20 años educando en el corazón productivo
Por Lorena Berro
Hace veinte años, jóvenes de Pergamino, Junín y una amplia región migraban a grandes centros urbanos para formarse en carreras universitarias vinculadas a la producción agroalimentaria oa la genética y muchos no regresaban, o lo hacían luego de muchos años si conseguían insertarse laboralmente en empresas de la zona. La creación de la UNNOBA y los vínculos estratégicos establecidos con instituciones de larga tradición en el campo de la investigación y la docencia fueron modificando esa realidad y, para estudiar en la universidad, ya no era necesario irse “lejos de casa”.
Emplazada en el corazón productivo del país, la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales (ECANA) de la UNNOBA , unidad académica que vincula a las carreras de Ingeniería Agronómica, Ingeniería en Alimentos y Licenciatura en Genética, se fue consolidando como un espacio de referencia. , no solo en materia educativa, sino de investigación, generación de conocimientos y transferencia, a un medio productivo ávido de las respuestas y soluciones que pueden aportar recursos humanos altamente calificados, formados en consonancia con el perfil productivo de la región y las necesidades del país. .
La doctora Virginia Pasquinelli , directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales de la UNNOBA, evaluó de manera positiva los pasos dados por la Universidad en sus primeros veinte años de vida institucional y destacó “la continuidad de la oferta académica” como “ una de las fortalezas”.
“La parte académica de la ECANA se ordenó y enfocó en las ofertas que se habían consolidado como la licenciatura en Genética, la ingeniería en Alimentos, la tecnicatura en Producción de Alimentos y la ingeniería Agronómica”, sostuvo.
“El desafío es seguir revisando los planos de estudio para relevar estándares y asegurar que las carreras sigan teniendo una fuerte impronta regional ”, agregó, al destacar la pertinencia y el perfil de las graduadas y graduados como “un sello distintivo de la UNNOBA, fuertemente anclada en su territorio”.
La actual directora de la ECANA resaltó que un imperativo es “lograr mayor flexibilidad en los últimos años de las carreras, principalmente en las asignaturas teóricas, para facilitar la graduación”, considerando que “ las y los estudiantes son requeridos tempranamente por el mercado laboral o comienzan a trabajar en investigación y eso los demora en la finalización de sus estudios de grado”.
En este sentido, describió el trabajo que se viene desarrollando con otras áreas de la Universidad en la búsqueda de generar nuevas herramientas: “En lo académico, el objetivo de la gestión fue hacer una evaluación cuantitativa y cualitativa de la oferta académica, generar herramientas y pensar en nuevas ofertas académicas . La ingeniería en Alimentos llamará a acreditación a fin de año y hemos podido avanzar en otros aspectos sustanciales como la Diplomatura en Agroecología , con docentes de la Unidad Integrada UNNOBA-INTA, lo que nos abre el camino para alguna maestría o tecnicatura en el futuro mediato. ”. “La gestión piensa en alternativas de formación que sean originales y respondan a una demanda concreta del sector agroalimentario de la región y del país”, planteó.
Por otra parte, la funcionaria sostuvo que “la sociedad tiene una mirada atenta, consciente e informada del impacto ambiental de ciertas prácticas y sabe de la importancia de producir, cuidando el medioambiente”. En ese sentido, aseguró que “las metas de la ECANA y de la Universidad se trazan siguiendo los objetivos de desarrollo sostenible y las asignaturas de las carreras tienen contenidos que se abordan desde esa mirada”.
“Los ejes estratégicos están puestos en las cuestiones ambientales y la tarea es nuclear ofertas transversales a las escuelas que vayan en pos de la bioeconomía, el desarrollo sostenible y la generación de nuevas tecnologías”, definió y planteó que otro de los desafíos es profundizar las acciones tendientes a generar extensiones áulicas para lograr mayor impacto en el territorio.
Un crecimiento sostenido
Virginia Pasquinelli destacó el crecimiento de la matrícula tanto en Ingeniería Agronómica como en la Licenciatura en Genética y valoró el trabajo que se realiza para el fortalecimiento de la Ingeniería en Alimentos , una carrera cuya matrícula es baja en el país: “Tenemos un sector agroalimentario enorme en la región y eso abre una demanda en materia de formación de recursos humanos que hay que satisfacer y estamos trabajando muy fuertemente para ello articulando con empresas e instituciones y con colegios agrotécnicos” .
Respecto de los proyectos, alentó la futura construcción de una planta de producción de alimentos que permitirá seguir creciendo en las actividades que se realizan en el actual predio Manuel Belgrano (ExArgenlac) que hoy cuenta con aulas y laboratorios. Asimismo, resaltó la importancia de las iniciativas que apuntan a fortalecer la vinculación de la ECANA con otras unidades académicas (con el Instituto de Posgrado y con la Secretaría de Investigación, Desarrollo y Transferencia) para “seguir dotando de calidad los procesos de formación de nuestros y nuestros estudiantes”. Además, destacó la articulación continua con el Campo Experimental “Las Magnolias” , un ámbito desde el cual se brindan importantes servicios que hacen a la vinculación tecnológica y también se desarrollan prácticas, además del Programa de Alimentos de la UNNOBA.
También apuntó la necesidad de “seguir creciendo en la articulación en el seno de la Unidad Integrada UNNOBA-INTA” , un espacio de trabajo de “enorme potencialidad”.
En el plano de los aspectos a fortalecer, examinarán cuestiones de infraestructura, sobre todo para el desarrollo de actividades prácticas: “Hay un proyecto para construir laboratorios de docencia e investigación. Tenemos investigadores radicados en ECANA que antes tenían otros espacios de referencia y es importante contar con un centro de investigación vinculado a agroalimentos y biotecnología para tener un mayor crecimiento en esas líneas de investigación” .
Con la mirada puesta en la vinculación con el medio, destacó las interacciones de la ECANA con el medio productivo y demostró: “Tenemos que crecer en herramientas de vinculación tecnológica”. “La pandemia demostró el rol que cumplen las universidades y visibilizó el rol de la transferencia de conocimientos y saberes y tenemos capacidad para crecer mucho en este sentido”, resaltó.
Los comienzos
Las consideraciones de la actual directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales tienen un fuerte anclaje en la historia, y el presente de la Escuela se encuentra en aquellos orígenes sus hitos de referencia.
En este aspecto, las reflexiones del ingeniero Alfredo Calzolari, primer coordinador de Agronomía y director de la Escuela, en el proceso previo a su normalización, resultan valiosas para entender la génesis de la UNNOBA y la visión con la que se creó la estructura funcional para dar sustento a carreras estratégicas.
“Yo provenía de la Estación Experimental del INTA Pergamino e integré la comisión del Centro Regional Universitario junto a Marcelo Shang. Ahí presencié y viví todas las ideas que había en ese momento respecto de acercar posibilidades de estudios superiores a la ciudad. En ese grupo, el intendente de aquel momento, Héctor 'Cachi' Gutiérrez, hizo mucho para que el proyecto de contar con la Universidad se cristalizara y la política llevó adelante gestiones que acompañamos con entusiasmo. Ese trabajo desembocó en la creación de la UNNOBA. Siempre recuerdo que el día que se anunció el nacimiento de la Universidad habíamos hecho una reunión para presentar a Silvina Sansarricq como coordinadora académica de la Fundación Centro Regional Universitario. De un momento a otro de tener un Centro Universitario, teníamos una Universidad. Y ahí empezó todo”, relata Calzolari. Y continuó: “La tarea era ardua. En primer lugar, teníamos que forjar una amistad más viviente con Junín y establecer cuáles iban a ser las carreras. Siempre pensamos que estando la Estación Experimental Agropecuaria del INTA en Pergamino, la carrera de Agronomía debía dictarse en la ciudad. Pero no fue una empresa fácil. Cuando designaron al rector organizador se desarrolló la primera oferta académica” .
Respecto de los orígenes de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales, Calzolari mencionó que se acordó con el INTA la conformación de una unidad de trabajo que permitiera utilizar instalaciones de la Estación Experimental Agropecuaria Pergamino del INTA , como el viejo sótano que se transformó en laboratorio y que se bautizó más tarde como “Edificio Maíz”.
“En la necesidad de materializar las carreras, el ingeniero Luis Lima le pidió al INTA tres personas y así fue como nos incorporamos José Robutti, Adriana Andrés y yo como coordinadores de las carreras de la Escuela que, aunque no estaba creada oficialmente, comenzaba a tener su esqueleto”, describió.
En lo personal refirió que se valió de sus propios aprendizajes y de las consultas realizadas a importantes referentes para armar el primer plan de estudio de la carrera de Ingeniería Agronómica. “Me designaron cuando la estructura no formal ya estaba armada, fui coordinador de Agronomía, pero tenía injerencia en las otras carreras. Cuando se pudieron formalizar las escuelas, me designaron director, eso ocurrió en el año 2008, casi en simultáneo con la acreditación de la carrera de Agronomía de la UNNOBA , algo que se logró por un período de tres años y sin tener un solo graduado. Fue la primera carrera acreditada de la UNNOBA ”, resaltó.
A su juicio, esa primera acreditación fue el resultado de un arduo trabajo realizado y del basamento que le aportaron a las carreras profesionales del INTA, quienes estaban muy involucrados en las actividades de docencia, atendiendo a que la Universidad aún no contaba con cuerpos docentes propios. ni se habían sustanciado los concursos.
Alfredo Calzolari fue director de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales hasta fines de 2011 . Al evaluar el paso por la gestión universitaria destaca que su función fue “armar el esqueleto y 'pasarle la posta' a Adriana Andrés, que fue la directora que continuó con las gestiones para normalizar la Escuela”.
“Rescato el haber podido aprender del grado. Yo tenía relación con el posgrado desde 1979 porque había coordinado la Maestría en la Universidad Nacional de Rosario, pero una cosa es estar y enseñar a pares y otra muy distinta hacerlo para estudiantes que han elegido formarse en la profesión agronómica”, resaltó y comentó que al dejar la conducción de la ECANA siguió vinculado al ejercicio docente hasta 2019, ya jubilado de INTA. “ Nunca me cerraron las puertas, al contrario , siempre me las abrieron”, agregó.
Al momento de señalar las fortalezas de esos primeros tiempos, se consideró que “ hubo vínculos que resultaron estratégicos y dieron un fuerte impulso a la Universidad. Eso sucedió en un principio, ahora la UNNOBA tiene vuelo propio”.
En relación a los desafíos sus apreciaciones vuelven sobre la historia: “Uno de los aspectos que siempre defendí fue la Unidad Integrada con INTA. Que la vida de la Universidad pudiera estar vinculada con la dinámica de una estación experimental, algo que había conocido yendo a sembrar una segunda generación de trigo en Balcarce. Esta estructura fue compleja de armar, pero siguió adelante . Creo que es un camino que hay que continuar. Otro desafío es fortalecer la carrera de Genética, que tiene una potencialidad increíble”.
“Desde mi óptica hay que seguir robusteciendo esas líneas y seguir trabajando fuertemente en la formación de docentes , una cuestión que es reaseguro de calidad, que, a su vez, posibilita a la Universidad crecer en sus propios planos de investigación”, abundó.
Vínculos virtuosos
En la misma línea, la doctora Adriana Andrés , primera directora electa de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales , y actual directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA, se remontó a los comienzos de la Universidad para destacar el valor que tuvo la relación con el INTA en la conformación de la ECANA.
“ En los comienzos de la UNNOBA se buscó mucho el apoyo de instituciones de prestigio instaladas en la región. Fue así que investigadores del INTA comenzamos a colaborar . Yo lo hice en el inicio de la carrera de Genética”, comentó Adriana Andrés.
“El primer director interino fue Calzolari, que apoyó la coordinación en esa instancia inicial. Más tarde, el rector Guillermo Tamarit me convocó para asumir la dirección de la Escuela y trabajar en su normalización”, refirió y recordó que se personalizó como director hasta que se concretaron los concursos, asumiendo el doble rol de dirigir la Escuela y coordinar la licenciatura. en Genética.
“Muchos de nosotros no veníamos de la gestión universitaria, así que enfrentamos grandes desafíos” , remarcó y sostuvo que “la ECANA se sustentó sobre la base de esos vínculos virtuosos que se fueron estableciendo con instituciones de prestigio en la región”.
Para Adriana Andrés, una de las tareas principales en el proceso de normalización de la Escuela fue crear la conciencia de lo que significaba concursar los cargos docentes y eso se fue dando en un contexto en el que "había mucho interés de la comunidad por la Universidad". y poca tradición universitaria”.
“Crear una estructura funcional, establecer los contenidos de las carreras, buscar los perfiles docentes adecuados y captar estudiantes fueron las grandes tareas de las primeras etapas”, resaltó.
Construir confianza fue quizás la labor más importante y para ello la UNNOBA se valió de una clara visión de las personas que intervinieron en esa etapa fundante. “Siempre hubo una perspectiva muy clara de cuál tenía que ser el rumbo. La irrupción de la UNNOBA en el territorio despertó un interés de las instituciones y 'se alinearon los planetas' para que las alianzas estratégicas pudieran lograrse”.
“ El INTA estaba dirigido por profesionales que ya habían participado de la Unidad Integrada INTA Balcarce y la Universidad de Mar del Plata: Pedro Gómez estaba a cargo de la dirección regional y Guillermo Joandet , de la dirección de la Estación Experimental Agropecuaria Pergamino. Todos sabían lo que la Universidad significaba en términos de potencialidad”, destacó, coincidiendo con Calzolari en que la constitución de la Unidad Integrada UNNOBA-INTA fue un hito clave en la historia institucional .
“Por el otro lado, el acercamiento con el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas 'Doctor Julio Maiztegui', de la mano de la doctora Delia Enria, marcó otro camino virtuoso que contribuyó al fortalecimiento de la UNNOBA”, agregó.
La exdirectora de la ECANA subrayó el peso que la política tuvo en el proceso de creación de la UNNOBA y mencionó el trabajo realizado por el intendente de entonces, Héctor Gutiérrez , la diputada nacional Rosa Tulio y otros tantos dirigentes que hicieron, no solo las gestiones. para que este proyecto se concretara, sino que acompañaron la consolidación de la Universidad. “Por supuesto que también hubo resistencias, pero el peso institucional de la UNNOBA y el apoyo de estas instituciones y actores de la vida pública local y regional fueron vitales ”, destacó.
En lo académico, Adriana Andrés refirió que, desde los comienzos de la Escuela, el imperativo fue “construir la Universidad en el territorio” y para ello se trabajó mucho con el Centro Regional Universitario de Junín y Pergamino en la conformación de las carreras: “ Todas se armaron sobre la base de los estándares existentes y con una mirada muy atenta de las necesidades del medio productivo”.
En este punto, se consideró que la inauguración del edificio de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales fue un hecho trascendente, por cuanto “una vez normalizada la Escuela, se jerarquizó, no solo por tener sus autoridades electas, sino por la existencia del edificio que cristalizaba una presencia institucional y una identidad propia”.
“La sede de la ECANA cristalizó el anhelo de toda la ciudadanía y redundó en el crecimiento de la matrícula y la consolidación de la oferta académica” , agregó.
La confianza comenzaba a construirse y las dudas que al comienzo generaba n las alternativas de inscribir a los chicos en la UNNOBA o enviarlos a estudiar a otras ciudades con más historia universitaria, comenzó a disiparse. La UNNOBA se transformó en la primera opción para la comunidad de una amplia región , e incluso de zonas geográficamente más alejadas.
“ Al poco tiempo de haber normalizado la Escuela y de habernos integrado al trabajo en redes universitarias comenzamos a advertir que la UNNOBA comenzaba a quitarle matrícula a otras universidades para Agronomía , la primera carrera que logró acreditarse”, comentó Andrés.
“Creo que las alianzas establecidas y las decisiones políticas tomadas colaboraron en ese voto de confianza inicial. Después la UNNOBA comenzó a ser una referencia en el contexto nacional por su impronta de calidad ”, opinó. Y prosiguió: “En este proceso confluyó un anhelo de la comunidad. No era solo la Universidad en el territorio, era la fuerza de una comunidad y el prestigio de sus instituciones acompañando su crecimiento”.
El imperativo de ir por más
En lo personal, tanto el actual director de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales como los primeros directores que tuvo esta unidad académica coincidieron en remarcar que pocas veces en la vida se tiene la oportunidad de participar de la instancia de creación de una Universidad. público. Esa experiencia fundante representó para ellos un enorme aprendizaje que les confiere una mirada respecto de cuáles son los desafíos. En ese plano, acuerdan en que, si bien el recorrido es satisfactorio, los procesos de construcción de la educación no terminan nunca. Por el contrario, se reembolsan y redefinen , sin perder de vista la medida de la calidad como premisa que impulsa a seguir formando, desde el corazón productivo del país, generaciones de profesionales y ciudadanos comprometidos.
“ Los desafíos de la ECANA y de la Universidad en su conjunto siguen siendo muy dinámicos y se inscriben en la necesidad de sostener las metas alcanzadas y transitar nuevos caminos , sabiendo que estamos inmersos en un mundo atravesado por problemáticas complejas. Se necesita creatividad para seguir trazando esas líneas estratégicas que nos mantengan a la altura de lo que la sociedad demanda de nosotros” , concluyó la doctora Virginia Pasquinelli, en una apreciación compartida por quienes la antecedieron en la tarea.
Fiebre Hemorrágica Argentina, en alerta
Por Lorena Berro
La Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA), conocida como “Mal de los Rastrojos”, es una enfermedad endémica no erradicable, porque el agente que la produce está presente en la naturaleza. Aunque a menudo se la considera equivocadamente como “una enfermedad del pasado” o privativa de los trabajadores rurales, esto no se condice con la realidad que muestra que los casos ocurren anualmente, incluso por fuera de las provincias que conforman el área endémica, constituyendo escenarios que exigen una vigilancia exhaustiva y un manejo adecuado de los cuadros clínicos.
Aunque habitualmente se reportan casos de esta zoonosis, este año la provincia de Buenos Aires experimenta un aumento exponencial señalado por las propias autoridades sanitarias como “el más importante de la última década”. Esta situación ha puesto a la totalidad del sistema en alerta y desde el Programa Nacional de Prevención y Control de la Fiebre Hemorrágica Argentina se han impulsado una serie de acciones orientadas a favorecer que las provincias mantengan activa la vigilancia e incentiven la vacunación. Al mismo tiempo, se promueve la donación de plasma inmune, un elemento presente en la sangre de personas que han tenido la enfermedad y se recuperaron.
Fruto del trabajo de la ciencia, es una de las pocas enfermedades virales para las que existe una vacuna preventiva y un tratamiento efectivo. Sin embargo, hay un importante porcentaje de la población que vive o trabaja en el área endémica que aún no ha recibido la vacuna Candid #1. También siguen produciéndose muertes, a raíz de que muchas veces se llega tarde al diagnóstico y esto dificulta la administración de plasma inmune, único tratamiento disponible y probadamente efectivo si se recibe antes del octavo día de inicio de los síntomas.
En una entrevista realizada por Gricelda Incerti en el Programa "Todo es ciencia" de UNNOBA Radio, Anabel Sinchi, jefa del Servicio de Educación para la Salud y Ética Médica del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Dr. Julio Maiztegui”, y miembro integrante del Programa Nacional de Prevención y Control de la Fiebre Hemorrágica Argentina, que coordina esa institución, describió la situación actual y apeló a la vacunación con Candid #1. Refirió la importancia que tiene la sospecha clínica temprana para facilitar la administración de plasma inmune.
“El área endémica de Fiebre Hemorrágica Argentina está delimitada por el norte, centro y sur de Buenos Aires, noreste de La Pampa, sur de Córdoba y el sur de la Provincia de Santa Fe. Esa es la zona endémica clásica de esta enfermedad, donde todos los años tenemos casos”, refirió Sinchi, señalando que el promedio anual es de entre 15 y 50 casos para la totalidad del área endémica.
En este punto remarcó que habitualmente los casos son aislados y no ocurren siempre en las mismas localidades, por lo que muchas veces la población no se entera. “Esta es una zoonosis y tenemos que tratar que los casos sean los menos posibles y en un número que la salud pública pueda manejar”, resaltó.
“Pero lo que tiene que quedar claro es que la Fiebre Hemorrágica no se va a poder erradicar, por lo menos no con la tecnología disponible hoy, porque es una enfermedad que está en la naturaleza”, planteó.
“Si el ser humano está en contacto con el reservorio del virus, puede contagiarse”, advirtió, aunque resaltó que “existe la vacuna Candid #1, que se produce en el Instituto Maiztegui y se distribuye a las provincias, que es altamente efectiva para prevenir la enfermedad”.
—¿El comportamiento de la enfermedad es similar al de años anteriores? ¿Se puede hablar de un brote por la cantidad de casos?
—Tenemos un año con una alta incidencia de casos. De las cuatro provincias que conforman el área endémica generalmente hay tres que presentan más casos todos los años, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. En la última década la mayor cantidad se había concentrado en Santa Fe y este año observamos un número alto en la Provincia de Buenos Aires, específicamente en el Partido de San Nicolás, sobre todo en las localidades de San Nicolás y La Emilia. Eso por supuesto genera una alerta en todo el sistema sanitario.
—¿A qué razones puede atribuirse el incremento del número de casos en esta zona?
—Se está investigando todo el tiempo. Nosotros monitoreamos la enfermedad de manera permanente junto a las provincias y a las autoridades nacionales. Lo diferente que se ha notado este año, es que hay un aumento de la población reservorio del virus. Esto ha sido advertido por el equipo de trabajo de campo y por las capturas de roedores que se están haciendo. Al haber mayor población de roedores, crece la posibilidad de que aquellos que están infectados transmitan el virus a otros roedores y a las personas que entran en contacto con ellos. Entendemos que lo que está pasando puede estar vinculado con eso.
La vacunación, una tarea
—¿Cuál es la respuesta de la comunidad a la vacunación?
—La vacunación es competencia de las autoridades sanitarias de cada provincia y el proceso es dificultoso porque si bien es una vacuna de calendario indicada para todas las personas de más de 15 años que viven o trabajan en el área endémica, es difícil vacunar a la población adulta. Esto no solo sucede para esta vacuna. Tenemos un alto porcentaje de la población adulta que no se vacuna regularmente, a diferencia de lo que sucede con la población pediátrica. La vacuna Candid #1 es un logro de nuestro país, se fabrica en el Instituto Maiztegui, es altamente efectiva y está disponible en forma gratuita.
—¿Tiene alguna contraindicación la vacuna? ¿Cómo convive con la administración de otras vacunas?
—Candid#1 es una vacuna a virus vivo atenuado, esto quiere decir que hay que tener algunas precauciones al momento de colocarla, como con otras vacunas a virus vivo o atenuado. Las personas que tienen problemas inmunológicos, están tomando corticoides, medicación inmunosupresora o padecen enfermedades crónicas o agudas, deberían consultar previamente con el médico tratante para asegurarse que su estado inmunológico sea el adecuado para vacunarse. Esta vacuna está contraindicada en embarazadas o mujeres que estén amamantando y solo puede aplicarse en mayores de 15 años. Pero el resto de la población puede recibirla sin inconvenientes, es una vacuna segura y efectiva en la prevención de esta enfermedad potencialmente grave. Lo ideal sería que todas las personas que viven o trabajan en el área endémica estén vacunadas. Uno dice: “Yo vivo en el centro, no me voy a contagiar”, porque asocia la enfermedad con el ámbito rural, cuando en verdad esto no es así.
Baja percepción del riesgo
—¿Hay una percepción equivocada respecto de la enfermedad y sus escenarios de transmisión?
—Sí. Si bien es verdad que el reservorio es un roedor silvestre que está en el medio rural, no menos cierto es que las personas también tienen exposiciones ocasionales en el medio periurbano o rural y allí es posible que se produzca el contagio.
—¿Esta baja percepción del riesgo hace que sea dificultoso también sospechar de Fiebre Hemorrágica Argentina al momento del diagnóstico?
—Precisamente, a veces es difícil el diagnóstico porque no se sospecha de la enfermedad y la persona no se percibe a riesgo. Esto dificulta la posibilidad de tratar al paciente con plasma ante la sospecha clínica y antes del octavo día de inicio de los síntomas, que es la ventana en que el tratamiento resulta efectivo. Muchos casos de los que se reportan se dan en el área urbana, donde la persona no presume el contagio ni recuerda que quizás fue a la quinta de un amigo, o se detuvo al costado de una ruta, escenarios donde pudo haber estado en contacto con el reservorio del virus. Al enfermar, a veces en el sistema de salud tampoco se sospecha de Fiebre Hemorrágica Argentina y se llega tarde al tratamiento. Lo lamentable es que por esta razón algunas personas mueren, y eso es lo que tenemos que evitar. Todos los años tenemos fallecidos por Fiebre Hemorrágica Argentina.
—¿Cuáles son los síntomas de esta enfermedad?
—La Fiebre Hemorrágica comienza como un cuadro gripal, con fiebre, decaimiento, malestar general. Ante un síndrome febril inespecífico sin compromiso de la vía aérea superior debe sospecharse de Fiebre Hemorrágica Argentina y acudir al médico que, según su criterio, va a pedir un laboratorio clínico para tener un recuento de glóbulos blancos y plaquetas, entre otros y la va a pensar junto a otros diagnósticos diferenciales, si encuentra alguna anomalía en esa prueba.
—La detección temprana de la enfermedad es esencial entonces…
—Claro, el plasma inmune debe administrarse en forma temprana ante la sospecha clínica. Es importante saber que el diagnóstico de laboratorio va a llegar después. En la práctica reciben plasma más personas de las que después en realidad se confirman como casos de FHA. Hay otras enfermedades que se presentan con síntomas parecidos, pero ante la sospecha y los días de evolución del cuadro, si no se cuenta con otro diagnóstico alternativo, hay que administrar el plasma.
—¿Cuál es el mensaje a la comunidad en el contexto epidemiológico actual?
—Como comunidad debemos estar alertas, y ante la aparición de síntomas compatibles con FHA acudir al médico y evitar la automedicación. Las medidas de prevención pasan por cumplir con las medidas de saneamiento ambiental, cuidar la higiene de patios y jardines, evitar el contacto con roedores, lavarse las manos con frecuencia y utilizar elementos de protección al momento de transitar o trabajar en ámbitos rurales o periurbanos. Y por supuesto, la vacunación con Candid #1.
El plasma
—Ha mencionado la importancia de la administración de plasma ante la sospecha clínica de la enfermedad. ¿Cómo se obtiene?
—El plasma se obtiene de personas que tuvieron Fiebre Hemorrágica Argentina, se recuperaron y se acercan a donar este insumo que resulta vital. Este es un tratamiento probadamente efectivo que logró disminuir la mortalidad por FHA de manera significativa. Hay una red de bancos de plasma interjurisdiccional que se nutre de la donación voluntaria de muchas personas. El plasma es un recurso finito porque haber reducido la incidencia de la enfermedad hace que no haya muchos pacientes y que, por consecuencia, no sea elevado el número de potenciales donantes. Antes había entre 100 y 400 casos por año y el universo era más amplio. Hoy ese número es menor y además no todas las personas que se recuperan de la enfermedad pueden donar, hay que evaluar su cantidad de anticuerpos y su estado general de salud, es decir que hay una serie de requisitos que se deben reunir. Por eso decimos que es un recurso escaso. Hay quienes donan hasta cuatro veces al año y lo hacen con mucho compromiso porque saben ciertamente que de esa actitud solidaria de ellos depende la vida de otras personas. Tienen mucha conciencia respecto de la importancia de la donación y nuestro agradecimiento a cada uno de ellos es infinito.
—¿Existen campañas de promoción de la donación de plasma?
—Sí, permanentemente se procura poder incrementar el número de donaciones. Si alguna persona tuvo Fiebre Hemorrágica Argentina y se recuperó, les pedimos que se comuniquen con el Instituto Maiztegui si no han sido citados en los últimos dos años. Si bien nosotros tenemos los listados y los contactamos habitualmente, algunas personas se mudan o cambian su número de teléfono y se nos hace difícil ubicarlos. Quienes puedan donar y quieran hacerlo, pueden llamar al 02477-424494, 429713 o 429714, que desde el INEVH los pondremos en contacto con el centro de donación más conveniente, según su lugar de residencia.
Diseño: Laura Caturla
El posgrado en la región, una realidad tangible
Por Lorena Berro
Este artículo forma parte de una serie de notas vinculadas a los 20 años de la UNNOBA. En esta ocasión se aborda la evolución del posgrado desde la voz de quienes han tenido responsabilidades de gestión.
La universidad cambia la vida de las comunidades en distintas dimensiones y el establecimiento de la UNNOBA en la región del noroeste bonaerense no fue la excepción. Al desafío de instalar su oferta académica de grado, durante los primeros años de vida institucional, se impuso la necesidad de crear el Instituto de Posgrado y, con esa decisión, propiciar el dictado de cursos y carreras que permitieran la continuidad de los estudios superiores y el acceso a alternativas de formación más allá del grado. Hasta entonces, los profesionales de una amplia zona debían viajar o incluso establecerse en grandes centros urbanos para acceder a una oferta de educación de posgrado de calidad. En algunos casos, referir en el exterior para alcanzar un doctorado.
Por la presencia de instituciones científicas de prestigio (como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, INTA) había algunas experiencias que acercaban cursos y entrenamientos, pero solo en campos muy específicos del conocimiento. Transcurridos veinte años de la creación de la UNNOBA y trece del funcionamiento del Instituto de Posgrado, hoy la posibilidad de realizar cursos no estructurados o carreras de maestrías, especializaciones y doctorado es una realidad que muestra cómo aquel sueño colectivo de contar con una universidad pública, propicia desarrollos y condiciones que nutren a la comunidad y la hacen crecer de la mano del conocimiento, en una alianza virtuosa.
Una hoja de papel en blanco
María Rosa Depetris fue la primera directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA y quien tuvo a su cargo la tarea fundante. “Fue como encontrarme frente a una hoja de papel en blanco que tenía que completarse con normativas y propuestas académicas que fuesen pertinentes y necesarias para la región”, refirió, recordando aquellos primeros pasos dados en 2009, cuando se creó el Instituto.
“Fue un enorme desafío no solo para mí, sino para la Universidad. En ese momento la formación de grado ya estaba consolidada y era necesario complementarla con el posgrado. Pero, además, era preciso instaurar una cultura del posgrado no sólo hacia los graduados de la UNNOBA, sino hacia aquellos profesionales residentes en la región y que provenían de otras universidades”, señaló Depetris.
En las instancias iniciales, conjuntamente con la Secretaría Académica de la Universidad, se elaboró la normativa de funcionamiento del Instituto y su correspondiente aprobación por parte del Consejo Superior. Cada Escuela realizó las propuestas de carreras, como así también de los cursos en distintas áreas del conocimiento. La primera oferta académica comenzó en 2010 y tuvo en cuenta la demanda nacional, pero con especial atención a las necesidades de la región.
Depetris remarcó la acreditación de las especializaciones y maestrías por parte de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), como uno de los retos más importantes de esa instancia inicial. “Otro desafío fue poder contribuir a la actualización, capacitación y perfeccionamiento de los profesionales, como así también a la formación de recursos humanos a través de propuestas académicas dirigidas a esclarecer y profundizar los temas políticos, económicos y sociales contemporáneos, a través de una oferta seleccionada y de calidad”, sostuvo.
La primera directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA consideró que, a trece años de su creación, la evolución y fortalecimiento del posgrado en la UNNOBA es “evidente” y mencionó el aumento sostenido de la matrícula y la consolidación de su oferta como fortalezas. “Esto se ha dado en un contexto en el que los posgrados en Argentina han tenido una gran expansión”, resaltó y con una mirada sobre el conjunto del sistema universitario, planteó: “Las universidades están llamadas a innovar en su quehacer de forma tal que su existencia responda a las necesidades y desafíos, de manera pertinente, oportuna y de calidad. Las áreas de posgrado deben liderar y acompañar procesos de cambio desde su propia gestión”.
En este sentido, valoró el trabajo desarrollado por la UNNOBA, por cuanto “responde a esas demandas y contiene, además, una adecuada capacidad de articulación con los sectores productivos”. Frente a una hoja que ya no está en blanco y, a título personal, María Rosa Depetris celebró el haber podido ser parte de la vida institucional de la UNNOBA: “Fue una de las experiencias más enriquecedoras por lo que significó el haber tenido la posibilidad de sentar las bases de un área que continuó creciendo y fortaleciéndose. Y por haber sido parte de una institución que no cesó en apostar al crecimiento”.
Consolidar el rumbo
Silvina Sansarricq sucedió a la primera directora del Instituto de Posgrado en 2015 y su gestión consolidó el rumbo trazado inicialmente. “El desafío se centró principalmente en la revisión del funcionamiento del área en relación a las normativas, los circuitos y también de la agenda propuesta”, señaló. En esta línea comentó que, como las carreras de posgrado requieren de la acreditación de la CONEAU, parte de la gestión se orientó a ordenar la información para las acreditaciones, de modo de “facilitar los procesos de evaluación de las carreras en lo referido a la descripción de la estructura de la Universidad”.
La exdirectora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA, remarcó que en la consolidación del posgrado resultó vital la articulación con empresas e instituciones radicadas en el territorio: “Las carreras de posgrado requieren de un cuerpo de profesores que tengan titulaciones equivalentes a las que se ofrecen y, en este aspecto, la presencia previa de instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui" (INEVH) y empresas privadas vinculadas a la agroindustria, como Rizobacter, fue generando una masa crítica integrada por profesionales de reconocida trayectoria y experiencia en docencia e investigación que constituyó una fortaleza para dar los primeros pasos en el posgrado”.
Silvina Sansarricq recordó que el primer posgrado de la UNNOBA fue la Especialización en Gestión de la Innovación y la Vinculación Tecnológica que se formuló en al marco del Programa de Formación de Gerentes y Vinculadores Tecnológicos del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. “La participación en el proyecto, el diseño y desarrollo de la especialización fue posible porque la UNNOBA contaba en su claustro con profesores que tenían el perfil requerido por la carrera. De hecho, el Consejo ad hoc estuvo integrado por un representante de Rizobacter”, comentó.
En el mismo sentido mencionó la creación de la Maestría en Prevención y Control de las Zoonosis, gracias a la vinculación con el Instituto Maiztegui, y resaltó la radicación de profesores investigadores de otras disciplinas para la atención de áreas de vacancia, lo cual dio lugar a la creación de otras carreras para la formación de los primeros graduados de la UNNOBA, por ejemplo, la Maestría en Gestión del Diseño y la Innovación.
En coincidencia con la reflexión de María Rosa Depetris, Sansarricq, quien se desempeña actualmente como vicerrectora de la Universidad Nacional de San Antonio de Areco (UNSAdA), consideró que “en estos veinte años se ha hecho un gran trabajo”.
“Las primeras estrategias estuvieron bien orientadas y el esfuerzo colectivo dio muy buenos resultados, dado que el posgrado ofrece carreras de especialización, maestrías y un doctorado, además del conjunto de cursos de posgrado no estructurados“, consideró.
Sansarricq destacó que “la UNNOBA tiene un acervo científico y tecnológico que se está consolidando progresivamente y cuenta con un núcleo de personas muy comprometidas con el desarrollo del posgrado". “Creo que potenciar la articulación entre posgrado e investigación continúa siendo un desafío para seguir contribuyendo desde la Universidad al desarrollo del territorio”, opinó.
El presente
Adriana Andrés es la actual directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA. Su mirada sobre la evolución que ha tenido el área es retrospectiva y auspiciosa. “Como todas las universidades nuevas, el posgrado comenzó de cero, con cursos no estructurados que ofrecieron una variada propuesta de formación continua para profesionales y esa fue la base para contar, luego, con carreras propias”.
“Sabíamos que había una demanda de nuestros propios docentes investigadores y de profesionales externos a la Universidad, y estuvimos muy atentos a esas necesidades para sentar las bases del Instituto. Desde aquel momento y hasta el presente, la evolución ha sido virtuosa y la oferta de posgrado de la UNNOBA creció en número de carreras y cursos, siempre con la premisa de la calidad”, expresó.
“Con el paso de los años, la sociedad científico-tecnológica y el medio productivo fueron teniendo otras demandas y el posgrado tomó cada vez más importancia, porque hoy en las distintas áreas disciplinares resulta imprescindible tener una Maestría, Especialización o Doctorado. Eso empujó a fortalecer la oferta”, prosiguió.
En sintonía con quienes la antecedieron en la gestión, Adriana Andrés destacó la vinculación estratégica de la Universidad con actores de su comunidad para la creación y consolidación de propuestas de posgrado. En ese sentido, recordó algunos hitos: “La relación con el INTA ayudó mucho a definir las prioridades en el área de Ciencias Agrarias. También el contacto con otras universidades fue vital para el desarrollo de algunas carreras, como la Maestría en Bioinformática y Biología de Sistemas, que se dicta con la Universidad Nacional de Quilmes. Para las ingenierías, en tanto, el vínculo con otras universidades fue central, lo mismo que el haber podido tomar la experiencia y el conocimiento que tenían nuestros docentes de las carreras de diseño para impulsar la Maestría en Gestión del Diseño y la Innovación”.
“De la mano de alianzas estratégicas también se construyó una especialización que fue muy importante, que luego pasó a ser Maestría, que fue la de Gestión de la Innovación y la Vinculación Tecnológica, un campo en el que había una importante demanda del sistema científico y tecnológico”, abundó.
“Otros socios estratégicos fueron los municipios. La Maestría en Energías Renovables y su Gestión Sustentable, por ejemplo, surgió por demanda de los gobiernos locales, empresas e instituciones que necesitaban ofertarles a sus profesionales herramientas para la toma de decisiones”, puntualizó.
Con la misma impronta, la Maestría en Prevención y Control de las Zoonosis surgió gracias a la alianza con el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui” y el Hospital Muñiz. “En la figura de Delia Enría y Alfredo Seijo había un diagnóstico de cuál era la demanda que existía en la región y a nivel nacional en materia de zoonosis. Ellos pusieron toda su expertise, se acercaron a la Universidad y pudo armarse la carrera”, detalló.
“Nuestros socios han sido cruciales en la consolidación del posgrado. Así fueron creciendo nuestras carreras, fruto de la conjunción de vinculaciones estratégicas, de docentes propios que se fueron formando, de las potencialidades que teníamos en investigación y desarrollo, y de una escucha atenta de las necesidades, no solo de la región, sino del país”, sostuvo.
Convencida del cambio que generó la presencia de la UNNOBA, recordó que antes de su creación, para realizar una carrera de posgrado había que irse a Buenos Aires, Rosario o Córdoba e, incluso, al exterior, porque los doctorados no se obtenían en Argentina (recién en el año 1991 las universidades argentinas empezaron a acreditarlos).
"Previo a la UNNOBA, el posgrado como tal no estaba instalado en la región”, comentó y refirió, como antecedente, la Maestría en Mejoramiento Genético Vegetal que dictaba originalmente el INTA con la Universidad Nacional de Buenos Aires (en Castelar) y que luego comenzó a dictarse en la Estación Experimental Agropecuaria Pergamino, a través de un convenio con la Universidad Nacional de Rosario. “Esa fue la génesis del posgrado. Luego, con la creación de la UNNOBA y la conformación del Instituto de Posgrado, la oferta creció de manera exponencial y se consolidó”, destacó.
La coronación del trabajo
La actual directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA definió la creación del Doctorado en Mejoramiento Genético como “la coronación del trabajo realizado a lo largo de los años, no solo por el Instituto, sino por los docentes e investigadores que han desarrollado líneas muy valiosas. Porque sin investigación, no hay posgrado. El Doctorado representa la síntesis de vínculos virtuosos”.
En relación a la posibilidad de contar con otros doctorados, observó un futuro prometedor, aunque reconoció que “estas carreras no se crean con tanta facilidad”. “En la medida que las maestrías crezcan, otros doctorados seguramente partirán de esas carreras. Del mismo modo, si los cuerpos de docentes investigadores crecen en líneas no exploradas, se podrán conformar nuevas propuestas”.
Las tres funcionarias que se desempeñaron en la gestión del Instituto de Posgrado de la UNNOBA coincidieron en resaltar el posicionamiento de la institución en el concierto de otras Universidades. “Entre las Universidades jóvenes estamos en los mejores lugares porque no es fácil, con tan pocos años, consolidar la oferta de posgrado”, planteó Adriana Andrés. Y continuó: “Las carreras no solo requieren acreditación, sino que son sometidas a procesos de revisión constantes que aseguran la calidad y señalan el camino en la generación del conocimiento presente y futuro”.
Un futuro promisorio
En relación al futuro, la actual directora del Instituto destacó que “la hoja de ruta ya no está en blanco”. “Hemos empezado a escribir una historia que nos trasciende y nos pone en un lugar de responsabilidad y compromiso. Estamos llamados a observar la demanda, diseñar propuestas pertinentes y de calidad y ofrecer respuestas, sabiendo que ellas serán las herramientas con las que nuestros estudiantes de posgrado enfrentarán el futuro”, sintetizó Adriana Andrés.
“Muchos profesionales no se van, ya que eligen hacer su carrera de posgrado en la UNNOBA. Otros llegan a la región para formarse. Aquí investigan y generan conocimientos. Ese es el testimonio del valor de la universidad pública comprometida con su sociedad”, añadió.
Diseño: Laura Caturla
Educación: crear un nuevo contrato
Por Lorena Berro
La pandemia generada por la irrupción del virus SARS-CoV-2 y sus variantes tuvo impacto en todas las dimensiones de la vida y la cuestión educativa no ha sido la excepción. En 2020, la interrupción de las actividades presenciales para evitar los contagios y la prolongación en el tiempo de esta medida hizo que la propia dinámica de las instituciones de educación en todos sus niveles cambiara. Los contenidos migraron a la virtualidad y un nuevo modo de enseñar y aprender se impuso como necesidad en la búsqueda de mitigar el impacto. Con el paso de los meses, el debate educativo se instaló como nunca antes en la agenda social y las consecuencias de esta situación tan extraordinaria como disruptiva comenzó a mostrar un saldo preocupante en términos de calidad educativa.
Transcurridos dos años del inicio de la emergencia sanitaria y en el contexto de una pandemia que aún no ha terminado, algunos aspectos de este debate están llamados a no perderse porque del balance que pueda hacerse de esta experiencia seguramente surgirán las estrategias que permitirán transformar la crisis en oportunidad y establecer un nuevo contrato educativo.
A lo largo de este tiempo, en varias de sus intervenciones públicas el rector de la UNNOBA, Guillermo Tamarit, ha definido a la educación como “un tema vital”, planteando la necesidad de transformar el trabajo por la educación en "la gran epopeya del futuro". En una entrevista con El Universitario, la máxima autoridad de la UNNOBA trazó un balance de la experiencia vivida y, aunque valoró positivamente las respuestas brindadas por la Universidad y el esfuerzo realizado por el conjunto de la comunidad universitaria para adaptarse a situaciones tan novedosas como complejas, instó a persistir en la tarea de “rescatar a aquellos que quedaron fuera del sistema y a resolver las disparidades que generó este proceso”.
En términos sociales, exhortó a “habilitar una nueva conversación sobre la educación” que vaya más allá de la metodología y que apunte a recuperar el rol de la escuela como ese espacio que brinda mejores capacidades y habilidades, no solo para la inserción en el mundo del trabajo sino para el desempeño en la vida.
—¿Cuál considera que ha sido el impacto que la pandemia ha tenido hasta el momento en términos educativos?
—La pandemia nos presenta dos caras, por un lado, ha habido una muy buena respuesta de todo el sistema y un esfuerzo por sobrellevar la situación en condiciones novedosas. Evidentemente, en términos de la emergencia, la respuesta resultó adecuada. Y por otro lado, lo que vamos viendo es un fracaso académico.
—¿Cuáles son los indicadores que permiten aseverar esta apreciación?
—En el Colegio Secundario de la UNNOBA tenemos datos concretos: la mitad de los estudiantes no ha completado adecuadamente el ciclo y eso nunca nos había sucedido antes. La suma de dos períodos académicos en esta circunstancia muestra un retroceso muy importante en términos educativos. En el resto del sistema de educación superior valoramos mucho el esfuerzo de docentes, no docentes y estudiantes, pero observamos que hay carencias. Quedó muy desbalanceado lo presencial y lo virtual, sobre todo en las actividades prácticas. Todo esto no implica solo quedarnos con lo malo, sino hacer este balance para tomar impulso y reparar la situación.
—¿Considera que haber centrado el debate educativo en la discusión virtualidad-presencialidad impidió prever estos resultados?
—Creo que, como pasa sobre todo en períodos de crisis, nos vamos enamorando de las soluciones. Cuando uno hace el balance, la respuesta fue adecuada, porque, aunque hubo limitaciones, en muy poco tiempo pudimos transformar la metodología y seguir dando clases. Pero, también vimos que eso tenía límites de todo tipo, no sólo en términos de acceso a la tecnología, sino respecto de lo que significa la educación superior, en la que la presencialidad tiene una centralidad tal que esta experiencia dejó en evidencia.
—Con el insumo de esta experiencia, ¿qué lugar considera debe ocupar la virtualidad en la educación superior?
—Esto no significa que tenemos que "tirar la virtualidad por la ventana", sino ver cómo la balanceamos. Muchas herramientas de la virtualidad han llegado para quedarse y hay mucho trabajo por hacer en este campo. Ahora bien, crudamente, nuestro balance refiere a que en materia de educación superior nosotros no podemos validar cosas que no se tienen. Algo que en otras instancias y otras jurisdicciones se hace, de que entendiendo el contexto los alumnos sin tener los contenidos igual pasan de año, en la educación superior es inimaginable. Entonces hay que pedir un esfuerzo y en condiciones que son injustas. Por supuesto que los estudiantes no son los responsables de esta situación, pero son los que van a tener que hacer un esfuerzo adicional para que podamos constatar que tienen los conocimientos, las habilidades y las competencias que decimos que tienen, porque esta es la trampa que no se puede hacer.
—¿Cuál es el esfuerzo que deben hacer los docentes para recuperar esa centralidad y de qué manera esto se puede lograr?
—Institucionalmente, la Universidad debe habilitar una nueva conversación, un nuevo contrato educativo. Nosotros teníamos un contrato que era la presencialidad. La realidad lo modificó y hubo un consenso en que esto tenía que ser modificado. Ahora tenemos que hacer un nuevo contrato, la institución, los docentes y los estudiantes. El final de este proceso no puede ser “aquí no ha pasado nada”, sino cómo recuperar aquello que no pudimos desarrollar. En esto, por supuesto, hay un rol para los docentes, para los estudiantes y hay un rol principal para la Universidad, porque lo más fácil sería "cortar" por los estudiantes y eso sería injusto. Tenemos que pensar cómo habilitamos esa conversación y elaboramos un nuevo contrato en el que el rol de los docentes es fundamental, porque son ellos los que nos pueden decir efectivamente cómo llevamos adelante la estrategia para encontrarnos con ese nuevo resultado y cuál es el esfuerzo que vamos a pedir.
Un retroceso que se profundiza
A la par del balance institucional sobre las respuestas brindadas por la Universidad en la pandemia, el rector de la UNNOBA reflexionó sobre la realidad del conjunto del sistema educativo y apeló a la necesidad de revertir un proceso de retroceso que no se inició con la emergencia sanitaria y que muestra uno de los problemas más complejos que experimenta la sociedad argentina, de cara a sus posibilidades ciertas de desarrollo. En este sentido observó que el sistema educativo es “único” y explicó que la división en “niveles” solo opera en términos jurisdiccionales e institucionales para delimitar actuaciones, aunque "esto no nos despoja de las responsabilidades que todos tenemos en la resolución de problemas comunes”. “Nosotros concebimos al sistema educativo como único. Las trayectorias de los alumnos son únicas y poco importa si lo que sucede ocurre en la primaria, el secundario o en la Universidad”, expresó.
“Está clarísimo que en Argentina hace décadas tenemos un retroceso respecto a las expectativas que tiene la sociedad sobre el nivel educativo. No hay ningún sector que esté conforme con lo que estamos haciendo en todos los niveles”, planteó y consideró que “en esta concepción de que es un sistema único, todos tenemos que colaborar para que esas trayectorias sean lo más satisfactorias posibles”.
Con respecto a la posibilidad cierta de la Universidad de intervenir en la búsqueda de soluciones a problemas educativos que se expresan en todos los niveles, Tamarit aclaró: “La Universidad tiene una actividad específica en la educación superior y en el momento en que los estudiantes llegan, trata de ponerlos a todos en igualdad de posibilidades para que desarrollen de la mejor manera su esfuerzo. Ahora, también tiene que involucrarse con el resto del sistema y ahí creo que hay mucho por hacer”.
En este punto insistió: “Hay que entender que las dificultades que tiene la educación no son algo que les sucede a otros, no es un problema del nivel inicial, de la primaria, de la secundaria o de la Universidad. Es un problema que nos afecta a todos y, de esta manera, todos debemos intervenir en la búsqueda de las soluciones, porque a la sociedad tampoco le importa cómo dividimos metodológicamente, ni cómo asignamos las responsabilidades institucionales”.
“Sobre todo, en términos de su territorio, el conjunto de las universidades nacionales tiene mucho por hacer. Las universidades tienen un capital que no está utilizado en todo su potencial”, opinó y sostuvo que “hay que hacerlo de manera planificada porque no sirven los esfuerzos aislados que no tienen continuidad”.
Habilitar nuevos debates
—En virtud de los problemas educativos que tiene Argentina, ¿qué aspectos son los que deben discutirse?
—El debate en torno a la educación está llamado a volver sobre el principio. Hemos pasado décadas discutiendo metodologías y el enorme problema que tenemos es de contenidos básicos y elementales. Es necesario que los estudiantes puedan conocer las bases de la matemática, que puedan ubicarse en tiempo y espacio y que puedan comprender textos. Estos son los problemas que tenemos y no parece ser que estas sean las cuestiones que se pongan a menudo en el centro del debate. El problema que tenemos es que cuando los alumnos terminan el secundario no pueden acceder a un trabajo razonable de calidad, porque no tienen las competencias para hacerlo. Hay que volver a poner la discusión allí.
—¿Es una escuela que, de alguna manera, ha quedado "vieja" para brindar las herramientas para el desempeño en ámbitos cada vez más competitivos?
—"Viejo" o "nuevo" no es un término con el que yo pueda adjetivar la situación de la escuela. Lo que está claro es que no da las respuestas necesarias. Antes, un estudiante que terminaba el secundario reunía un conjunto de capacidades y se insertaba con naturalidad al mercado laboral, o seguía estudiando si quería formarse en un oficio o en una profesión. Esto ya no sucede. Hoy todas las empresas e instituciones toman evaluaciones para validar habilidades y competencias porque saben que ellas no están dadas. Evidentemente, lo que pasa es que, por diversas razones, la escuela no habilita a los estudiantes para aquello que es la promesa que le hacemos los que estamos en el sistema educativo a la sociedad, que es que cuando pasen por aquí van a tener mejores condiciones, por ejemplo, para acceder al mercado laboral. Eso no está pasando.
—El tema educativo está muy instalado en la sociedad ¿la política tiene este tema en la prioridad de su debate?
—Dicen que sí. Con la pandemia, debido al cierre de las escuelas y la conformación de grupos de padres organizados, el tema educativo ha adquirido un volumen que no tuvo durante mucho tiempo. Ahora también, por lo menos en mi experiencia, esto avanza y retrocede y seguimos reproduciendo viejos problemas. En la consideración pública, la educación no es uno de los cuatro temas de preocupación de la sociedad. Por supuesto que con el 50 por ciento de pobres y el 40 por ciento de inflación, es entendible que esto sea así. Ahora, hay que entender que si no resolvemos el problema educativo, estos condicionantes van a persistir. En la visión general, el problema existe; pero, después, cuando uno va a la visión individual y uno le pregunta a cada padre por su hijo, dicen que está bien. Jaim Etcheverry lo explica muy bien cuando dice que en este aspecto Argentina es como “un gran país de huérfanos”: nuestros hijos están bien, pero el sistema educativo está mal. ¿De quién son esos hijos donde las cosas están mal? ¿De quién son esos chicos que pasan por un sistema educativo que todos criticamos? Por eso creo que hay dos niveles en los cuales la política asume una limitación muy grande: el desarrollo y la calidad de la educación. Y, frente a ello, hay que tomar decisiones que tienen que empezar por lo elemental, tener a los chicos en la escuela, tenerlos todo el tiempo que podemos y brindarles las herramientas para la competencia personal, para que se puedan desarrollar personalmente, para que cuando certificamos sus conocimientos esto tenga que ver con la posibilidad del estudio, de la empleabilidad y con la posibilidad de desarrollarse como persona, que es para lo que uno va al sistema educativo.
—¿Hay instancias de trabajo en esta línea que convoquen a los distintos actores del sistema?
—Sí. Hay muchas instancias. El ministro de Educación de la Nación ha planteado algunas cuestiones en esta línea de prioridades. Que vuelvan a la escuela, que estén la mayor cantidad de tiempo en ella, educándose, además. Volver a tener claro qué es la escuela y por supuesto, reparar las situaciones objetivas de pérdida, donde lo que no puede pasar es que esto quede solo sujeto a la posibilidad del alumno y su familia. La principal desigualdad no es ya el acceso a la escuela, Argentina tiene garantizada esa situación. La calidad de la educación que reciben los sectores más altos de la sociedad respecto de aquellos que están en el decil más bajo, en el análisis socioeconómico, es brutal. La desigualdad ya no se da por estar o no en la institución, se da por la calidad de la educación que se recibe. Hay que trabajar para mejorar esa calidad, que es lo que hoy está haciendo esa diferencia.
Diseño: Laura Caturla
En busca del gen
Por Lorena Berro
Nicole Pretini es egresada de la licenciatura en Genética de la UNNOBA y becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Centro de Investigación y Transferencia del Noroeste de Buenos Aires (CITNOBA). Fernanda González es docente de grado y posgrado de la UNNOBA, investigadora independiente del CONICET en el CITNOBA e investigadora en la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Pergamino. Ambas coinciden no sólo en el ámbito de trabajo en el que investigan distintos aspectos del cultivo de trigo, sino en la pasión por el conocimiento. Desde 2007 Fernanda González es directora de un proyecto de investigación al que Nicole Pretini se sumó cuando comenzó su tesis de posgrado. En el marco de esa iniciativa que comparten con otros investigadores como Leonardo Vanzetti, Ignacio Terrile, Andreas Börner, Jörg Plieske, Martín Ganal y Marion Röder, lograron hallazgos novedosos internacionalmente.
La publicación en la revista científica Theoretical and Applied Genetics del artículo titulado “Identification and validation of QTL for spike fertile floret and fruiting efficiencies in hexaploid wwheat (Triticum aestivum L.)” dio visibilidad a la tarea que vienen llevando adelante. Nicole Pretini fue la autora del trabajo en el que se describe el modo en que se pudieron identificar y validar segmentos genómicos que determinan la fertilidad de la espiga de trigo, un hallazgo que permite pensar en una selección por rendimiento, asistida por marcadores moleculares.
“Logramos identificar ciertos rasgos cuantitativos, que son segmentos genómicos (o QTL) dentro de los cuales se encuentran los genes asociados a una característica, en este caso la fertilidad de la espiga, que explica mucho las variaciones de potencial de rendimiento de los cultivares de trigo sembrados en Argentina”, describe Pretini.
“Usualmente el mejoramiento del potencial de rendimiento se hace de manera empírica, sembrando muchas parcelas en el campo y después de la cosecha seleccionando los cultivares de acuerdo al rendimiento obtenido. Las regiones que se identificaron y validaron en esta investigación resultan novedosas a nivel internacional por aportar herramientas para asistir molecularmente la selección, en etapas tempranas del mejoramiento”, explica González.
“Para estudiar las bases genéticas de esta característica, identificamos 'padres' con distinta fertilidad de espiga, pero similares en el resto de las características que aportan al rendimiento, con el fin de producir poblaciones conocidas como haploides duplicados que surgen del cruzamiento de esos ‘padres’”, abunda la investigadora del INTA Pergamino.
“Esas poblaciones nuevas fueron genotipadas con un chip de 90.000 polimorfismos de base única o Single Nucleotide Polymorphisms, en colaboración con investigadores del Leibniz Institute of Plant Genetics and Crop Plant Research y Trait Genetics GmbH, de Alemania”, agrega Pretini.
Con los datos obtenidos confeccionaron el mapa genético y estudiaron el fenotipo de las poblaciones, esto es, midieron las características visibles o cuantificables de las plantas. “Una vez identificadas las regiones, diseñamos marcadores moleculares tipo KASP (Kompetitive Allele Specific PCR, por su sigla en inglés) para identificar mutaciones individuales y desarrollamos nuevas poblaciones que permitieron validar la presencia y efecto de los QTL”, refiere Fernanda González.
Una larga historia
El proyecto se inició en 2007 enfocados en tratar de identificar qué características podían ser promisorias para mejorar el rendimiento potencial de los trigos argentinos adaptados al noroeste de la provincia de Buenos Aires. “Identificamos la fertilidad de espiga como una característica promisoria en nuestro germoplasma y a partir de ahí empezamos con cruzamientos para generar poblaciones que permitieran identificar las bases genéticas de esta característica”, menciona la investigadora del INTA Pergamino.
"La identificación de las bases genéticas y el fenotipado fue importante porque logramos identificar regiones dentro del genoma que estarían gobernando esta característica en nuestro germoplasma. Esto es novedoso no solo a nivel local, sino internacional, porque no hay ninguna base genética reportada para esta característica" , agrega la licenciada en Genética de la UNNOBA.
Ambas destacan que la fertilidad de la espiga es una característica difícil de medir y plantean que con marcadores moleculares se puede seleccionar esa característica en los programas de mejoramiento, sin tener que medirla desde el punto de vista fisiológico, que es algo muy complejo.
Trabajar con otros
Para algunas fases de esta investigación se establecieron alianzas externas, atendiendo a la necesidad de acceder a tecnología que no estaba disponible en Argentina. En este plano, destacan la riqueza de la experiencia y mencionan que en este tipo de trabajos es habitual recurrir a asociaciones en el exterior o calificar a becas que brindan financiamiento y posibilitan “ir más rápido en la búsqueda del resultado que se pretende hallar”.
La validación, otro hito
Un aspecto sustancial del proceso fue la validación, ya que la mayoría de los trabajos terminan en la identificación. “Para ello fue necesario obtener una población independiente, realizar cruzamientos nuevos y confirmar que la base genética estaba asociada a esta característica de fertilidad de la espiga”, resalta Fernanda González.
“En su tesis Nicole Pretini pudo obtener un producto directo para usar, una base genética identificada y validada. Es un conocimiento que ahora está disponible en germoplasma local para que los planes de mejoramiento puedan utilizar este marcador para fijar esta característica en forma temprana”, abunda la directora del proyecto.
Ir por más
El próximo objetivo de este proyecto está definido: Nicole Pretini viajará a California, Estados Unidos para trabajar en el Laboratorio de Dubcovsky (UC, Davis) en la búsqueda del gen encargado de marcar esta característica de fertilidad de la espiga.
Respecto de este proceso, Fernanda González explica: “La fertilidad de la espiga estaba dentro de un marco conceptual para entender cómo se genera el número de granos y el rendimiento en trigo. Se sabía que había variabilidad genética y algunos reportes mostraban que esta característica estaba asociada a la generación del número de granos, pero hasta el momento nadie había logrado identificar una base genética. Eso fue lo que logró el trabajo de Nicole y ahora el objetivo es achicar la región estudiada para llegar al gen”.
“Ahora que ya realizamos la validación de los QTL, vamos por la detección de un gen. Ojalá tengamos la fortuna de hallarlo y si eso ocurre, seguramente habrá otros aspectos que profundizar como estudiar qué pasa en la interacción con otros genes y abrir un abanico de posibilidades, siempre apuntando a entender el mecanismo fino que está detrás de lo que ocurre en la práctica agropecuaria real para aportar herramientas que ayuden a mejorarla y hacerla más sustentable”, acota Nicole Pretini.
Respecto de la posibilidad de identificar el gen, la investigadora graduada de la UNNOBA reconoce que “sin dudas es el sueño de cualquier licenciado en Genética”, pero aclara: “Cuando uno investiga no lo hace pensando en el logro personal, busca contribuir a la generación de un nuevo conocimiento, sabiendo que si lo logra de ningún modo esa es la línea de llegada sino más bien el punto de partida para seguir investigando”.
Un cultivo estratégico
En términos objetivos, este año la zona triguera del país tuvo una siembra récord con 6.5 millones de hectáreas sembradas y las perspectivas de cosecha son alentadoras. Argentina produce alrededor de 19 millones de toneladas de trigo, de las cuales 6 a 7 toneladas se consumen internamente y el resto se exporta. Sin embargo, este cultivo no es ajeno a los inconvenientes que generan distintos fenómenos, entre ellos, el cambio climático, el cual preocupa a productores e investigadores. Respecto de esto, Fernanda González y Nicole Pretini entienden que el desafío pasa por incrementar el potencial de rendimiento y la tolerancia a la sequía, debido a la extensión de los períodos secos que se pronostican en la región central de Argentina.
Sobre esta cuestión, González recuerda que el cambio climático viene operando desde la década del 70 y refiere que por modelos de simulación se sabe que el potencial ambiental viene cayendo. “Los programas de mejoramiento han permitido sostener ganancias en rendimiento a pesar de esta caída, pero hay que trabajar para contrarrestar el impacto futuro y hay algunas líneas promisorias en este sentido”.
Con respecto al posicionamiento de Argentina en materia de investigación, concuerdan en el buen nivel de los investigadores del país. “A pesar de todas las limitaciones que existen, la biotecnología argentina está muy bien ubicada en el concierto internacional y, en materia de ecofisiología y mejoramiento hay recursos muy formados y valiosos. En términos de publicaciones también estamos muy bien”, sostiene González.
En este plano, asegura que lo que hace falta es dar el salto para transformar el conocimiento que surge de la investigación científica en tecnología aplicable y se mostró optimista respecto de algunos avances.
Una misma pasión
Tanto Fernanda González como Nicole Pretini tienen historias de formación y recorridos vocacionales diferentes. Una es ingeniera agrónoma y se ha especializado en cuestiones vinculadas a la ecofisiología de los cultivos; la otra eligió el terreno de la genética y profundizó sus saberes en el aspecto molecular. Sin embargo, el ámbito académico y científico representó para ellas un punto de encuentro que les permitió inaugurar este camino que transitan, motivadas por una misma pasión: investigar. Nicole Pretini cuenta que inició la licenciatura en Genética en la UNNOBA en el año 2006 y aunque siempre se sintió atraída por la genética vegetal, confiesa que fue de la mano de Fernanda González, codirectora de su tesis de grado, que descubrió su pasión por el cultivo de trigo y confirmó el aporte que su profesión podía hacer al mejoramiento de su potencial. “Ella me abrió un panorama sobre trigo que me resultó sumamente interesante y así comencé a investigar”, refiere.
“Si bien mi trabajo está orientado a la parte molecular, descubrí que la fisiología me resulta atractiva. El trabajo en este proyecto me enseñó muchas cosas, entre ellas me ayudó a entender que la interacción entre la fisiología y la parte molecular es de gran importancia para poder comprender el funcionamiento de los cultivos”, sostiene la joven investigadora y asegura que fue su formación de grado la que la orientó hacia la investigación. “Uno ingresa a la carrera sin saber hacia dónde va a ir y es de la mano de los docentes y de los trabajos que va realizando que el camino se va abriendo. El principal objetivo de la carrera de Genética en la UNNOBA es formar investigadores”, afirma.
Las dos saben, por sus experiencias, que es de la mano de esas alianzas que se establecen en el terreno de la investigación que se afianza no solo la vocación, sino el compromiso con la generación del conocimiento. Los reconocimientos que ha tenido este proyecto, declarado de interés por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, y los espacios que ha conseguido en los principales medios especializados del país, son una muestra clara de los primeros frutos de un camino que continúa y apunta a dotar a los planes de mejoramiento de bases científicas desde las cuales tomar herramientas para potenciar el desarrollo y la sustentabilidad de la zona triguera del país.
Diseño: Laura Caturla
Producir en clave de futuro
Por Lorena Berro
El mejoramiento genético se asocia al incremento de la rentabilidad de los cultivos. Sin embargo, esta ciencia aúna el trabajo de muchas disciplinas para ponerlas al servicio de potenciar el desarrollo y contribuir a la resolución de problemáticas complejas de las sociedades actuales. La producción de alimentos de calidad a costos razonables, la generación de energía, la disminución de los efectos no deseados del cambio climático son algunas de las dimensiones en las que el mejoramiento puede intervenir para aportar soluciones.
Adriana Andrés, directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA, y Guillermo Eyherabide, director del Doctorado en Mejoramiento Genético de la UNNOBA, brindaron su mirada respecto de los aportes que el mejoramiento genético vegetal y animal ha hecho en distintos campos de la actividad productiva nacional y las transformaciones que ha generado en términos de sustentabilidad, mostrando su potencialidad para abordar problemas complejos que enfrenta la humanidad.
“Las definiciones antiguas del mejoramiento genético hablaban de la ciencia y el arte de incrementar la productividad de especies animales y vegetales o la uniformidad y calidad de sus productos. Esto sigue siendo cierto, pero de arte queda muy poco, relegado a la creatividad y subjetividad de los mejoradores. El mejoramiento se ha potenciado muchísimo con los avances en genética clásica, la genética molecular, la estadística y las tecnologías de la información, de manera tal que hoy podemos decir que es la ciencia que atiende el desarrollo de plantas y animales mejor adaptados para satisfacer las necesidades humanas de alimentos, fibra y energía en un marco sustentable”. Con esta apreciación Guillermo Eyherabide, describió los cambios que se han dado en esta ciencia.
En la misma línea, Adriana Andrés mencionó la evolución que han tenido las disciplinas que compromete y resaltó la importancia de fortalecer la inversión en investigación para “seguir generando conocimientos en un área estratégica para el desarrollo”.
—¿Cómo convive el mejoramiento genético con la sustentabilidad, ya que a menudo aparecen como procesos enfrentados?
—Adriana Andrés: El mejoramiento genético apunta a la sustentabilidad y aúna horizontalmente una serie de disciplinas que sirven como herramientas para lograr un producto mejorado, es decir, un cultivo que rinde más en condiciones más sustentables porque requiere menor uso de fertilizantes, o porque es tolerante a sequías o inundaciones, o porque puede desarrollarse en condiciones extremas de vulnerabilidad ambiental. El mejoramiento no compite ni está divorciado de la sustentabilidad. Todo lo contrario, trabaja en el mismo sentido de lo que pretendemos de la sustentabilidad. Hace varios años la única forma de mejorar el rendimiento de los cultivos era controlando ciertas enfermedades con fungicidas, que no eran los mejores en términos de sustentabilidad. Hoy, a través de la genética, se han logrado obtener variedades resistentes, con lo cual este divorcio que parece haber entre la genética, la biotecnología, el mejoramiento y la sustentabilidad es una falacia.
—¿El mejoramiento genético es condición imprescindible para el incremento de la rentabilidad de la producción agropecuaria?
—A.A: Hay determinadas áreas o regiones de Argentina donde hay cultivos que están adaptados naturalmente y van a seguir siendo los que predominen, porque son áreas con variables bioclimáticas que no las hacen acordes a poder introducir tecnología. Pero hay otras regiones, como la zona núcleo, donde el mejoramiento ha sido la principal herramienta para dar el salto cualitativo y cuantitativo en lo relacionado al rendimiento ya sea de fibras, granos y calidad de forrajes.
—Guillermo Eyherabide: Es impensable poder producir alimentos para una población mundial en crecimiento si no es de la mano del mejoramiento genético. Existen pocas regiones del planeta que todavía tienen áreas de cultivo inexplotada. Si observamos lo que pasó en Argentina, se nota un incremento de la producción de granos y frutos sobre una superficie que es mucho menor a la que se hubiera requerido si los rendimientos se hubieran mantenido en los índices que tenían hace cincuenta años. Esa es, entre otras cosas, consecuencia del mejoramiento genético.
—A.A: En el país, en los últimos treinta años la expansión de la agricultura mediada por las nuevas tecnologías y la soja ha desplazado la ganadería a ambientes marginales, cuyos suelos estaban colonizados por determinadas especies que no eran productivas porque los animales no podían alimentarse de ellas. A través del mejoramiento genético se ha logrado expandir las fronteras de la ganadería, logrando desarrollar variedades que se adaptan a condiciones de adversidad. Argentina tiene amplias superficies que no están exploradas y el mejoramiento genético es un proceso que, si se conduce con objetivos y finalidades claras, es exitoso y permite, cuidando el ambiente, aumentar la productividad en el área que sea.
—Se habla de mejoramiento genético y se piensa inmediatamente en la productividad, ¿hay otros aspectos en los que esta ciencia contribuye al desarrollo?
—G.E: Se habla mucho del cambio climático y no hay otra forma de enfrentarlo que adaptando los cultivos. Puede haber medidas de mitigación desde las políticas públicas, pero el mejoramiento genético puede ayudar a que los efectos indeseables del cambio climático sean menores. Si observamos que una de las causas de este fenómeno es el uso de combustibles fósiles, con el mejoramiento genético se pueden hacer cultivos energéticos; esto puede lograrse tanto con cultivos que tradicionalmente se han destinado para granos, como con cultivos herbáceos que no tienen finalidad alimentaria. Frente a la problemática mundial del cambio climático, el mejoramiento genético puede ayudar desde una doble vía: por un lado, tratando de reemplazar combustibles fósiles; y por el otro, adaptando los cultivos a las condiciones que el propio fenómeno ha generado.
En un buen lugar
Respecto del posicionamiento del país en lo que concierne al cambio climático, los investigadores, que cuentan con nutrida experiencia de trabajo en este campo de la actividad científica, coincidieron en señalar que “Argentina está en un buen lugar porque, tanto en el sector público como en el privado, y hay un fuerte trabajo en mejoramiento genético que ha tenido impacto en la producción”. “El mejoramiento genético en el país está bastante actualizado e integrado a redes globales que facilitan la ejecución de proyectos”, comentó Eyherabide.
En el plano de las necesidades, consideraron que es prioritario formar recursos humanos altamente calificados y en ese sentido señalaron que “la UNNOBA, a través del doctorado en Mejoramiento Genético Vegetal y Animal, está dando los primeros pasos para satisfacer esta demanda”. “No hay tantos especialistas formados en mejoramiento y los avances, no solo de la genética, sino de otras disciplinas, es tan grande y se producen a un ritmo tal que exigen de un plan de estudios que los atienda específicamente”, sostuvo Adriana Andrés.
—¿El doctorado en Mejoramiento Genético Vegetal y Animal de la UNNOBA viene a cubrir esta área de vacancia?
—A.A: Indiscutiblemente sí. Nuestros alumnos mayoritariamente vienen de la actividad privada, esto está marcando la importancia que tiene la Universidad en el territorio que brinda, a través de la carrera, la posibilidad de que muchos profesionales que hacen mejoramiento y desarrollo de semillas tengan su título habilitante.
Fortalecer lo público
La impronta de la actividad privada en el terreno del mejoramiento genético es indiscutida. Como lo es la trayectoria que algunas instituciones públicas han logrado producto del sostenimiento de líneas de investigación en condiciones que no siempre propiciaron su desarrollo. Sobre esta cuestión, Adriana Andrés y Guillermo Eyherabide resaltaron que “el peso de la inversión privada es muy significativo”. En este punto marcaron con preocupación que “en lo público no se ha invertido en investigación todo lo que hubiera sido necesario”.
Si bien reconocen que hubo instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas y algunas universidades que han apoyado proyectos, siempre los presupuestos fueron magros. Por eso consideraron que es tan importante fortalecer la inversión en investigaciones en áreas disciplinares que apoyan al mejoramiento genético y cuyos resultados no se obtienen en el corto plazo.
—¿A qué atribuyen el hecho de que los alientos a la investigación en el ámbito público no siempre hayan sido los adecuados?
—G.E: Muchas veces cuando se discute el financiamiento de la ciencia, se entiende que el mejoramiento genético apunta solo al rendimiento de los cultivos y que eso sirve solamente a los productores y se desatienden otros aspectos que son muy importantes. Erróneamente, desde esa mirada se dejan de lado otras cuestiones asociadas a cómo impacta el mejoramiento en la calidad de vida, sin importar que una persona viva en el campo o en una ciudad.
—¿Robustecer la actividad en el ámbito público es uno de los desafíos?
—G.E: Ese es uno de los desafíos. Pero la gran tarea es disponer de una articulación público-privada mucho más fuerte de la que existe hoy. Hasta ahora lo que ha ocurrido es que las instituciones públicas han ofrecido sus capacidades al sector privado; lo que hay que lograr es que los dos ámbitos se fijen metas mucho más ambiciosas que alcanzar juntos.
—¿Qué rol consideran que cabe a las universidades en esta articulación?
—A.A: Tienen un rol fundamental. En el caso de la UNNOBA, a pesar de ser una universidad joven, desde siempre apoyó la investigación en mejoramiento genético para la generación de conocimientos y el desarrollo de germoplasma. Queda mucho camino por transitar. Tenemos planificado conformar un criadero, que es la base para el registro de cultivares o variedades con patente propia. También estamos fortaleciendo nuestra infraestructura de laboratorios y formando recursos humanos. Todo esto puede contribuir al desarrollo de las empresas pequeñas a las cuales la Universidad puede apoyar desde la generación de conocimientos.
Más cerca de lo que se supone
Aunque asociado a conceptos que resultan abstractos al común de la gente, el mejoramiento genético y las disciplinas que engloba están, a juicio de los investigadores de la UNNOBA, más cerca de la vida diaria de lo que se sabe y su desarrollo tiene implicancias ciertas. A pesar de presuponer que se trata de saberes confinados a un grupo de científicos aptos para manejar complejas tecnologías, mejorar genéticamente es algo que, transforma un producto en otro para cumplir con un determinado cometido, habitualmente asociado a la calidad en un marco de sustentabilidad. Así lo expresa Guillermo Eyherabide al marcar: “La posibilidad de acceder a alimentos en cantidad y a niveles de costo razonables va de la mano de la capacidad de poder producir cada vez más respetando el ambiente”.
En este aspecto, que es quizás el más próximo a la sociedad, ejemplificó: “Algunas líneas de trabajo buscan desarrollar cultivos biofortificados, en el sentido de que sus granos o la pulpa de sus frutos tengan algunos componentes que puedan contribuir a la salud, y de este modo contribuir a resolver problemas nutricionales que existen aquí y en otras partes del mundo”.
“Estas cuestiones van a tener cada vez más importancia, en paralelo a lo que la propia población vaya demandando”, planteó Eyherabide, quien en coincidencia con la directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA concluyó: “El mejoramiento genético está mucho más cerca de la gente de lo que puede percibir”.
El doctorado
Como parte de su oferta de formación de posgrado, la UNNOBA dicta el doctorado en Mejoramiento Genético Vegetal y Animal. La carrera tiene cuatro años de duración y este año se abrió la segunda cohorte con la participación de profesionales de distintos lugares del país y del exterior. Los tres primeros años de cursada están destinados al desarrollo del programa académico y el cuarto a la investigación para la presentación de la tesis final.
Se trata del primer doctorado en Mejoramiento Genético Vegetal y Animal de Argentina. Otras universidades nacionales tienen trayectoria en el dictado de maestrías y doctorados en temáticas puntuales en áreas disciplinares específicas, pero no planteadas de modo integrador.
Un doctorado constituye el mayor grado académico que se confiere en Argentina y el programa de la carrera fue aprobado por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU).
Diseño: Laura Caturla
Pandemia, un año después
Por Lorena Berro
Hace un año una decisión del Gobierno nacional imponía la cuarentena obligatoria para impedir el colapso sanitario que podía generar la propagación del virus SARS-CoV- 2, causante de la COVID-19. En Argentina, comenzaban a hacerse visibles las implicancias de la pandemia. Hoy que comienzan a habilitarse actividades y se ha puesto en marcha el plan de vacunación, se generan las condiciones para suponer que se está iniciando la ansiada “nueva normalidad” . Sin embargo, la pandemia está lejos de haber terminado.
Lo que propone el calendario, a poco más de un año de aquel 20 de marzo en que se inició el confinamiento, es la posibilidad de mirar con visión retrospectiva lo vivido para tomar aprendizajes.
La tarea del sistema de salud, tanto público como privado, ha sido y es titánica; la ciencia ha avanzado a pasos agigantados y ha conseguido llevar adelante estrategias de colaboración que hubieran sido impensadas sin la magnitud de esta tragedia que puso de rodillas al mundo. El desarrollo de vacunas y la construcción de conocimientos en tiempo real sobre un virus desconocido aparecen entre las principales riquezas para capitalizar de esta experiencia.
Como contracara, en este tiempo de pandemia también se han visibilizado los egoísmos, las violencias y la estigmatización. Ese es el camino que hay que abandonar si no se quiere abortar la posibilidad de resurgir mejores de esta vivencia tan disruptiva como dolorosa.
La aparición de nuevas variantes del virus SARS-CoV- 2 y el presagio de una inminente "segunda ola" producto del sostenido aumento de casos, enciende luces de alerta. A pesar de ello, la ciudadanía pareciera no estar dispuesta a observarlas, como si se impusieran mecanismos de negación que velaran la realidad en toda su magnitud.
En este escenario, como ha sucedido en otros momentos de la emergencia sanitaria, la educación vuelve a brindar las claves para habilitar la reflexión e interpelar al conjunto social sobre lo que el futuro impone como tarea. La licenciada en Psicología, Graciela Giménez, y la licenciada en Comunicación Social, Yanina Frezzotti, docentes de la carrera de Enfermería de la UNNOBA, aportaron su visión sobre lo que la pandemia ha representado hasta aquí en términos psicosociales. Describieron algunos eventos y señalaron cuestiones que consideran necesario no desatender para evitar la idea ilusoria de una pospandemia que aún no ha llegado.
—¿Cómo evalúan en términos psicosociales el tránsito por el primer año de la pandemia de coronavirus?
—Yanina Frezzotti: Ha sido un año muy complejo en varias dimensiones. Desde el punto de la comunicación, la infodemia irrumpió como un fenómeno generado por la incertidumbre. A través de las redes sociales se fueron viralizando contenidos, a veces informativos y muchas veces desinformativos. Comenzaron a circular rumores, noticias falsas, contenidos maliciosos, teorías especulativas que fueron canalizadas a través de las redes sociales, respondiendo a la necesidad de la gente de hallar respuestas que no podía brindarle la ciencia, que como sabemos, avanza a otro ritmo. La crisis sanitaria, política, económica y social que atravesamos empezó a dar lugar a la circulación de esos contenidos para llenar vacíos.
—Graciela Giménez: La pandemia tuvo un acompañante permanente que impactó seriamente en términos psicosociales que fue la infodemia. Pandemia más infodemia generaron en términos psicosociales la tergiversación de la posibilidad real de analizar las conductas sociales tal como estamos acostumbrados a hacerlo.
—¿Qué fenómenos sociales observan que se han expresado en este tiempo en el que las redes sociales han tenido mucho protagonismo como canal de comunicación?
—YF: En el marco de un grupo multidisciplinario radicado en el Centro de Investigaciones y Transferencia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (CITNOBA), llevamos adelante una investigación sobre “Repertorios y flujos de comunicación en espacios digitales” y advertimos un crecimiento exponencial de la violencia a través de las redes sociales. Hicimos un relevamiento entre jóvenes y observamos que ellos perciben este fenómeno, aunque tratan de resguardarse, evitando intervenir en debates públicos, sobre todo cuando se generan a partir de temas “polarizantes”. Están más ausentes del diálogo en redes cuando se habla de "vacunas sí o no", cuando se plantean debates sobre la conveniencia o no del confinamiento, o el uso o no del barbijo. Sí intervienen más en las cuestiones de género y el cuidado del medio ambiente, aunque siempre lo hacen con un perfil bajo y recurriendo a otras herramientas que brindan las redes para sumarse de alguna forma al activismo digital. Pero la violencia en redes creció y eso tiene impacto en términos sociales por la capacidad de penetración de esos contenidos. Lo mismo sucedió con la violencia de género que también encuentra un canal a través de las redes sociales para expresarse, aunque en este caso, los jóvenes, que es el grupo que estudiamos en el proyecto, suelen ser observadores pasivos y tienden a naturalizarla.
—¿Cómo han impactado desde el punto de vista psicológico y psicosocial el confinamiento y las modificaciones que sufrió la dinámica de la vida cotidiana?
—GG: Hay emociones que generó la pandemia, estados de ánimo que afectaron a la sociedad. La UBA hizo clasificaciones con rigor científico, y han prevalecido el miedo, la frustración, el enojo, la ambivalencia, la desorganización, el aburrimiento, la tristeza y la soledad; sensaciones que parecieran no contener ninguna connotación positiva y que han estado subrayadas por la incertidumbre.
—¿Estas manifestaciones pueden tener efectos perdurables sobre la salud emocional individual y colectiva?
—GG: Lo que ha sucedido en este tiempo ha redundado en patología mental. En mi opinión, la pandemia puso en foco una cantidad de cuestiones y cuando la estructura psíquica, la configuración de biografía y experiencia de los sujetos son terreno propicio, el síntoma aparece. No me arriesgaría a decir que a alguien lo enfermó la pandemia, ni que hay una depresión por pandemia. Todavía no hay un registro suficiente, porque aún estamos transitando el problema.
—¿Cómo evalúan este tiempo de la pandemia y los mecanismos que se pusieron en juego a nivel social para sobrellevar una situación que se ha sostenido en el tiempo?
—YF: Creo que hubo dos grandes momentos: el comienzo de la pandemia, donde tuvimos mucho más miedo, lo que hizo que emergiera la solidaridad social y esta idea de cuidarnos entre todos, de protegernos y "remar todos para el mismo lado", de preguntarle al vecino si necesitaba algo... ese tiempo inicial que nos permitía mirar el impacto positivo que la pandemia podía llegar a tener en el medioambiente y un montón de cuestiones. Y luego, con la naturalización del problema, se inició otro momento en el que volvieron a surgir los individualismos, los egoísmos y se impuso el "sálvese quien pueda". Con ello la idea de que tal vez la pandemia no nos deje nada, porque seguimos siendo los mismos, igual que ha pasado con otros eventos traumáticos de la humanidad.
—GG: Creo que hemos enmascarado el problema. La pandemia sigue. Pero recurrimos a mecanismos conscientes e inconscientes para convencernos de que es un problema que afecta a otros. Ya ha pasado antes con el sida y en esta oportunidad intentamos hacer lo mismo, poner afuera el problema para sentir que no somos nosotros “los apestados”, que es “algo que viene de afuera”, que “nos tiraron la peste”.
—YF: Hay un mecanismo de negación que se expresa en falsas certezas que construimos, como la que señala que el virus no existe, que es una gran mentira que usan para dominarnos. En el plano informativo estas teorías circularon desde el comienzo de la emergencia sanitaria y circulan aún hoy. Seguramente hay recursos que consciente o inconscientemente utilizamos para procesar situaciones adversas que encuentran sustrato en la información que consumimos o que buscamos.
—GG: En estas situaciones tan disruptivas se expresan conductas básicas del ser humano que son de "fuga" o de "ataque" y siempre eluden la propia responsabilidad. Como sociedad estamos naturalizando el problema y eso expresa una vez más la falta de educación, como si los cuidados que adoptamos cuando la pandemia empezó, los hubiéramos guardado.
—¿Este mecanismo de negación es un impulso natural a vivir como antes?, ¿o seremos socialmente capaces de construir una nueva normalidad?
—GG: Creo que es relativo. La potencialidad de vivir que tenemos los seres humanos nos llevó en distintos momentos de nuestra historia a poner en juego el poder de la voluntad para sobrevivir. Pero no creo que haya una nueva normalidad, soy bastante escéptica. La diferencia va a estar en que tendremos algo más en la historia para sumar. En términos de espiritualidad no se va a modificar nada. Respecto de la conducta social, no es la pandemia un factor de impacto que genere cambios en este nivel. Eventos que trajo la pandemia en términos de usos y costumbres se van a sostener. Vamos a tener que aprender a vivir de otra manera, porque de acuerdo a lo que señalan los científicos, ésta no será la última pandemia y eso nos obliga a estar más atentos. Pero los egoísmos, las solidaridades, las generosidades, las mezquindades, van a seguir estando.
—YF: Personalmente opino que apenas podamos, todo va a volver a ser como si nada hubiera pasado, también como un intento de tratar de olvidar el trauma. Por supuesto que en algunos ámbitos específicos las transformaciones van a continuar, como el uso de la tecnología en la educación y los adelantos de la ciencia; pero también otras cuestiones menos positivas como la precarización laboral y las violencias.
La dimensión positiva
Al momento de rescatar aspectos positivos que dejó el tránsito por este primer año de pandemia, las docentes de la UNNOBA coincidieron en marcar los avances de la ciencia y el uso de la tecnología como elementos valiosos.
“Algunos sectores reacios a incorporar la tecnología la adoptaron e incorporaron a sus prácticas laborales e interacciones sociales y eso es algo positivo”, recalcó Yanina Frezzotti, docente de la asignatura Socioantropología de la Salud y becaria del CONICET. “En el ámbito educativo, muchos docentes han aprendido cosas nuevas y se han visto modificados a sí mismos en el proceso, esto los reubica en otro escenario, pueden establecer otros vínculos y eso es positivo”, añadió. “Si bien nada reemplaza la presencialidad en educación, hoy se cuenta con un recurso que ya no se podrá dejar de considerar”, recalcó Frezzotti, quien también es docente de posgrado.
En la misma línea, Graciela Giménez, secretaria Académica del Instituto Académico de Desarrollo Humano de la UNNOBA y docente de las asignaturas Antropología de la Comunicación, Introducción a las Ciencias Sociales, Sociología de la Enfermería y Psicología de las Organizaciones de la carrera de Enfermería de la UNNOBA, sostuvo que el avance de la ciencia es un aspecto positivo: “A raíz de la emergencia sanitaria han surgido experiencias colaborativas valiosas, nuevas líneas de aprendizaje y conocimiento. Se ha puesto en evidencia el valor de la actividad científica y el uso de la tecnología que se ha horizontalizado”.
Hacia adelante
—¿Cuál es el valor de la educación y de la comunicación en contextos que siguen signados por la incertidumbre?
—YF: Es fundamental capacitar en competencias digitales, pero no solo para achicar la brecha digital, sino para formar en competencias reflexivas. La alfabetización informacional es un concepto clave. Enseñarle a las nuevas generaciones y practicar juntos esta idea de no consumir la información, sino procesarla para validarla.
—GG: Hay que insistir mucho en la educación. Este tiempo nos mostró que estamos atravesados por la información y por las redes sociales, pero no es cuestión de usarlas, sino de pensar para qué las utilizamos. Hay que trabajar muy fuertemente en lo educativo para que los hábitos de cuidado puedan incorporarse, porque no todo el mundo tiene la posibilidad de poder cuidarse o de saber hacerlo. En este sentido el compromiso de la educación es ineludible. Solo con mejor educación vamos a salir enriquecidos de esta experiencia tan dolorosa.
La resiliencia como tarea
—¿Es posible promover la resiliencia como instrumento para pensar la pospandemia?
—GG: La resiliencia en tanto capacidad humana de sobreponerse y adaptarse a situaciones adversas, se puede fomentar, acompañar. No es una condición natural, hay que aprender a ponerla en marcha: es un entrenamiento, una decisión. La resiliencia no se puede convertir en un acto social por sí mismo, porque depende de la historia y capacidad adquirida de cada persona. El nivel de resiliencia es tan diverso, que no podemos plantearla del mismo modo para todos. Ahora bien, como la mayoría de las personas está atada a la pulsión de vida, se pueden pensar estrategias para desarrollar esa potencialidad. Pero la resiliencia es un proceso interior, un trabajo.
—YF: Coincido en que el ser humano tiene una capacidad resiliente y que para favorecer la resiliencia a nivel social, la educación cobra un valor superlativo. Hay que insistir con la educación que es lo que nos va a dotar de recursos para entender la complejidad del tiempo que estamos viviendo y nos va a permitir ensayar soluciones para los problemas que deberemos resolver en el futuro.
Capitalizar lo aprendido
De la mano de la reflexión sobre la resiliencia y la tarea de promoverla a nivel social, tanto Graciela Giménez como Yanina Frezzotti se detuvieron en la importancia de capitalizar los aprendizajes que dejó este año de pandemia. Ambas coincidieron en señalar que la crisis sanitaria puso en evidencia la importancia del Estado y el conocimiento científico. También resaltaron enseñanzas valiosas en el orden práctico, vivencial y existencial, como la recuperación de hábitos de higiene y conductas saludables, la incorporación de herramientas tecnológicas a la vida cotidiana y a la educación. “Hay un aparente registro de representación social de mayor intercomunicación”, dijeron.
Asimismo, observaron que se visibilizaron problemáticas sociales estructurales que “tal vez constituyan una oportunidad para trabajar sobre ellas”.
Por último, remarcaron que durante este año de pandemia se instituyó una percepción de inmediatez y finitud sobre el que antes no se reflexionaba y emergió una valoración de la interdependencia social. Todos aspectos de los cuales sacar enseñanzas para trazar el camino hacia el futuro que sigue siendo incierto, pero que encuentra a la sociedad con el bagaje de experiencias del sendero ya transitado.
Diseño: Laura Caturla
Candid#1, la vacuna huérfana
Por Lorena Berro
Cada vez que una enfermedad irrumpe en una comunidad y comienza a expandirse con consecuencias drásticas, aparece la necesidad de la ciencia de contener esa emergencia sanitaria y trabajar en la búsqueda de alternativas que permitan su control. En ese devenir, el hallazgo de una vacuna que posibilite la prevención constituye la aspiración máxima. No importa la dimensión del problema ni su alcance geográfico: morigerar la incidencia y reducir la mortalidad es el reto de la actividad científica.
En las décadas del 50 y del 60, las epidemias de Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA) causaban un número importante de muertes y desvelaban al grupo de científicos que estaba abocado a conocer la enfermedad causada por un ratón de campo (el Calomys musculinus). En aquel viejo hospital de llanura —donde hoy funciona el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui” (INEVH)— los pabellones estaban abarrotados de pacientes en aislamiento que perdían la vida a causa de una enfermedad que les hacía doler el cuerpo hasta matarlos, sin que se supiera demasiado sobre las causas de aquello conocido como “El Mal de los Rastrojos”.
Fue el doctor Julio Maiztegui y un grupo de profesionales, muchos de los cuales recién se iniciaban en el camino de la Medicina y asumieron la tarea como un reto personal y social, quienes trabajaron sin pausa para hallar primero un tratamiento que resultara efectivo —el plasma de convaleciente— y más tarde una vacuna —la Candid#1— que lograra el control de esta enfermedad endémica, circunscripta a una región del país, actualmente delimitada por las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y La Pampa.
A partir de la aparición del virus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, aquel modelo nacido en el corazón de la pampa húmeda, producto del desvelo de quienes abrazaron la actividad científica y tomaron todas sus herramientas para lograr contrarrestar las grandes epidemias, se puso en el centro de todas las miradas. Antes, la labor realizada por estos científicos había sido observada para replicar intervenciones orientadas a controlar los brotes de Ébola, SARS y MERS, entre otras enfermedades que afectaron diversas regiones del planeta. Hoy que el mundo entero está a la espera de la llegada de una vacuna que finalmente pruebe ser capaz de detener el avance de la pandemia desencadenada por el nuevo coronavirus, ir hacia atrás en la historia y recordar las instancias que se siguieron para el desarrollo de la Candid#1 resulta no sólo un ejercicio de memoria necesario, sino un espejo en el cual mirar la tarea que es capaz de realizar la ciencia cuando se pone al servicio de objetivos precisos y cuenta con el acompañamiento de una comunidad.
Una historia en primera persona
La doctora Delia Enria no solo trabajó a la par de Julio Maiztegui en los estudios dirigidos a probar la eficacia del plasma inmune para tratar la FHA, sino que durante años estuvo abocada a la tarea asistencial. Más tarde, como directora del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui” (INEVH), lideró el ensayo clínico realizado en el país para probar que la vacuna producida en Argentina era equivalente a la elaborada en Estados Unidos, donde se produjo por primera vez.
Es, junto a otros profesionales, testigo y protagonista de un hecho científico sin precedentes que cambió la historia de una enfermedad.
En ese contexto, su testimonio aporta no solo una mirada retrospectiva de aquella “lucha” que desencadenó que el país asumiera la responsabilidad y dispusiera de los recursos para fabricar la vacuna Candid#1, sino que acerca al presente la visión de una mujer de la ciencia respecto de la realidad que vive el mundo atravesado por la pandemia de coronavirus, una situación que a su juicio dejará como saldo “una crisis que requerirá de la ciencia, los Estados y el compromiso social para sortear las batallas que aún quedan por dar, y que no se reducen a lo sanitario”.
—¿Cuándo surgió la necesidad de contar con una vacuna contra la Fiebre Hemorrágica Argentina y cómo fue ese desarrollo?
—Una vez aislado el Virus Junín, causante de la Fiebre Hemorrágica Argentina, la necesidad de la vacuna empezó a manifestarse en el trabajo de diferentes grupos científicos. Hubo distintos intentos, uno de ellos con una vacuna a virus inactivado por parte del Instituto Malbrán. Luego, la Cátedra de Microbiología de la Facultad de Medicina tuvo un primer inicio de vacuna contra el Virus Junín, de donde surgió la cepa XJ clon 3, que incluso llegó a aplicarse a voluntarios. Esa vacuna se interrumpió por decisión de la Academia Nacional de Medicina porque las etapas de su desarrollo no habían seguido lo que se aconsejaba para un producto de uso en humanos. La tarea científica siguió avanzando en otros aspectos, se describieron otros arenavirus y en el año 1976 se realizó en Argentina una conferencia internacional que reunió a expertos de todo el mundo. Ese encuentro concluyó en la necesidad de explorar nuevas posibilidades de vacuna tomando los avances logrados en el trabajo con la cepa XJ clon 3. La idea era buscar una vacuna para todos los arenavirus partiendo del Virus Junín, pero lamentablemente no se logró.
—¿La exploración de esas nuevas posibilidades de vacuna se hizo en Argentina?
—La sugerencia de los expertos de esa conferencia internacional devino en un proyecto colaborativo internacional que involucró al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la Oficina Sanitaria Panamericana, el Ministerio de Salud de la Nación, el Instituto Maiztegui, que se creó a consecuencia de ese proyecto, y la Unidad de Enfermedades Infecciosas de la Oficina de Defensa de los Estados Unidos. Esto habilitó la posibilidad de trabajar en varias líneas. Una de ellas siguió el camino de la cepa XJ clon 3. Se convocó al virólogo argentino Julio Barrera Oro para desarrollar la vacuna en Estados Unidos, en un laboratorio con condiciones de bioseguridad de nivel IV, en un momento en el que eran escasas las condiciones de infraestructura para este tipo de desarrollos en el mundo. Luego de varios años, Julio Barrera Oro con un grupo de trabajo enorme desarrolló la Vacuna Candid#1. Y mientras tanto en Argentina estábamos sentando las bases para desarrollar el ensayo clínico y ayudando en etapas colaterales de este proceso. Estamos hablando del año 1979 y la candidata a vacuna Candid#1 estuvo lista en 1984, un momento en el que nuestro país no tenía autoridad regulatoria.
—¿Cómo se subsanó el hecho de que Argentina no tuviera autoridad regulatoria para aprobar las distintas fases de este proceso y dónde se llevaron adelante?
—El pedido, si bien pasó por una comisión de regulación del Ministerio de Salud de la Nación, obligó a la conformación de un Comité de Ética en el Instituto Maiztegui, que fue el primero de la Argentina. A propósito de este desarrollo, se presentó la autorización para iniciar los ensayos clínicos ante la autoridad regulatoria de Estados Unidos (FDA), terminadas ya las pruebas in vitro y en distintos modelos experimentales. Cuando este organismo autorizó el comienzo de la fase I, se hizo con voluntarios americanos. Para ello una investigadora del Instituto Maiztegui, la doctora Ana María Briggiler, viajó para participar como observadora. La fase II se desarrolló tanto en Estados Unidos como en Argentina, fueron los estudios que empezaron en Pergamino hacia el año 1985 y fueron completando las etapas de lo que se llama “seguridad de la vacuna”. Para la fase III elegimos trabajar con voluntarios de localidades de la provincia de Santa Fe, donde la incidencia de la enfermedad era muy alta, porque eso nos iba a permitir tener con mayor rapidez las pruebas de eficacia, algo que no se mide por los anticuerpos que desarrolla una persona, sino por la protección que la vacuna brinda contra la enfermedad. A esos voluntarios los llamo “nuestros granaderos”, porque respondieron con mucho compromiso. Este estudio se desarrolló a "doble ciego", es decir que la mitad recibió la vacuna y el resto, placebo. Y en paralelo, seguíamos ampliando la cantidad de inmunizados vacunando a personas a riesgo y haciendo otros estudios vinculados con la inmunidad celular y completando una infinidad de pruebas de fase II y III. El código de la vacuna se abrió en la década de 1990 y demostró una eficacia del 95,5 por ciento. Inmediatamente, y como éticamente corresponde, se procedió a aplicar la vacuna a todos los que habían recibido placebo.
—Finalizadas las fases de estudio, ¿dónde se produjo la vacuna Candid#1?
—No se consiguió ningún laboratorio que aceptara fabricarla por ser una droga huérfana. Esto quiere decir que no es comercialmente rentable por las características que tiene la FHA de ser una enfermedad confinada a una sola región del mundo. Durante algún tiempo la produjo el Instituto Salk, de Swiftwater, Pensilvania, Estados Unidos. Con esas dosis se inmunizó a muchas personas, todavía bajo informe de consentimiento, porque la vacuna no tenía licencia.
—¿Cómo fue que finalmente Candid#1 consiguió producirse en Argentina y cómo recuerda ese proceso que representó un enorme trabajo en términos institucionales y políticos?
—Cuando por razones presupuestarias el Instituto Salk dejó de fabricar la vacuna se inició otra dificultad para nuestro país, porque quedaba en nosotros la responsabilidad de producirla, sin que estuvieran dadas las condiciones para ello. Me tocó personalmente llevar adelante aquella lucha porque Julio Maiztegui ya había fallecido. Trabajamos mucho con la doctora Ana María Ambrosio y un gran compromiso de todo el personal del Instituto. Fue necesario finalizar las obras de la planta de producción y conseguir financiamiento. Fue un proceso que llevó casi una década, con no pocos conflictos. La producción de Candid#1 en el Instituto Maiztegui se logró a razón de un recurso de amparo que presentó un ciudadano y obligó a la Nación Argentina, representada por el Ministerio de Salud, el Ministerio de Economía y la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS), a producir la vacuna. A partir de allí comenzó un proceso de financiación que fue seguido muy de cerca por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Cuando obtuvimos los primeros lotes propios, la autoridad regulatoria nacional autorizó la vacuna, pero fue necesario hacer un nuevo ensayo clínico porque la eficacia de Candid#1 estaba demostrada para el biológico producido en Estados Unidos. Eso motivó el ensayo clínico que se hizo en los años 2005 y 2006 con una inmensa cantidad de voluntarios mayores de 15 años. Los resultados dieron lugar a la licencia y Candid#1 fue incluida en el calendario nacional de inmunizaciones para las provincias del área endémica.
—¿Qué rescata de aquellos años de trabajo?
—El control de la Fiebre Hemorrágica Argentina significó una tarea de muchísimos años, que empezó con el descubrimiento del Virus Junín y culminó con la vacuna, superando todas las dificultades. A la vista de los resultados obtenidos, hasta lo negativo aportó cosas que sirvieron mucho. Logramos disminuir sensiblemente la incidencia de la enfermedad, aunque en los últimos años por olvido ha vuelto a aumentar.
—¿Qué los motivó como científicos a impulsar tan fuertemente el desarrollo de la vacuna?
—Fue una lucha política terrible, pero había un proyecto clarísimo. Lo que nos impulsó fue la convicción de lo que se iba a lograr. Hay responsabilidades que recaen sobre el Estado, no como partido sino como institución. Nos correspondía proteger a la población de una enfermedad endémica. Hay muy pocos ejemplos en el mundo de lo que se ha logrado con la Fiebre Hemorrágica Argentina y sería una pena que se olvidara ese ejemplo, que significó incluso el paso de mando de una generación a otra para seguir trabajando en la misma dirección.
—¿Teme que ese ejemplo pueda perderse?
—Me apena que la producción de Candid#1 se haya interrumpido. Pero sé que están encaminadas las gestiones para restablecer el funcionamiento de la planta de producción del Instituto Maiztegui.
—Más allá de restablecer la producción de Candid #1, ¿considera que hay otros desarrollos que ameritaría generar en torno a esta vacuna?
—Sería interesante seguir buscando vacunas diferentes a la Candid#1. Siempre es necesario desarrollar líneas más seguras de producción. Pero, en principio, creo que la gran tarea es asegurar la continuidad de lo que ya tenemos, que es una vacuna segura y efectiva.
—En lo personal, ¿qué ha significado haber sido parte de este trabajo científico que permitió el control de la Fiebre Hemorrágica Argentina?
—Ha sido una oportunidad única en mi vida de la que me siento honrada. He podido gozar de una profesión bella como la Medicina en todos los aspectos posibles: desde atender a los pacientes, desarrollar un tratamiento y participar del desarrollo de una vacuna. Ha sido un desafío interesante que espero haya valido la pena. Personalmente me enriqueció mucho y me mostró lo que es capaz de hacer una comunidad cuando abraza un propósito.
Sobre la vacuna que espera el mundo
En el caso de la Fiebre Hemorrágica Argentina el uso de plasma inmune y su probada eficacia aplicado en estadios tempranos de la enfermedad, se transformó en aliado para manejar los brotes epidémicos y dio tiempo a que el desarrollo de la vacuna pudiera respetar todas sus fases de implementación.
Frente a la pandemia de coronavirus, el desarrollo de vacunas parece ser una carrera contra el tiempo. Y la premura se erige en condición indispensable para sortear la urgencia de la emergencia sanitaria.
Alejada ya de la conducción del Instituto Maiztegui, tras haberse jubilado, y en su rol de integrante del Comité Estratégico de Asesores en Infecciones Peligrosas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mirada de Delia Enria sobre el proceso de desarrollo de vacunas contra el Virus SARS-CoV-2 es auspiciosa, aunque cauta respecto de la estricta vigilancia posvacunación, que deberá hacerse atendiendo a que será una vacuna que se autorizará “bajo uso de emergencia” y sin que estén completas algunas fases.
—¿Qué mirada tiene de la tarea que está llevando adelante la ciencia para alcanzar el desarrollo de vacunas que resulten efectivas contra el virus SARS-CoV-2?
—Estoy siguiendo muy de cerca el brote desde que no sabíamos de qué se trataba. Siento que la ciencia hizo un muy buen trabajo cuando allá por el año 2000 advirtió sobre la posible emergencia de enfermedades y eso permitió desarrollar herramientas. A los pocos días de la irrupción del nuevo coronavirus tuvimos secuenciado el virus y, aplicando los conocimientos generados en el trabajo con virus similares, se pudo avanzar rápidamente en la lucha contra el SARS-CoV-2 mediante un trabajo colaborativo público-privado de innumerables grupos de investigación del mundo. Ha habido algunos malos juegos políticos de algunos países, pero en general lo que se ha visto es una colaboración científica internacional sin precedentes. Creo que es una maravilla que a poco más de once meses de haber sido detectado el virus, estemos vislumbrando la posibilidad de una vacuna, que seguramente obtendrá una licencia transitoria, porque ninguna fase III va a estar completamente terminada. Celebro que haya varias posibilidades de vacuna y que incluso algunas hayan avanzado en la producción bajo riesgo. La pandemia lo amerita.
—¿Qué observación merece el hecho de que posiblemente la vacuna comience a aplicarse sin tener completa la fase III?
—Tengo confianza en las autoridades regulatorias internacionales y nacionales. Creo que se va a tener que recurrir a una autorización de uso de emergencia. No es lo deseable, pero la situación lo exige. Entiendo que se necesitará una vigilancia posvacunación muy estricta y esto representará un desafío grande para el sistema sanitario que está muy conmocionado con lo que le está ocurriendo.
—Desde su experiencia, ¿qué mensaje habría que transmitir a la población que siente cierta desconfianza por la premura de este proceso?
—A la población hay que transmitirle tranquilidad y pedirle que confíe en sus instituciones. Son muchos los organismos que van a intervenir para regular el uso de la vacuna contra el coronavirus. Será difícil el abordaje de la vacunación en tiempos de pandemia.
—¿Cómo imagina el futuro del mundo pospandemia?
—La vacuna en sí misma no resolverá el problema. Las medidas de cuidado personal y colectivo han llegado para quedarse. El tiempo pospandemia, que aún no ha llegado, será difícil porque se aventura una crisis mundial de dimensiones enormes. El HIV significó una crisis, pero no de esta magnitud. Esta es una situación que desencaja nuestros hábitos y para comunidades como las nuestras, amantes del acompañar, esto tiene consecuencias en todas las dimensiones de la vida personal y social.
—¿Tenemos que acostumbrarnos a convivir en un mundo donde cada vez sean más frecuentes emergencias sanitarias como las causadas por el coronavirus?
—Sí. Esa es la advertencia que han hecho los expertos internacionales que trabajan en enfermedades emergentes. Y el énfasis está puesto en las zoonosis, algo que involucra los modos de intervenir del ser humano en el ecosistema, que lo ponen en contacto con enfermedades que estaban presentes y no lo habían alcanzado. Esto desafía los sistemas de producción alimentaria, interpelándonos sobre cómo sostener la sanidad de los mismos.
—¿Hay algo de la tarea desplegada en esta región para el control de la Fiebre Hemorrágica Argentina que pueda ser tomado como "modelo" para pensar intervenciones en escenarios sanitarios tan complejos?
—Creo que nuestro principal aporte ha sido la mirada interdisciplinaria del problema y la incorporación de otras disciplinas que no siempre se visualizan claramente en el campo de la salud, como las ciencias sociales o la antropología. Estas disciplinas resultan de suma utilidad para pensar la relación de los seres humanos con el ambiente y contribuir en la adopción de nuevos hábitos, la aceptación de tratamientos y vacunas. Creo que en esta pandemia, a raíz del uso de plasma, se ha mirado el modelo desarrollado por Julio Maiztegui. Estoy convencida que hay muchos aprendizajes más que pueden tomarse de su modo de hacer ciencia con el acompañamiento de la comunidad.
Diseño: Laura Caturla
Género, una agenda necesaria
Por Lorena Berro
La pandemia de coronavirus afectó todas las dimensiones de la vida social y de algún modo puso en foco problemáticas que muchas veces quedan desdibujadas en la vorágine de la vida cotidiana. La temática de género es una de ellas. A pesar de que en los últimos tiempos se han delineado políticas en este campo y la cuestión comenzó a visibilizarse ante la mirada social, el tema no termina de instalarse en la agenda pública desde lo preventivo. Apenas logra imponerse por las consecuencias que genera la violencia cuando ocurre y exhibe su peor saldo.
Como parte del ciclo Diálogos en tiempos de pandemia, una iniciativa que lleva adelante la UNNOBA y convoca a distintos actores sociales para abordar diferentes temas, fueron varios los especialistas que se enfocaron en la problemática de género y la abordaron desde miradas diversas. Una de ellas fue la diputada provincial de Santa Fe, Erica Hynes, quien efectuó un análisis sobre cómo la violencia que sufren las mujeres no consigue ocupar el “Top 5” de la agenda mediática, un fenómeno que a su criterio sigue reproduciendo el espiral de violencia y mostrando cómo el problema sigue resultando “marginal” para el Estado.
La investigadora y docente universitaria que ha trabajado desde diversos ámbitos con perspectiva de género, enfatizó en la necesidad de que esta problemática se integre a la agenda pública de modo transversal y no quede confinada a acciones de asistencia.
En su reflexión Hynes describió cómo la violencia hacia las mujeres recrudeció durante el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) impuesto por el Gobierno Nacional para contener la pandemia de coronavirus y brindó algunos indicadores concretos en términos estadísticos y simbólicos. Sus consideraciones no se detuvieron solo en las cifras que reportan el número de víctimas de la violencia de género, sino que abundó en algunos aspectos de fuerte valor simbólico, como el lugar que ocupan las mujeres en los espacios de decisión política. También se centró en cómo las imágenes que representan el poder siguen siendo preponderantemente masculinas en la jerarquización y el planteo informativo que realizan los medios de comunicación.
A través del análisis discursivo de las principales noticias publicadas en medios de circulación nacional durante el confinamiento social, la legisladora planteó que las cuestiones de género se instalaron en la agenda mediática tangencialmente, sólo a través del relato de algunos hechos que pretendieron marcar “la desigualdad”.
Por fuera del “Top 5”
Bajo la consigna “Prioridades en pandemia. Cuando los problemas de las mujeres no llegan al Top 5 de la agenda pública”, sus apreciaciones giraron en torno a la centralidad ganada por las iniciativas implementadas en materia sanitaria y económica, en detrimento de la agenda de género, que “solo apareció en las noticias de manera esporádica”, a través de la difusión de las que denominó “medidas insignias” como la recomendación de llamar al 144 ante situaciones de violencia.
“Lo que apareció en la agenda de los medios de comunicación fue el consejo y la articulación de acciones del Estado con organizaciones de la propia comunidad. Pero lo que estuvo ausente fue la sustancia de la política pública concreta”, resaltó. Y prosiguió: “Desde la declaración de la pandemia y las medidas de confinamiento, no se conocieron acciones que estuvieran dirigidas a las mujeres de manera específica”.
“Ante el crecimiento de los hechos de violencia de género, se difundieron noticias asociadas a los mecanismos de asistencia y el trabajo que realizan las redes conformadas por organizaciones del activismo feminista”, insistió. En este punto reclamó la necesidad de “un espacio preponderante de las cuestiones de género en el plano de las decisiones políticas y la acción gubernamental”.
Lo duro y lo blando
Erica Hynes opinó que durante el confinamiento existió una agenda “estratégica” marcada por la macroeconomía, el problema sanitario, las estadísticas en relación al número de contagios de la COVID-19, las cifras de personas muertas y recuperadas; y después “una agenda de género”, que a su juicio no solo es la agenda de las mujeres, sino la de los sectores “más vulnerables de la sociedad” y los colectivos cuya problemática no encuentran eco en la agenda mediática, más que por situaciones puntuales.
Así, describió: “Recién al mes de la cuarentena, en la tapa de algunos diarios apareció una noticia referida a la agenda de género. Fue para marcar el aumento de las consultas a la línea 144 por casos de violencia hacia las mujeres".
"También se reflejaron los alcances de la campaña del barbijo rojo, una iniciativa que comenzó y se quedó corta, porque terminó siendo la divulgación de algo que en sí mismo no tuvo ninguna capacidad de poder garantizar la satisfacción de la demanda de ayuda, porque ni siquiera las trabajadoras de las farmacias, donde las mujeres debían acudir con un barbijo rojo si estaban sufriendo alguna situación de violencia que vulnerara sus derechos, tuvieron herramientas para convertir eso en un auxilio seguro”, prosiguió.
A su entender la problemática de género ocupa “la agenda blanda”. “Son titulares que no interesan”, dijo, lo que revela “el lugar que estas cuestiones siguen teniendo en la prioridad de quienes poseen responsabilidad sobre las políticas públicas”.
En esta línea, reconoció que cuesta mucho que el Estado y los gobiernos piensen sus acciones desde una perspectiva de género y que se invierta capacidad estatal en la resolución de problemas que afectan a las mujeres y al colectivo de la diversidad.
De igual modo lamentó que a pesar de los avances y las batallas ganadas por las propias mujeres en este terreno, sus problemas sigan estando por fuera de “la agenda dura” que es la que termina concitando la mayor atención por parte de la sociedad.
Del diagnóstico a la acción
En su reflexión reclamó la necesidad de pasar del diagnóstico a la acción: “Es necesario declarar la emergencia en violencia de género y poner a disposición de quienes son víctimas todos los mecanismos de sostén y protección, mediante una fuerte respuesta estatal como la que el país ha dado en otras dimensiones en esta pandemia”. “Pero también hay que generar mecanismos para el registro de datos, trabajar en prevención y en medidas de mitigación y amparo”, continuó.
Asimismo, señaló que “más allá de la emergencia la gran tarea es construir sociedades igualitarias porque esa es la única forma de disminuir y erradicar la violencia y para ello hay que avanzar en formas más equitativas de distribución de los ingresos y de acceso a las oportunidades en todos los órdenes de la esfera productiva y social”.
La legisladora puso el acento en la cuestión de los cuidados para marcar que “este tipo de tareas suele recaer sobre las mujeres, cuando en realidad habría que establecer las corresponsabilidades”.
En este punto advirtió que cuando profesiones habitualmente ejercidas por mujeres comienzan a jerarquizarse, como por ejemplo la enfermería, llamativamente comienzan a ser elegidas también por hombres. “En cambio, sigue siendo desigual el acceso de la mujer a determinados puestos laborales en las mismas condiciones en que acceden los hombres”.
La investigadora sostuvo que “las mujeres tienen que estar en la mesa que se toman las decisiones” y consideró, a partir de imágenes tomadas de las principales noticias difundidas por los medios de comunicación, que éstas exhibieron una escasa participación femenina en espacios de decisión política estratégicos.
Solidaridad entre los géneros
La legisladora resaltó que la situación extraordinaria generada por la pandemia, llevó a la sociedad a “valorizar la vida” por encima de otras variables y consideró que “esto tiene que servir para incrementar la solidaridad entre los géneros y entre las generaciones”. “Para ello hay que avanzar en una concepción de la política desde una perspectiva de género, que incluya esta cuestión en todos los proyectos”, añadió.
El análisis de la agenda mediática durante el confinamiento apareció en sus consideraciones como un espejo para mostrar que existe una escala de valor en torno al género que interpela a la sociedad todo el tiempo y exhortó a que los decisores de políticas públicas y la propia comunidad tomen nota de ello y avancen en la construcción de una sociedad que se sirva de los logros alcanzados en el país en materia de reconocimiento de derechos para “desterrar el patriarcado” y avanzar hacia la construcción de una sociedad más igualitaria e inclusiva.
En la agenda de la Universidad
La UNNOBA cuenta con el Programa de Género y Diversidad Sexual “UNNOBA Diversa” y un protocolo de Género aprobado por el Consejo Superior. Estas iniciativas son el resultado de la decisión institucional de asumir un rol protagónico y nutrir el accionar universitario de herramientas que contribuyan a fortalecer la perspectiva de género en todos los órdenes de la vida social, entendiendo que cada acto de violencia cometido contra alguien, es un acto de violencia contra toda la sociedad.
Diseño: Laura Caturla
La UNNOBA ante la pandemia
Por Lorena Berro
La irrupción del coronavirus modificó la dinámica de la vida social en todas sus dimensiones y la actividad universitaria no fue la excepción. El 20 de marzo de 2020, cuando el Gobierno nacional impuso el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio como medida para evitar la propagación del virus, las aulas quedaron vacías. Lejos de significar el cese de la actividad de la UNNOBA, la nueva coyuntura dio lugar a la puesta en marcha de un proceso de adaptación que migró la presencialidad al entorno virtual.
Facilitada por el recurso tecnológico, una nueva forma de relación entre la UNNOBA y su comunidad comenzó a gestarse en la emergencia. Con el imperativo de respetar el calendario académico establecido y asegurar el cumplimiento de sus funciones esenciales en lo formativo, la Universidad también ofreció una serie de respuestas al sistema sanitario de la región, poniendo a disposición desde espacios físicos hasta recursos humanos, en una dimensión que recién podrá sopesarse en su verdadero alcance cuando la pandemia haya terminado. Transcurrida la primera etapa de la contingencia, y mientras la institución se dispone a iniciar un nuevo camino que posibilite el paulatino regreso a las actividades presenciales, la voz de referentes de distintas áreas de la Universidad pone en perspectiva la tarea desarrollada para tomar insumos que quedarán como aprendizaje para construir lo que se ha dado en llamar “la nueva normalidad”.
En lo académico, un nuevo modelo
Pilar Traverso, secretaria Académica de la UNNOBA, planteó que en lo académico la principal adaptación fue “mudar un modelo presencial a uno enteramente virtual con curvas de aprendizaje muy pronunciadas tanto para docentes como para estudiantes”.
“Apenas se dispusieron las medidas de confinamiento estaban las aulas virtuales creadas y de inmediato se puso a disposición de los docentes una oferta de capacitación para que pudieran dictar sus clases a través de la plataforma de la Universidad”, recalcó.
El objetivo fue sostener el calendario académico con adecuaciones mínimas, lo que dio lugar a que se pudieran tomar exámenes e, incluso, contar con egresados en este sistema.
En relación al "regreso a la “presencialidad" consideró que “deberá ser organizado” y mencionó que para ello, la UNNOBA ha avanzado en el diseño de “un modelo híbrido” para que la actividad pueda desarrollarse con apego a las medidas sanitarias.
En este plano sostuvo: “Estamos llamados a tomar las mejores lecciones de esta experiencia, llevar adelante reformas académicas que ya estaban planificadas y avanzar hacia un modelo curricular más flexible”.
“Lo que vivimos nos mostró que nadie aprende ni enseña solo”, expresó, y consideró que la particularidad de la UNNOBA de ser una “universidad joven” de algún modo facilitó la posibilidad de brindar respuestas.
Fortalecer el vínculo en el posgrado
Las actividades de posgrado también debieron adecuarse a la virtualidad. “Todas las carreras se dictaron sin inconvenientes, con un marcado compromiso tanto de sus directores como de docentes y estudiantes”, expresó Adriana Andrés, directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA.
El comienzo del Doctorado en Mejoramiento Genético fue quizás el hecho más significativo en materia de formación de posgrado, ya que se trataba del primer doctorado dictado por la Universidad , el cual se vio obligado a iniciar su primera cohorte en entorno virtual. “Teníamos muchas expectativas en torno a esta carrera y la pandemia nos obligó a reorganizar la actividad”, reconoció Andrés evaluando positivamente la experiencia. “Lo mismo sucedió con las especializaciones y maestrías”, agregó.
Asimismo comentó que se realizaron en entorno virtual varias defensas de tesis, lo que permitió a estudiantes de posgrado finalizar su formación. “Esto supuso la participación en algunos casos de evaluadores de otras universidades, incluso de países vecinos”, remarcó Andrés.
En todo momento se promovió que los estudiantes que estaban realizando sus tesis pudieran seguir con su plan de actividades y en el terreno institucional se avanzó en la consolidación del Consejo Académico del Instituto de Posgrado y la conformación de los comités ad hoc de las distintas carreras. “También se presentó una nueva carrera para su evaluación por parte de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria”, confió.
De cara al futuro se está trabajando en la formulación de protocolos para permitir el desarrollo de algunas actividades presenciales y el dictado de cursos no estructurados. “Apostamos fuertemente a un modelo híbrido entre presencialidad y virtualidad”, dijo.
Diagnosticar y construir conocimiento
La UNNOBA integra la Red de Laboratorios de Diagnóstico de COVID-19 en la Provincia de Buenos Aires. El Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA) realiza las pruebas en su laboratorio a partir de los hisopados, en una tarea articulada con el Hospital “Abraham Piñeyro” de Junín y la Región Sanitaria III. En tanto, el Centro de Bioinvestigaciones (CeBio) en Pergamino presta colaboración al Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui” en la misma tarea. Respecto de esta función asignada en la contingencia, la secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia de la UNNOBA, Carolina Cristina, expresó: “La posibilidad de integrarnos a la red de laboratorios para el diagnóstico de la COVID-19 fue una respuesta muy contundente de la Universidad en la emergencia sanitaria y nuestros centros de investigación pudieron hacerlo muy eficientemente”.
“Esto planteó muchos desafíos, tanto en el armado de los equipos como en el trabajo con instituciones de salud de la región”, señaló.
A la par de ello, distintos grupos de investigación de la Universidad trabajaron muy fuertemente presentándose a las convocatorias que se lanzaron desde el Gobierno para llevar adelante proyectos de investigación sobre coronavirus, un aspecto que consideró “clave” porque “se requiere de la búsqueda de resultados de rápida aplicación en la pandemia”.
La secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia precisó que fueron varios los proyectos presentados y dos de ellos quedaron seleccionados en el marco de la Convocatoria COVID Federal. “Una de las iniciativas contempla el estudio del efecto a nivel social de la pandemia y la otra es sobre test serológicos que determinan la respuesta de los individuos que estuvieron expuestos al virus”, especificó. También se presentaron proyectos de aplicación en el campo del diseño y el desarrollo de software.
“Lo que quedó en evidencia es que contamos con una masa de investigadores muy dispuestos a ir encontrando soluciones a problemas específicos que genera esta pandemia”, resaltó. En ese sentido, valoró el trabajo realizado por el área de Vinculación Tecnológica de la Secretaría en el acompañamiento brindado a los investigadores para la presentación de sus proyectos en convocatorias extraordinarias.
“La emergencia ha volcado la mirada de los investigadores hacia otros temas que no son los específicos de su campo de trabajo”, recalcó. Y abundó: “Los investigadores han puesto lo mejor de sí y esto va a quedar como un legado en la sociedad en relación a las necesidades que pudo cubrir la universidad pública y el apoyo que supo brindar en una situación tan inusual”.
Capacitar a quienes cuidan
En el abanico de las múltiples respuestas brindadas por la UNNOBA en la pandemia, aparece la capacitación a profesionales de la salud de distintas localidades de la región, una tarea coordinada por el Instituto Académico de Desarrollo Humano. Fruto de esta experiencia, se abrieron las puertas del Laboratorio de Experiencias Clínicas Simuladas de Enfermería y se pusieron a disposición docentes de las carreras de Enfermería de la UNNOBA para entrenar a personal que trabaja en la primera línea de atención de pacientes, en procura de reforzar sus conocimientos.
María Lázzaro, directora del Instituto Académico de Desarrollo Humano, comentó que las actividades de educación permanente y capacitación en servicio estuvieron dirigidas a médicos y enfermeros. “Con este entrenamiento quisimos facilitar la participación activa e integrar conocimientos teóricos y prácticos para que pudieran enfrentar la realidad con mayor seguridad en cuanto al uso correcto, colocación y retiro de equipos de protección personal y al manejo eficaz de vía área de pacientes con diagnóstico o sospecha de infección por coronavirus”, describió, valorando los beneficios de la metodología implementada. “La simulación clínica se ha convertido en una pieza clave a la hora de pensar programas de formación porque ofrece la oportunidad de adquirir conocimientos en un ambiente de aprendizaje positivo, de alto realismo, sin correr el riesgo de resultados negativos”.
Estar cerca en la virtualidad
Una de las dimensiones de la actividad universitaria más tangibles para la comunidad son los cursos y talleres que se promueven desde el área de Extensión. Juan Pablo Itoiz, secretario de Extensión de la UNNOBA, explicó: “Planteada la emergencia sanitaria pusimos en marcha una nueva modalidad de trabajo y la adaptación fue paulatina, progresiva y con muy buenos resultados”.
El primer objetivo fue desarrollar el programa de adultos mayores para ofrecer una oferta de cursos a través de la plataforma virtual de la Universidad y así acompañar a uno de los sectores de la población más vulnerables en la pandemia. “Hoy tenemos más de mil adultos mayores inscriptos que semanalmente toman clases en quince propuestas temáticas”, precisó el funcionario.
En una segunda instancia se lanzaron los cursos de idioma, capacitación y cultura general dirigidos a personas de todas las edades. La recepción, en este caso, también fue muy buena. “La virtualidad abrió las posibilidades de participación. La propuesta es universal y hemos tenido inscriptos de distintos lugares, como Comodoro Rivadavia, Gualeguaychú y La Plata”, comentó, confirmando la apertura de una nueva instancia de inscripción.
En paralelo, el área de Extensión trabaja para “tener lista la actividad presencial con los protocolos correspondientes” y se están buscando alternativas para que los proyectos de Extensión aprobados, y que requieren de la presencia de estudiantes y docentes en el territorio, puedan comenzar a ejecutarse.
Itoiz consideró que muchas de las alternativas ideadas en tiempos de pandemia llegaron para quedarse. “El uso de las plataformas digitales no solo se transformó en una realidad sino que abrió las puertas a una nueva manera de entender la educación”.
“Desde ya que nada reemplaza el vínculo directo entre el docente y el estudiante, pero el uso de la tecnología puede enriquecer el proceso”, enfatizó.
Una institución abierta
En cualquier plano de la actividad universitaria, varias de las iniciativas implementadas requirieron del recurso tecnológico para llevarse adelante. En este punto, los funcionarios coincidieron en destacar el papel del área de Educación Digital y la Secretaría Tics que “no solo facilitaron el acceso sino que anticiparon demandas de formación y normativas en un proceso valioso”.
Con una mirada integral de la institución marcaron que la situación planteada en torno al coronavirus expresó claramente el valor de la universidad pública. “En esta emergencia, la UNNOBA demostró el valor de la investigación, del acompañamiento a los adultos mayores, de los servicios que puede brindar a terceros sin soslayar sus funciones centrales, y sin traicionar el proyecto educativo de jóvenes que decidieron estudiar en la universidad pública”, opinó Pilar Traverso.
En el mismo sentido, Carolina Cristina planteó que las respuestas brindadas por la UNNOBA quedarán como la muestra de las necesidades que pudo cubrir la universidad pública, gracias a su principal capital que es su infraestructura y recursos humanos puestos al servicio de la sociedad”.
Con el desafío de capitalizar las fortalezas construidas en este tiempo, Adriana Andrés consideró que “esta situación nos mostró una nueva forma de hacer docencia y fortaleció el vínculo de la Universidad con la comunidad, lo que claramente habla de una sensibilidad y un compromiso que va más allá de la emergencia”.
De igual modo, Juan Pablo Itoiz enfatizó: “La frase que dice que la UNNOBA es una universidad de puertas abiertas ha quedado demostrada en estos meses de manera muy concreta, en la virtualidad que nos impuso la cuarentena, pero también a partir de la disposición a buscar soluciones a problemas que surgieron en esta situación tan excepcional”.
Todos acordaron que, una vez más, ante el conjunto de la sociedad, la UNNOBA demostró su vocación de ser una institución abierta, comprometida con su territorio.
Diseño: Laura Caturla