría desarrollada por Daron Acemoğlu y James Robinson, los países que fracasan son los que tienen débiles instituciones. Será condición para no caer en ese listado cumplir el mandato constitucional, o reformarlo si vemos que no se pudo hacerlo en un plazo razonable. La indefinición institucional atenta contra los deseos plasmado en el Preámbulo que son de una vigencia perenne: constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidad la paz interior proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad. Esta hoja de ruta sigue intacta, habrá que mejorar los instrumentos. Solo así honrará a la República.
Diseño: Laura Caturla
Ensayando sabores nuevos
Por Ana Sagastume
Ya sea para realzar el sabor de una comida, para enmascarar el sabor de un plato insulso o para apreciarlo en toda su singularidad, el queso constituye uno de los productos más empleados en las mesas argentinas. De hecho, según datos oficiales del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, casi el 90% de los establecimientos lecheros del país se dedican a su fabricación.
Pero ¿de qué manera, a partir de ese material fluido y resplandeciente, se obtiene ese otro producto sólido y de tonos diversos que van del blanco al naranja, pasando por una infinidad de amarillos? ¿Cómo se logra el "milagro" fisicoquímico, descubierto por la humanidad, mucho antes de que la ciencia pudiera explicarlo, y que tiene la virtud de alargarle la vida a algo que estaba pronto a caducar?
En rigor, el queso no es más que leche coagulada o cuajada. Valentina Crosetti, ingeniera en Alimentos de la UNNOBA, especifica: “Lo que tienen en común todos los quesos, ya sean de blandos, semiduros o duros, de vaca, oveja o cabra, es el proceso de coagulación. Eso ocurre porque la leche tiene una proteína, la caseína, que al añadirle un coagulante (enzima) o un ácido, la precipita. De esta manera, por un lado queda el coágulo con la mayor parte de caseína, que luego de un cuidadoso proceso de maduración se transformará en queso. Por el otro el suero, en forma de un líquido verdoso, lo cual se separa y reutiliza”. Precisamente, como la caseína quedó concentrada mayormente en el “coágulo” mediante el proceso de cuajado, puede decirse que el queso tiene mayor valor proteico que la leche.
En este momento, Valentina Crosetti participa de un proyecto de investigación de la UNNOBA que tiene por meta explorar el empleo de insumos no tradicionales para el desarrollo de quesos de pasta blanda (dirigido por Julio Lima y codirigido por Agustín Sola). Este proyecto se lleva adelante en el Laboratorio de Alimentos de la UNNOBA, donde Crosetti ya comenzó a desarrollar los experimentos que constituyen su tesis doctoral sobre coagulantes y fermentos alternativos en quesos de pasta blanda (dirigida por María Gabriela Grigioni, investigadora en INTA-CONICET Castelar, y codirigida por María José Torres, docente e investigadora de UNNOBA).
¿Por qué se optó por quesos de pasta blanda para el proyecto y no por los de pasta dura o semiblanda? “El queso es uno de los principales productos consumidos en Argentina —justifica Valentina— y, entre ellos, el cremoso o Cuartirolo es uno de los más importantes”. “Se usa para la pizza, en las milanesas, en las galletitas... siempre nos salva”, sintetiza de modo ocurrente la ingeniera y por fuera del “guión” académico.
Descubriendo el poder de los coagulantes vegetales
Tradicionalmente, para la elaboración del queso se empleó como “cuajo” o “coagulante” una parte del estómago de la cría de la vaca, oveja o cabra que contiene renina, es decir, un conjunto de enzimas que “rompen o cortan” proteínas. Entre ellas la principal es la quimosina. “Todos tenemos proteasas en el estómago, que son las enzimas que rompen la cadena de aminoácidos que conforman la proteína, facilitando la digestión. El ternero consume leche y tiene las proteasas para digerir sus proteínas, entre ellas la que corta la caseína y se usa para coagular la leche ”, explica Valentina Crosetti.
Obtener este cuajo es un proceso complejo y además tiene un alto costo, por eso la industria comenzó a emplear otros métodos para obtener coagulantes. Por ejemplo, a través del cuajo microbiano o quimosina recombinante. “Como la demanda de quesos va creciendo en el mundo, hay que buscar alternativas más rentables y fáciles de obtener. Ahí es cuando surgen los cuajos microbianos”, señala Crosetti, quien es docente en la carrera Ingeniería y Tecnicatura en Alimentos.
En la UNNOBA dieron un paso más: están explorando el empleo de otro tipo de un coagulante no tradicional, obtenido a partir de la flor del alcaucil que se cultiva en el Campo Experimental de la Universidad. “Cada vez es más común, la búsqueda de productos diferenciados. De esta manera, al emplear un coagulante de otro tipo, se puede lograr un queso con una característica sensorial distinta a lo que ya conoce, es decir, darle un valor agregado”, asegura. “Además, hoy en día están muy en auge los productos obtenidos de forma natural. Entonces, las ventajas son varias: por un lado se le da valor a productos que habitualmente se desechan y no se usan para la industria, como es el caso de la flor madura de alcaucil, y, al mismo tiempo, se ofrece un producto con características sensoriales y nutricionales distintivas”, resume.
El antecedente principal para investigar las posibilidades que brinda la flor de alcaucil lo constituye el uso extendido de la flor de cardo como coagulante en países como España, Grecia y Portugal. “Hace varios años que se usa el cardo para coagular la leche de cabra. Incluso hay quesos que tienen denominación de origen. Entonces, desde el equipo que conformamos en el Laboratorio de Alimentos pensamos que habría indicios para considerar que el alcaucil, que es de la familia del cardo y que también tiene este poder coagulante, se podría utilizar para desarrollar quesos con características diferentes a los que se comercializan”, rememora.
Y no se equivocaron. A través de ensayos, probaron que el queso obtenido con este coagulante natural (flor de alcaucil) poseía características satisfactorias, similares a otros industriales. “Comparamos las propiedades funcionales del queso elaborado en el laboratorio, con el de marcas líderes, el cual es logrado con coagulantes microbianos o de animales”, cuenta.
De esta manera, el equipo concluyó que el queso con coagulante de flor de alcaucil poseía buena derretibilidad, es decir, tenía la capacidad de moverse hacia los lados cuando se calienta en el horno (de manera similar a otros quesos industriales). También tenía un buen nivel de pardeamiento, esto es, que se oscurecía al ascender su temperatura. “Es algo valorado, ya que en apariencia el producto parece más apetitoso”, grafica la ingeniera. Por último, también determinaron que tenía escasa liberación de aceite. “La grasa del queso debería fundirse al ser sometida al calor. Está aceptada cierta liberación de grasa, pero no en exceso”, comenta.
Pero el camino de la investigación no es lineal, ni está libre de escollos. Implica la puesta en marcha de ensayos y experimentos que dan lugar a aciertos y errores. Tanto unos como otros permiten avanzar en el conocimiento, aunque son los primeros los más preciados para su aplicación en la industria.
Mediante los ensayos sucesivos, detectaron un defecto sensorial a corregir. “Fuimos aumentando, paulatinamente, el volumen de la leche empleada. Comenzamos de a poco y cuando llegamos a los 2 litros de leche para la elaboración de queso, notamos que el producto tenía un dejo amargo”, relata Crosetti.
Químicamente, esto se explica por la “capacidad proteolítica” de los coagulantes, que consiste en la potencialidad de cortar la proteína de la leche (caseína) en varios lugares. “Lo que tiene que tener un coagulante para que sea bueno, además de esa capacidad para cuajar, es poca actividad proteolítica. Porque si la proteína tiene muchos cortes, esto puede dar como resultado un sabor amargo”, puntualiza la ingeniera. En resumen, a mayor capacidad proteolítica, mayor sabor amargo.
En efecto, mientras el cuajo animal y microbiano tienen baja actividad “proteolítica”, lo que implica que el proceso de coagulación esté controlado, los cuajos vegetales pueden continuar cortando la proteína y dar como resultado ese sabor amargo no buscado. “Lo que estamos ensayando, entonces, es el ajuste de otros parámetros del proceso de elaboración, tales como la temperatura, la sal y el contenido de agua, para que en determinado momento puedan inactivar a la enzima y ésta no continúe cortando a la proteína, generando ese sabor no deseado”, adelanta.
Sin dudas, el aspecto sensorial es una parte crucial de los ensayos experimentales. “Apuntamos a lograr un sabor intenso, con una textura distinta respecto de los quesos que ya conocemos”, imagina la ingeniera de la UNNOBA.
Simultáneamente a que continúan los ensayos para lograr un sabor diferenciado, el equipo está evaluando el método más apropiado para la conservación, transporte y uso del coagulante vegetal. “Lo que estamos ensayando es cómo vamos a conservar el coagulante, si lo vamos a congelar, o si lo podemos convertir en un polvo deshidratado”, anticipa la docente.
La investigación tiene por meta la transferencia de conocimientos, especialmente, dirigida a pequeños y medianos productores. “Nos parece que si cuentan con ingredientes alternativos, pueden obtener un producto diferenciado en el mercado”, sostiene Crosetti y añade: “Estamos pensando en PyMEs artesanales que son las que quizás más necesitan un 'empujón' o ayuda, pero estaríamos abiertos a quien le interese. La idea sería generar conocimiento técnico para poder asesorar en todo el proceso y brindar servicios desde la Universidad. Es decir, nosotros estamos recorriendo todo un camino a través de experimentos, entonces pretendemos evitar que la PyME tenga que volver a transitarlo”.
Azúcar devenida en ácido
Además del cuajo, existe otro elemento fundamental que contribuye en que el “milagro fisicoquímico” ocurra, es decir, que la leche se convierta en queso. En otras palabras, un ingrediente que ejerce un rol crucial en esa conversión: el fermento. “Lo que hace un fermento es bajar el pH de la leche, que es similar al agua, casi neutra. Lo que buscamos es que ese pH sea óptimo para la enzima (coagulante) que vamos a usar. Porque, por así decirlo, hay enzimas que para cumplir su función se sienten más cómodas a cierto valor de pH”, detalla.
En rigor, los fermentos no son enzimas, sino microorganismos. Su tarea consiste en convertir a la lactosa de la leche, en ácido láctico. Esto permite dar comienzo al proceso de coagulación. Crosetti describe: “En inglés a los fermentos se los llama starter, porque dan inicio al proceso. Van bajando el pH y, cuando éste llega a cierto valor, se añade el coagulante. Imaginate del 6.8 al 6.4 de pH... todo ese camino lo recorre el fermento, que va consumiendo la lactosa y formando el ácido láctico”.
Posteriormente a la coagulación que da forma al queso, el fermento sigue actuando y bajando el pH. En otros términos, haciendo más ácido el producto, llegando a 5.4 de pH. Esto ejerce una función importante en la conservación del queso, tal como aclara la ingeniera: “En valores bajos de pH, disminuye el riesgo de que crezcan microorganismos perjudiciales. Entonces, es una manera de prevenir que el producto sea atacado por bacterias patógenas”.
Los fermentos más usados en la industria son “bacterias lácticas, benéficas, no perjudiciales para la salud”. Como alternativa a este uso tradicional, el grupo está experimentando con una cepa de levadura de cerveza que tiene la particularidad de no generar fermentación alcohólica. “Estamos realizando ensayos para determinar si contribuye a acidificar la leche, cumpliendo la misma función que cumplen las bacterias lácticas en el queso o si puede tener algún otro beneficio como fermento secundario”, especifica. Esta línea de investigación fue recientemente incorporada y orientada por la doctora Leticia Baccarini, docente de UNNOBA e integrante del Laboratorio de Alimentos.
Como en el resto de los ensayos realizados por el equipo del laboratorio, uno de los objetivos centrales del equipo de investigación apunta a lo sensorial : “Queremos determinar si resulta mejor usar la levadura de cerveza sola o combinada con bacterias lácticas, dando lugar a la generación de metabolitos que brinden un beneficio al aroma o sabor. Estamos apuntando a obtener un producto con características sensoriales y fisicoquímicas diferentes a los productos tradicionales que uno ya conoce”.
Diseño Laura Caturla
Doctorados en pandemia
Por Ana Sagastume
Tienen alrededor de treinta años, son de la zona y ya alcanzaron el máximo grado académico que una Universidad puede otorgar. Son las nuevas doctoras y los nuevos doctores de la UNNOBA, quienes obtuvieron su título en el contexto inusual que impuso la pandemia.
De esta forma, la Universidad dio un paso hacia ese horizonte planteado como aspiración máxima: excelencia académica. Porque estas jóvenes doctoras y doctores, también son docentes que forman e inspiran a estudiantes de la UNNOBA que ingresan con la ilusión de convertirse en profesionales. Gastón Crupi, director de Relaciones Internacionales, informa que, precisamente, una de las dimensiones que se tienen en cuenta para calificar a las Universidades es la cantidad de docentes que alcanzaron el máximo grado académico: “Uno de los ítems que miden los ranking internacionales de Universidades es la cantidad de docentes que obtuvieron doctorados”.
Pero el aporte a la sociedad de estos jóvenes, no se limita a asegurar la calidad de los equipos docentes, sino que también se vincula con los nuevos conocimientos que fueron capaces de generar en su tarea de investigación para la región y para el país. En efecto, para obtener un doctorado es necesario demostrar que se efectuó una contribución significativa en determinada área de conocimiento. La secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia, Carolina Cristina, considera: “Este esfuerzo tiene muchísimo valor, no solo para quienes se doctoraron, que dieron un paso fundamental en su crecimiento profesional, sino para la Universidad misma que produjo nuevos conocimientos valiosos para la sociedad”.
Así, en el entorno enriquecedor de un equipo de investigación, dos doctoras generaron nuevos saberes en el campo de salud humana a partir de hallazgos en el comportamiento de los tumores; otras dos, en el mejoramiento de las pasturas destinadas al ganado; dos doctores realizaron aportes en la producción agropecuaria; en tanto, otra de las doctoras lo hizo con la meta de aprovechar residuos industriales y mejorar el funcionamiento de motores.
Mejores pasturas para la ganadería
Los suelos altos, menos susceptibles a inundarse, son los más codiciados para los productores agrícolas porque aseguran un mayor rendimiento. De esta manera, la ganadería en el país tendió a desplazarse a los suelos más bajos, en cuencas y depresiones, los cuales comparten un mismo problema: la salinidad.
Agostina Affinito, ingeniera agrónoma de la UNNOBA y ahora doctora en Ciencias Agrarias (UNR), explica con claridad el problema: “Al expandirse la agricultura, la ganadería se desplazó a suelos con este tipo de limitantes. Por eso resulta necesario generar cultivares de forrajeras que puedan adaptarse a estas condiciones y que, al mismo tiempo, presenten buena calidad y productividad”.
Agostina, quien nació y vive en Pergamino, se abocó al estudio de lotus, una leguminosa que permite reemplazar a otras, como la alfalfa, que no se adaptan a suelos salinos: “Trabajé desde el punto de vista molecular para determinar por qué lotus tolera la salinidad, es decir, qué mecanismos de tolerancia emplea”. Su estudio demostró la importancia de una proteína transportadora que se encarga de "secuestrar" al sodio, haciéndolo menos tóxico.
Con tan solo 30 años, Agostina considera que a partir de la investigación, realizada con una beca CITNOBA-CONICET, bajo la guía de Antonio Díaz Paleo y Adriana Andrés, “se podrían generar en un futuro cultivares que sean más tolerantes a la salinidad combinando técnicas biotecnológicas y del mejoramiento genético tradicional”.
Mariela Acuña comparte varias cosas con Agostina: vive en Pergamino, se doctoró en Ciencias Agrarias en la UNR y es docente de la UNNOBA (de “Mejoramiento Genético”, de la Licenciatura en Genética, y del “Taller de Formación en la Investigación”, de Ingeniería Agronómica). Pero la coincidencia más importante es que partieron de un mismo diagnóstico y problema: el empleo de especies forrajeras en suelos con exceso de sales. En su caso estudió al agropiro alargado cuyo uso está muy extendido en este tipo de suelos.
Mariela investigó qué genotipos de agropiro alargado se comportaban mejor en suelos con exceso de sales. “Entre otros parámetros, evalué la relación potasio-sodio. En una planta expuesta a exceso de sodio, éste compite con el potasio e intenta desplazarlo para poder ingresar. Si hay mucho sodio dentro de la planta, entonces la intoxica y esa hoja termina muriendo. Por eso es importante mantener elevada esta relación potasio-sodio”, especifica. En consecuencia su investigación se abocó a determinar qué parámetros y variables eran importantes a la hora de seleccionar genotipos que toleraran este tipo de “estrés abiótico”.
En suma, el aporte de su investigación en el campo de las Ciencias Agrarias podría dar lugar a emplear parámetros más eficientes al momento de seleccionar genotipos para obtener cultivares altamente productivos en esos ambientes, en el marco de programas de mejoramiento de la especie”. Su tesis de doctorado, dirigida por Adriana Andrés y realizada a partir de una beca INTA, fue seleccionada para la Jornada Doctoral Franco-América Austral realizada en el mes de noviembre.
Salud: más conocimiento sobre tumores
Fiorella Spinelli tiene 32 años, nació en Lincoln y, hasta hace muy poco, los alumnos de la Escuela Secundaria “Presidente Domingo F. Sarmiento” tuvieron el privilegio de tenerla como docente de Ciencias Naturales. Ahora los destinos la llevaron muy lejos: se encuentra en la Universidad de Nantes, Francia, con una beca postdoctoral en el Centre de Recherche en Cancérologie et Immunologie Nantes Angers.
Para doctorarse, bajo la dirección de Laura Alaniz, Fiorella estudió el denominado “microambiente tumoral”, es decir, “aquellas células, moléculas y vasos sanguíneos que rodean al tumor”. “Más específicamente —explica— trabajé con una molécula que se llama ácido hialurónico e investigué como modula no solo a las células tumorales, sino también a las células inmunológicas que se encuentran en el tumor y que muchas veces contribuyen a su progresión”. En rigor, las células tumorales, por lo general, secretan señales que “manipulan” a las células del sistema inmune y las obligan a participar del crecimiento tumoral”.
Una parte de su tesis doctoral involucró el estudio de ácido hialurónico químicamente modificado. “En ensayos preclínicos, el ácido sulfatado demostró tener un rol antitumoral y antiangiogénico en cáncer de mama. Si bien son necesarios más estudios, estos resultados son de gran interés ya que permitirían en un futuro complementar y aumentar el éxito de los agentes antiangiogénicos e inmunológicos en las quimioterapias actuales para cáncer de mama”, describe Fiorella, quien realizó el primer año del doctorado con una beca de estudios de la CIC y el resto con una beca doctoral del CONICET.
Como Fiorella, Gianina Demarchi, de 31 años, se doctoró en Ciencias Biomédicas por la UNR. Nacida en Casilda, Santa Fe, Gianina se mudó a Pergamino para estudiar licenciatura en Genética y luego a Junín, para desarrollar sus tareas en el CIBA, ámbito donde realizó su tesis doctoral.
Bajo la dirección de Carolina Cristina, Gianina estudió a un grupo de proteínas y componentes de las células y su entorno, involucradas en el desarrollo de tumores de la glándula hipófisis. “Nuestro trabajo aporta nuevos conocimientos sobre la función de estas moléculas en el desarrollo de esos tumores y en su tratamiento quimioterápico. Las moléculas demostraron una activa participación en las distintas condiciones, por lo que podrían ser un posible blanco de estudio en la búsqueda de nuevos tratamientos para los pacientes con tumores hipofisarios resistentes y agresivos, complejos de tratar eficazmente”, considera Gianina, quien realizó su doctorado con una beca del CONICET para desarrollar en CITNOBA.
Gianina imagina que con tiempo, y si esta línea de investigación siguiera su curso, se podría “contar con nuevas alternativas para los casos que no tienen tratamiento efectivo, aportando nuevas herramientas para lograr una mayor esperanza y mejor calidad de vida para estos pacientes”.
Producción porcina de mejor calidad
Contar con nuevos conocimientos vinculados a la producción porcina resulta una meta atractiva en el contexto mundial actual, ya que China, una de las economías más importantes del mundo, es la principal consumidora de esta carne. Carlos Figueroa, de 31 años, realizó en su tesis aportes en esa línea a partir de una beca doctoral CITNOBA (CONICET-UNNOBA-UNSADA).
Nacido en Pergamino, Carlos se graduó como licenciado en Genética de la UNNOBA y el ámbito en que desarrolló sus investigaciones fue el Centro de Bioinvestigaciones (Pergamino), bajo la dirección de Mariano Merino (director) y Gabriela Fernández (codirectora).
En principio, este genetista encontró que mientras la producción porcina mundial se manejaba con híbridos mejorados a partir de unas pocas razas de cerdo, los pequeños productores de la región poseían una “mayor variabilidad genética y combinaciones que no se encontraban en la genética actual”. De esta manera esos pequeños productores podrían funcionar como “reservorios de variabilidad genética”. “Estas evidencias podrían dar lugar a acciones de conservación de algunas razas 'criollas' que se encuentran en peligro de extinción”, plantea el nuevo doctor en Ciencias Veterinarias (UNR). “Esas razas criollas son muy poco frecuentes en Argentina y, menos aún, en la zona donde se desarrolló el estudio”, remarca.
Por otra parte, su investigación también demostró la frecuencia de una mutación genética en cerdos conocida como “gen halotano”, la cual produce una enfermedad hereditaria grave (hipertermia maligna). Esta enfermedad, además de disminuir la calidad de la carne, conduce a muchos cerdos a la muerte. “Esta investigación podría dar lugar a trabajos mancomunados entre sectores privados y públicos, para tratar de erradicar completamente la mutación y generar un claro beneficio a los productores porcinos”, plantea Carlos Figueroa, quien se desempeña en la UNNOBA como docente de “Genética de Poblaciones” y “Biodiversidad y Recursos Genéticos”.
Genes involucrados en la floración de trigo
Thomas Pérez Gianmarco tiene 30 y se doctoró este año en Ciencias Agropecuarias (UBA), bajo la dirección de Fernanda González. Nacido en Pergamino, se mudó varias veces en su infancia y adolescencia: a Santa Fe, México, Brasil. En su juventud, los destinos lo trajeron nuevamente a Pergamino, donde culminó su carrera de Ingeniería Agronómica en la UNNOBA. Pero siguió viajando y en la actualidad reside en Lleida, España, donde también realizó experimentos para su tesis doctoral en el Laboratorio de Ecofisiología Vegetal de la Universitat de Lleida, los cuales complementó con los que había realizado en INTA-Pergamino.
Como becario del CITNOBA, Thomas basó su tesis intentando comprender la relación entre ciertos genes del trigo y la respuesta de la planta a los cambios del ambiente (fotoperíodo) al que se expone. “Por respuesta entendemos, por ejemplo, los cambios en el rendimiento potencial”, aclara Thomas.
A pesar de que el tema puede resultar difícil para no entendidos, Thomas pone empeño en comunicarse y para ello, le incorpora ciertos atributos humanos a los vegetales, como el poder de decisión. “La decisión más importante que toman las plantas en su vida es tal vez la de cuándo florecer—dice el nuevo doctor—. El ambiente que la rodea en ese momento determina su éxito en dejar descendencia. Eso a nosotros nos interesa, porque cuando las plantas son cultivos de granos, su éxito hace al rendimiento de esos cultivos. Para tomar esta decisión, las plantas se informan del ambiente que las rodea mediante distintas señales. Una de ellas es el largo de los días, o sea, fotoperíodo. El trigo, por ejemplo, adelanta su floración o espigazón, y su ciclo a medida que los días se hacen más largos. Pero no todos los cultivares responden de igual manera a cambios en la longitud del día. Esta respuesta es una característica determinada por un grupo de genes para los que hay variabilidad entre los cultivares”.
Thomas cree que, en un nivel práctico, el conocimiento que aporta su tesis “puede ayudar a diseñar nuevos cultivares de trigo, mejor adaptados a un ambiente particular o de mayor rendimiento potencial, con base a la información genética”. “Con esta información se podrían disminuir el número de ensayos a campo en diversos años y localidades, para ahorrar así tiempo y recursos en la obtención de nuevos cultivares”, considera.
Aprovechar los residuos del biodiésel
Eugenia Chiosso tiene 31 años. Nacida en la localidad de Chacabuco, estudió Ingeniería en Alimentos en la sede Junín de la UNNOBA. En su tesis, que le permitió obtener el doctorado en el área Química de la UNLP, trabajó a partir de uno de los residuos industriales obtenidos en la producción de biodiésel: el glicerol. Lo hizo mediante una beca del CONICET “para temas estratégicos”.
“Como la producción de biodiésel aumentó considerablemente en los últimos años, se generó una sobreoferta de glicerol, lo que causa una disminución en su precio. Esto también constituye una oportunidad para desarrollar nuevos productos que tengan al glicerol como materia prima”, fundamenta Eugenia, docente en la UNNOBA de "Bioingeniería y Bromatología", en la carrera Ingeniería en Alimentos.
Bajo la guía de Mónica Casella (directora) y Andrea Merlo (codirectora), Eugenia trabajó a partir de la reacción química conocida como “eterificación”, de la cual se pueden obtener “éteres de glicerol”. Esos "éteres" pueden ser usados como aditivos para combustibles de petróleo o biodiésel, mejorando así el funcionamiento de un motor.
Además, Eugenia desarrolló catalizadores, que funcionan como “asistentes” en la eterificación. “Llegué a preparar un catalizador sólido de manera sencilla, rápida y económica en cuanto a tiempo y costo de materiales”, cuenta. Y añade: “Ese material que conseguí tuvo buen desempeño con las muestras de glicerol que nos dio la empresa Biobin SA”. En la actualidad, Eugenia pertenece al Grupo de Investigación en Biomasa y Medio Ambiente (GIBiMA) de la UNNOBA.
Doctorarse en pandemia
La secretaria de Investigación, Carolina Cristina, valoró el esfuerzo personal que estos universitarios realizaron: “Un doctorado es un paso importantísimo en el desarrollo de un profesional, que les demanda mucho empeño y sacrificio”. A esta situación, de por sí estresante para quienes se estaban doctorando, se le sumaron las condiciones particulares que impuso la pandemia: “El cierre de un doctorado es muy complejo, desgastante. Involucra un intercambio constante entre director y tesista para la elaboración de los manuscritos finales. Ese ida y vuelta, tan necesario, que muchas veces requiere de revisión de materiales del laboratorio, no se pudo hacer de manera presencial, lo que complejizó aún más el proceso de cierre”.
A Cristina le tocó vivir de cerca esta situación, ya que fue directora de una de las tesistas (Gianina Demarchi). “Nos costó mucho cerrar el doctorado porque, al mismo tiempo, nos estaba absorbiendo la pandemia”, cuenta Cristina quien, como directora del CIBA y junto a Gianina, Fiorella (Spinelli) y un grupo de profesionales, estaban abocados al diagnóstico de COVID-19 en la región. “Había momentos en los que había que abstraerse como fuera de la emergencia sanitaria para poder avanzar”, recuerda.
Cristina remarca que un doctorado es “un logro conjunto, no solo del becario, sino de todo un equipo de investigación”. En esa línea, felicitó a “cada una de las doctoras y doctores, directoras, directores, codirectores y codirectoras, porque realizaron un aporte muy valioso para el desarrollo de la Universidad y la región”.
Diseño: Laura Carturla